SAN
MANUEL BUENO, MÁRTIR
(Una
obra Miguel de Unamuno sobre la inmortalidad del alma, el suicidio y una teoría
literaria de la novela.)
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
I
San Manuel Bueno, mártir (1931)
novela de Miguel de Unamuno , trata de un cura, hombre santo y guía espiritual
de su pueblo, que predica con fervor sobre la doctrina de la iglesia y en la
cual él mismo no cree, particularmente lo referente a la vida después de la
muerte, la inmortalidad del alma. El personaje que narra, Ángela Carballino, es
testigo de esta historia en el pueblito de Valverde de Lucerna. En cierto modo
Unamuno continúa en esta novela con su tesis planteada en el “Sentimiento
trágico de la vida” (1913) : el hombre no quiere morir del todo. La razón le
dice que no hay más nada después de la muerte, pero su corazón no está de
acuerdo con esa idea tan contundente y definitiva.
II
Unamuno
también trae a colación, a la par de búsqueda del sentido de nuestra existencia,
una posible puerta de escape para los que no lo encuentran: el suicidio: “Aquí
se remansa el río en lago, para luego, bajando a la meseta, precipitarse en
cascadas, saltos y torrenteras, por las hoces y encañadas, junto a la ciudad, y
así remansa la vida, aquí en la aldea. Pero la tentación del suicidio es mayor
aquí, junto al remanso que espeja la noche de estrellas, que no junto a las
cascadas que dan miedo”.
III
Al
final de su obra Miguel de Unamuno esboza su credo literario referente a la
novela:
-
La novela es la más íntima historia, la más verdadera, por lo que no me explico
que haya quien se indigne de que se llame novela al Evangelio, lo que es
elevarlo, en realidad, sobre un cronicón cualquiera.
-Bien
sé que en lo que se cuenta en este relato no pasa nada; mas espero que sea
porque en ello todo se queda, como se quedan los lagos y las montañas y las
santas almas sencillas, asentadas más allá de la fe y de la desesperación, que,
en ellos, en los lagos y las montañas, fuera de la historia, en divina
FRASES
1
Pensar
ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y
no en lo que hay que hacer. No hay peor que remordimiento sin enmienda.
2
Un
niño que nace muerto o que se muere recién nacido y un suicidio son para mí de
los más terribles misterios: ¡un niño en cruz!
3
En
la aldea se entontece, se embrutece y se empobrece uno.
4
¿La
verdad? La verdad, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la
gente sencilla no podría vivir con ella.
5
Todas
las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los
pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer
para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que ha
hecho.
6
El
padre Manuel dice: “Mi pobre padre, que murió de cerca de noventa años, se pasó
la vida, según me lo confesó él mismo, torturado por la tentación del suicidio,
que le venía no recordaba desde cuándo, de nación, decía, y
defendiéndose de ella. Y esa defensa fue su vida. Para no sucumbir a tal
tentación extremaba los cuidados por conservar la vida. Me contó escenas
terribles. Me parecía como una locura. Y yo la he heredado. ¡Y cómo me llama
esa agua con su aparente quietud -la corriente va por dentro- espeja al cielo!
¡Mi vida, es una especie de suicidio
continuo, un combate contra el suicidio…”
7
He
asistido a bien morir a pobres aldeanos, ignorantes, analfabetos que apenas si
habían salido de la aldea, y he podido saber de sus labios, y cuando no
adivinarlo, la verdadera causa de su enfermedad de muerte, y he podido mirar,
allí, a la cabecera de su lecho de muerte, toda la negrura de la sima del tedio
de vivir. ¡Mil veces peor que el hambre!
8
¿Has
visto misterio mayor que el de la nieve cayendo en el lago y muriendo en él
mientras cubre con su toca a la montaña?
9
Del
bienestar general surgirá más fuerte el tedio de la vida.
10
Qué
ganas tengo de dormir, dormir, dormir sin fin, ¡dormir por toda una eternidad y
sin soñar!, ¡olvidando el sueño!
11
El
padre Manuel dice cuando siente cercana la muerte: Cuando me entierren, que sea
en una caja hecha con aquellas seis tablas que tallé del viejo nogal,
¡pobrecillo!, a cuya sombra jugué de niño, cuando empezaba a soñar... ¡Y
entonces sí que creía en la vida perdurable! Es decir, me figuro ahora que
creía entonces. Para un niño, creer no es más que soñar. Y para un pueblo.
12
Hay
dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que, convencidos de la vida de
ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que
son, a los demás para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la
otra; y los que no creyendo más que en éste...
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