INQUISICIONES
(1925)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
I
Inquisiciones
es el primer libro en prosa de Jorge Luis Borges. Fue publicado en 1925. Fue
reeditado en 1993.
Inquisiciones
es un ejercicio de critica literaria en el que aflora el estilo deslumbrante
peculiar de los escritos de Borges.
II
En
el prólogo Borges escribe: “Este que llamo Inquisiciones (por aliviar alguna
vez la palabra de sambenitos y humareda) es ejecutoria parcial de mis
veinticinco años.”
III
Inquisiciones
son ensayos sobre diferentes autores y temas: Torres Villarroel (1693-1770), La
traducción de un incidente, El Ulises de Joyce, Después de las imágenes, Sir
Thomas Browne, Menoscabo y grandeza de Quevedo ,Definición de Cansinos Asséns, Ascasubi,La
criolledad en lpuche, Interpretación de Silva Valdés, Examen de metáforas, Norah
Lange,Buenos Aires, La nadería de la personalidad, E. González Lanuza, Acerca
de Unamuno, poeta, La encrucijada de Berkeley, Acotaciones, Manuel Maples Arce,
Ramón Gómez de la Serna, Omar Jaiyám y Fitzgerald, Queja de todo criollo, Herrera
y Reissig, Acerca del expresionismo y Ejecución de tres palabras
Frases
1
La
amistad une; también el odio sabe juntar.
2
No
hablaré de culturas que se pierden. La constancia de vida, la duradera
continuidad de la vida, es una certidumbre de arte. Aunque las apariencias
caduquen y se transformen como la luna, siempre perdurará una esencia poética.
La realidad poética puede caber en una copla lo mismo que en un verso
virgiliano. También en formas dialectales, en asperezas de jerigonza de cárcel,
en lenguajes aun indecisos, puede caber.
3
Sobre
el Ulises de Joyce:
Confieso
no haber desbrozado las setecientas páginas que lo integran, confieso haberlo
practicado solamente a retazos y sin embargo sé lo que es, con esa aventurera y
legítima certidumbre que hay en nosotros, al afirmar nuestro conocimiento de la
ciudad, sin adjudicarnos por ello la intimidad de cuantas calles incluye.
0-0
En
las páginas del Ulises bulle con alborotos de picadero la realidad total. No la
mediocre realidad de quienes sólo advierten en el mundo las abstraídas
operaciones del alma y su miedo ambicioso de no sobreponerse a la muerte, ni
esa otra realidad que entra por los sentidos y en que conviven nuestra carne y
la acera, la luna y el aljibe. La dualidad de la existencia está en él: esa
inquietación ontológica que no se asombra meramente de ser, sino de ser en este
mundo preciso, donde hay zaguanes y palabras y naipes y escrituras eléctricas
en la limpidez de las noches.
4
La
vida real y los sueños son páginas de un mismo libro, que la costumbre llama
vida real a la lectura ordenada y ensueño a lo que hojean la indiligencia y el
ocio.
5
Con
orgullo creíamos en nuestra soledad ficticia de dioses o de islas florecidas y
excepcionales en la infecundidad del mar y sentíamos ascender a las playas de
nuestros corazones la belleza urgente del mundo, innumerablemente rogando que
la fijásemos en versos.
6
Toda
hermosura es una fiesta y su intención es generosidad. Los requiebros y
cumplimientos fueron sin duda en su principio formas de gratitud y confesión
del privilegio con que nos honra el espectáculo de una mujer hermosa. También
los versos agradecen.
7
Los
poetas, hasta hoy, sólo manifestaban de su vivir lo llanamente común: las
malandanzas o deleites de una empresa amorosa, la alacridad al comenzar
primavera, la meditación de la muerte. Si alguna vez aludían a su actividad de
cantores, era tan sólo para anticiparse inmortalidad.
8
En
esta nuestra vida, donde rigen infamias como el dolor carnal, son inmerecedores
de nuestra indignación lacras veniales como el injusto repartimiento de gloria.
9
Hay
gozamiento en la eficacia: en el amor que de dos carnes y de trabadas
voluntades es gloria, en el poniente colorado que marca bien la perdición de la
tarde, en la dicción que impone su signatura al espíritu.
10
Todo
arte es una prefijada costumbre de pensar la hermosura.
11
El
lenguaje —gran fijación de la constancia humana en la fatal movilidad de las
cosas— es la díscola forzosidad de todo escritor.
12
La
poesía del pueblo, nada curiosa de comparaciones, se desquita en hipérboles
altivas. Esto no es asombroso, pues hay una esencial desemejanza entre ambas
figuras. La metáfora es una ligazón entre dos conceptos distintos: la hipérbole
ya es la promesa del milagro.
13
La
mañana es una prepotencia de azul, un asombro veloz y numeroso atravesando el
cielo, un cristalear y un despilfarro manirroto de sol amontonándose en las
plazas, quebrando con ficticia lapidación los espejos y bajando por los aljibes
insinuaciones largas de luz.
14
El
atardecer es la dramática altercación y el conflicto de la visualidad y de la
sombra, es
como
un retorcerse y un salirse de quicio de las cosas visibles
15
La
realidad no ha menester que la apuntalen otras realidades. No hay en los
árboles divinidades ocultas, ni una inagarrable cosa en sí detrás de las
apariencias, ni un yo mitológico que ordena nuestras acciones. La vida es
apariencia verdadera. No engañan los sentidos, engaña el entendimiento, que
dijo Goethe: sentencia que podemos comparar con este verso de Macedonio Fernández:
La
realidad trabaja en abierto misterio.
16
Unamuno
—diré perogrullescamente o si os place mejor la equivalencia griega del adverbio,
axiomáticamente— es un poeta filosófico. Unamuno, a pesar de no lograr nunca la
invención metafísica, es un filósofo esencialmente: quiero decir un sentidor de
la dificultad metafísica. Es evidente por muchísimos de sus versos que la
especulación ontológica no es para él un ingenioso juego intelectual, un
ajedrez perfecto, sino una angustia constreñidora de su alma.
¿Constreñidora?
Sí, pero a las veces ensanchadora del hondón espiritual que agrándase por ella hasta
contener todo el cielo.
17
Mucho
debe mentir un hombre para poder ser verídico.
18
Hay
que morirse bien, sin demasiado ahínco de quejumbre, sin pretender que el mundo pierde su savia
por eso y con alguna burla linda en los labios
19
La
lírica no es pertinaz repetición ni desapacible extrañeza; que en su ordenanza
como en la de cualquier otro rito es impertinente el asombro y que la más
difícil maestría consiste en hermanar lo privado y lo público, lo que mi
corazón quiere confiar y la evidencia que la plaza no ignora
20
Los
clásicos tuvieron de la noche un concepto de cosa dura, lóbrega, hostil, que
halló cabida en lo de negro, útil además como antítesis del esplendor que
muestra el día. Ciega noche, afirmó Quevedo. Noche cansada... noche pavorosa,
escribió Shakespeare. Los románticos la consideraron en cambio como una época
de placentera mansedumbre o de felina suavidad e hicieron bien en azulearla. La
noche sobre el mundo vivamente se abate / con sus cálidas sombras y su olor de
combate, declara Lugones, literalizando la visión antedicha.
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