domingo, 27 de mayo de 2018

CONVERSATORIO EN EL DÍA DEL LIBRO


CONVERSATORIO EN DÍA DEL LIBRO. 23 DE ABRIL DE 2018.BIBLIOTECA DE LA UNERG,



1
He sentido la necesidad de liberarme de mis libros. Similar  sensación y deseo me acometieron cuando tenía nueve u once años. Entonces percibí que me convertía en otro, y por lo tanto debía desprenderme de mis juguetes, los cuales conservaba en unos cajones bajo llave, en perfecto estado. Algunos soldaditos estaban en sus cajas de origen, tan nuevos como cuando me los regalaron; y una colección de carritos mantenía sus colores brillantes de recién comprados.
Regalé mis juguetes a quienes consideraba que aún permanecían en la infancia. Yo por mi parte entraba en el mundo de los libros, del cual quiero liberarme ahora en gran medida porque soñé tener una  biblioteca inmensa y luego donarla a una institución como hacen los verdaderos amantes de los libros. No sé si mi biblioteca ha alcanzado las dimensiones necesarias para calificarla de inmensa, pero la segunda parte del sueño se está convirtiendo en realidad, realidad que materializa mis anhelos, fundamentados en convicciones profundamente filosóficas, provenientes precisamente de mis lecturas.

2
No recuerdo quién dijo que los libros podían ser una bendición o una maldición, según se viera. Entiendo mejor lo que está pasando con nosotros precisamente porque leo libros que me ayudan a desentrañar el caos venezolano. Leo las meditaciones de Marco Aurelio y aprendo que debo dominar la situación de precariedad a la que nos somete el régimen y no apegarme a lo material. Leo el Walden de Thoreau y comprendo que una vida se puede cambiar por otra vida, para así vivir muchas vidas. Leo la Historia del tiempo de  Stephen Hawking e intuyo que todo el universo alguna vez dejará de ser. Entonces ¿para qué me preocupo?
Los libros, desde esa perspectiva, son una bendición. Pero son una maldición si piensas que jamás podrás leerlos todos.
3
Nuestra familia atravesó una situación económica difícil cuando vivíamos en Las Mercedes del Llano. Viajé a Caracas en busca de soluciones, pero no aparecían. Me alojaba en casa de un amigo. Una noche me sentí profundamente deprimido mientras observaba desde la ventana de un piso diecisiete la caída de las sombras sobre las luces artificiales de la ciudad. Pensaba en Camus, intelectual francés quien afirmaba que  “sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.
4
En mi cabeza estaba Camus y su filosofía, la noche bulliciosa, mi gran tristeza y el vértigo de contemplar el vacío desde la ventana. Miré hacia atrás, tratando de apartarme de tentaciones nefastas, y allí estaba una biblioteca con muchos libros apilados desordenadamente. Mis ojos se posaron en un pequeño texto: El poder está en usted. Claude Bristol. Lo abrí y leí el primer párrafo: “Para los que quieren aprender y progresar tengo un mensaje. Lo entrego sin temor alguno, como no sea temer la completa revolución de su mundo, porque trae salud, riqueza, éxito y felicidad, siempre que se comprenda y acepte este mensaje”.
El sol me encontró  emocionado con mi vista pegada al libro de Bristol y con la seguridad de que mi problema tenía solución.
5
Montesquieu escribió: “No he sufrido nunca una pena que una hora de lectura no me haya quitado”; por eso, los libros son un refugio seguro, un lugar para el exilio interno en momentos de crisis. Eso del “exilio interno” está de moda ahora, sobre todo para los que no pueden o no quieren marcharse del país. Queda la resistencia  gandhiana, la resiliencia y la imaginación con la lectura. Ya lo dijo Borges: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono, de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: es una extensión de la memoria y de la imaginación”.
6
El primer libro que leí fue Don Quijote de la Mancha, en una versión juvenil que me sirvió de preludio para futuras lecturas en formato completo.
En 1950 llegó a Las Mercedes del Llano una señora italiana: doña Yole; y en 1963   abrió la primera librería del pueblo, la cual llevaba su propio nombre. Estaba ubicada al suroeste de la  Plaza Bolívar, en el sitio que una vez ocupó la primera casa mercedense de tejas, denominada “Casa Marquera”.
Desde los  doce años yo solía visitar ese recinto de libros, papeles y lápices. Yole, junto a su esposo,  atendían amablemente a la clientela. Una vez pregunté por un tomo preciosamente empastado. Tenía unos jinetes en la portada. “Es un libro de aventuras, muy bueno. Te encantará. Vale cinco”, dijo  doña Yole, y me lo dio para hojearlo. Por varias veces  me acerqué a  la tienda para observar el libro en el estante. Aún no reunía el dinero. Un día doña Yole me dijo: sé que vienes por el libro, ¿cuánto tienes? Tres, contesté tímidamente. Llévatelo, fue la respuesta. Desde entonces colecciono ejemplares del Quijote.
7
Una esquina de mi biblioteca está dedicada exclusivamente al Quijote, libro que leía cuando estudiaba Medicina, tanto en los momentos alegres como en los tristes. Tengo veinte tomos, o tal vez más, de diferentes ediciones del Quijote. Hay ejemplares para niños, jóvenes, adultos y viejos. Una miniatura preciosa la adquirí en una feria. Dos tomos están en ruso y se los compré a Natalia en Moscú. Tengo la edición especial que hizo la Real Academia de la Lengua Española con motivo del IV centenario de la publicación cervantina con prólogo de Vargas Llosa.
En los quinientos años del Descubrimiento de América la Academia Nacional de la Historia publico una edición facsímil; es decir, tal cual se veía el libro cuando salió a la luz pública en 1605. No pude adquirirla por el alto costo.
Una vez visité el Palacio de las Academias y vi como cerca de la basura estaba un ejemplar facsímil del que hablo. Lo habían lanzado porque estaba descuadernado. Lo tomé y se lo llevé a un librero experto en reparación de obras desaliñadas. Lo empastó y me lo devolvió con duro lomo color madera.
8
En Moscú leía El Quijote y ponía un disco de vinil de Jean Manuel Serrat con letra hermosa y muy espiritual del poeta español León Felipe: Vencidos:
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
9
“La modernidad del Quijote está en el espíritu rebelde, justiciero que lleva al personaje a asumir  como su responsabilidad personal cambiar el mundo para mejor, aun cuando, tratando de ponerla en práctica, se equivoque, se estrelle contra obstáculos insalvables y sea golpeado, vejado y convertido en objeto de irrisión”. (Mario Vargas Llosa).
10
Don Quijote dice: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
“Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación  de agradecerlo a otro que al mismo cielo”.
Vargas Llosa escribe sobre lo anterior: “No puede ser más claro: la libertad es individual y requiere un mínimo de prosperidad para ser real. Porque quien es pobre y depende de la dádiva o la caridad para sobrevivir, nunca es totalmente libre”.
11
Cuando al doctor Thomas Sydenham (1624-1689), llamado el Hipócrates inglés, le preguntaron qué se necesita para ser buen médico, inmediatamente contestó: la primera condición es leerse a Don Quijote de la Mancha.
Arnaldo Graus escribió: “Es probable que Sydenham le haya sugerido a un joven alumno que leyese El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha debido a que los médicos del siglo XVII tenían un interés especial en entender sus propias vidas. Tal comprensión, considero, podría servir como puente entre los dolores de sus pacientes, lo que los propios médicos percibían acerca de sí mismos y la lectura que hacían de las afecciones de los enfermos –la empatía, aunque difícil enseñarla, es el alma de la medicina. La literatura y la medicina combinadas podrían servir para entender la “realidad como tal”. La “realidad como tal” corresponde a los daños producidos por la patología, o, a las lecturas que de la vida hacen la literatura y otras artes a partir de la enfermedad.”
Yo tengo mi propia tesis: Sydenham se refirió a la importancia, para los futuros médicos, de la lectura del Quijote, porque el Caballero de la Triste Figura siempre quería hacer el bien, ayudar al prójimo.
12
Simón Bolívar en su lecho de muerte se comparó con Don Quijote. El Libertador preguntó a su médico Alejandro Próspero Reverend si conocía a los más grandes majaderos de la Historia. El galeno contestó negativamente, entonces Bolívar dijo: "Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y… yo."

13
Según Arturo Uslar Pietri, Simón Bolívar revolucionó la lengua española por sus conceptos precisos y sus apreciaciones e interpretaciones geniales en el momento exacto. Cuando el Libertador llegó a su última morada, a la Quinta de San Pedro Alejandrino, indagó por libros a su dueño, don Joaquín de la Mier, quien le contestó apenado: mi biblioteca es muy pobre. Bolívar, luego de revisar el estante con los volúmenes, expresó: su biblioteca es muy rica, tiene a Rousseau, que describe al hombre como es, y a Cervantes que en su Quijote describe al hombre como debería ser.
14
Dostoievski, el padre de la novela sicológica, una vez dijo: si en el Más Allá me preguntan qué ha hecho el hombre, guardaré silencio y mostraré un ejemplar de Don Quijote.
15
Los libros  no se pueden tirar a la basura, dice Augusto Monterroso , y remata: porque eso no es digno de la persona ni de los libros ni del basurero.
Dar es una de las leyes espirituales que mueve al mundo, según Chopra, porque permite el flujo de  la energía universal y la armonía entre el macro y el microcosmos.
Dar un libro es apenas un pequeño gesto; pero parafraseando a Schumacher “lo pequeño es hermoso”.
Sobre todo si se da con buena intención, porque así relegamos el materialismo, anteponiendo los ideales como la justicia, la armonía, la belleza y la salud, dice el citado Schumacher.
16
Augusto Monterroso cuenta como en 1955 visitó a Pablo Neruda en su casa de Santiago y noto que tenía pocos libros porque los acababa de donar a una universidad.
Monterroso termina con esta frase impactante: “El poeta se dio ese gusto en vida; único estado, viéndolo bien, en que uno se lo puede dar”.