martes, 18 de septiembre de 2018

REFLEXIONES SOBRE LOS LIBROS

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REFLEXIONES SOBRE LOS LIBROS


REFLEXIONES  SOBRE LOS   LIBROS


Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
He sentido la necesidad de liberarme de mis libros. Similar  sensación y deseo me acometieron cuando tenía nueve u once años. Entonces percibí que me convertía en otro, y por lo tanto debía desprenderme de mis juguetes, los cuales conservaba en unos cajones bajo llave, en perfecto estado. Algunos soldaditos estaban en sus cajas de origen, tan nuevos como cuando me los regalaron; y una colección de carritos mantenía sus colores brillantes de recién comprados.
Regalé mis juguetes a quienes consideraba que aún permanecían en la infancia. Yo por mi parte entraba en el mundo de los libros, del cual quiero liberarme ahora en gran medida porque soñé tener una  biblioteca inmensa y luego donarla a una institución como hacen los verdaderos amantes de los libros. No sé si mi biblioteca ha alcanzado las dimensiones necesarias para calificarla de inmensa, pero la segunda parte del sueño se está convirtiendo en realidad, realidad que materializa mis anhelos, fundamentados en convicciones profundamente filosóficas, provenientes precisamente de mis lecturas.
2
No recuerdo quién dijo que los libros podían ser una bendición o una maldición, según se viera. Entiendo mejor lo que está pasando con nosotros precisamente porque leo libros que me ayudan a desentrañar el caos venezolano. Leo las meditaciones de Marco Aurelio y aprendo que debo dominar la situación de precariedad a la que nos somete el régimen y no apegarme a lo material. Leo el Walden de Thoreau y comprendo que una vida se puede cambiar por otra vida, para así vivir muchas vidas.  Leo el Eclesiastés y concluyo que cada cosa tiene su hora. Leo la Historia del tiempo de  Stephen Hawking e intuyo que todo el universo alguna vez dejará de ser. Entonces ¿para qué me preocupo?
Los libros, desde la  perspectiva del conocimiento que nos deparan, son una bendición. Pero son una maldición si piensas que jamás podrás leerlos todos.
3
Nuestra familia atravesó una situación económica difícil cuando vivíamos en Las Mercedes del Llano. Viajé a Caracas en busca de soluciones, pero no aparecían. Me alojaba en casa de un amigo. Una noche me sentí profundamente deprimido mientras observaba desde la ventana de un piso diecisiete la caída de las sombras sobre las luces artificiales de la ciudad. Pensaba en Camus, intelectual francés quien afirmaba que  “sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.
4
En mi cabeza estaba Camus y su filosofía, la noche bulliciosa, mi gran tristeza y el vértigo de contemplar el vacío desde la ventana. Miré hacia atrás, tratando de apartarme de tentaciones nefastas, y allí estaba una biblioteca con muchos libros apilados desordenadamente. Mis ojos se posaron en un pequeño texto: El poder está en usted. Claude Bristol. Lo abrí y leí el primer párrafo: “Para los que quieren aprender y progresar tengo un mensaje. Lo entrego sin temor alguno, como no sea temer la completa revolución de su mundo, porque trae salud, riqueza, éxito y felicidad, siempre que se comprenda y acepte este mensaje”.
El sol me encontró  emocionado con mi vista pegada al libro de Bristol y con la seguridad de que mi problema tenía solución.
5
Montesquieu escribió: “No he sufrido nunca una pena que una hora de lectura no me haya quitado”; por eso, los libros son un refugio seguro, un lugar para el exilio interno en momentos de crisis. Eso del “exilio interno” está de moda ahora, sobre todo para los que no pueden o no quieren marcharse del país. Queda la resistencia  gandhiana, la resiliencia y la imaginación con la lectura. Ya lo dijo Borges: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono, de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: es una extensión de la memoria y de la imaginación”.
6
El primer libro que leí fue Don Quijote de la Mancha, en una versión juvenil que me sirvió de preludio para futuras lecturas en formato completo.
En 1950 llegó a Las Mercedes del Llano una señora italiana: doña Yole; y en 1963   abrió la primera librería del pueblo, la cual llevaba su propio nombre. Estaba ubicada al suroeste de la  Plaza Bolívar, en el sitio que una vez ocupó la primera casa mercedense de tejas, denominada “Casa Marquera”.
Desde los  doce años yo solía visitar ese recinto de libros, papeles y lápices. Yole, junto a su esposo,  atendían amablemente a la clientela. Una vez pregunté por un tomo preciosamente empastado. Tenía unos jinetes en la portada. “Es un libro de aventuras, muy bueno. Te encantará. Vale cinco”, dijo  doña Yole, y me lo dio para hojearlo. Por varias veces  me acerqué a  la tienda para observar el libro en el estante. Aún no reunía el dinero. Un día doña Yole me dijo: sé que vienes por el libro, ¿cuánto tienes? Tres, contesté tímidamente. Llévatelo, fue la respuesta. Desde entonces colecciono ejemplares del Quijote.
7
Una esquina de mi biblioteca está dedicada exclusivamente al Quijote, libro que leía cuando estudiaba Medicina, tanto en los momentos alegres como en los tristes. Tengo veinte tomos, o tal vez más, de diferentes ediciones del Quijote. Hay ejemplares para niños, jóvenes, adultos y viejos. Una miniatura preciosa la adquirí en una feria. Dos tomos están en ruso y se los compré a Natalia en Moscú. Tengo la edición especial que hizo la Real Academia de la Lengua Española con motivo del IV centenario de la publicación cervantina con prólogo de Vargas Llosa.
En los quinientos años del Descubrimiento de América la Academia Nacional de la Historia publico una edición facsímil; es decir, tal cual se veía el libro cuando salió a la luz pública en 1605. No pude adquirirla por el alto costo.
Una vez visité el Palacio de las Academias y vi como cerca de la basura estaba un ejemplar facsímil del que hablo. Lo habían lanzado porque estaba descuadernado. Lo tomé y se lo llevé a un librero experto en reparación de obras desaliñadas. Lo empastó y me lo devolvió con duro lomo color madera.
8
Tengo un Quijote, con un libro en su mano derecha, de hierro negro que compré en Moscú y se lo regalé a mi padre, quien lo conservaba en su mesa de noche sin el brazo izquierdo y sin ambos pies. Ese quijote lector me lo traje cuando murió mi padre.
9
En Mérida compre un Quijote de bronce con su lanza y su escudo. Ese Quijote preside el rincón de mi biblioteca dedicado al héroe de la Mancha.
10
En Moscú leía El Quijote y ponía un disco de vinil de Jean Manuel Serrat con letra hermosa y muy espiritual del poeta español León Felipe: Vencidos:
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá quedó su ventura
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar..
11
“La modernidad del Quijote está en el espíritu rebelde, justiciero que lleva al personaje a asumir  como su responsabilidad personal cambiar el mundo para mejor, aun cuando, tratando de ponerla en práctica, se equivoque, se estrelle contra obstáculos insalvables y sea golpeado, vejado y convertido en objeto de irrisión”. (Mario Vargas Llosa).
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Don Quijote dice: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
“Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación  de agradecerlo a otro que al mismo cielo”.
Vargas Llosa escribe sobre lo anterior: “No puede ser más claro: la libertad es individual y requiere un mínimo de prosperidad para ser real. Porque quien es pobre y depende de la dádiva o la caridad para sobrevivir, nunca es totalmente libre”.
13
Cuando al doctor Thomas Sydenham (1624-1689), llamado el Hipócrates inglés, le preguntaron qué se necesita para ser buen médico, inmediatamente contestó: la primera condición es leerse a Don Quijote de la Mancha.
Arnaldo Graus escribió: “Es probable que Sydenham le haya sugerido a un joven alumno que leyese El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha debido a que los médicos del siglo XVII tenían un interés especial en entender sus propias vidas. Tal comprensión, considero, podría servir como puente entre los dolores de sus pacientes, lo que los propios médicos percibían acerca de sí mismos y la lectura que hacían de las afecciones de los enfermos –la empatía, aunque difícil enseñarla, es el alma de la medicina. La literatura y la medicina combinadas podrían servir para entender la “realidad como tal”. La “realidad como tal” corresponde a los daños producidos por la patología, o, a las lecturas que de la vida hacen la literatura y otras artes a partir de la enfermedad.”
Yo tengo mi propia tesis: Sydenham se refirió a la importancia, para los futuros médicos, de la lectura del Quijote, porque el Caballero de la Triste Figura siempre quería hacer el bien, ayudar al prójimo.

14
Simón Bolívar en su lecho de muerte se comparó con Don Quijote. El Libertador preguntó a su médico Alejandro Próspero Reverend si conocía a los más grandes majaderos de la Historia. El galeno contestó negativamente, entonces Bolívar dijo: "Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y… yo."
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Según Arturo Uslar Pietri, Simón Bolívar revolucionó la lengua española por sus conceptos precisos y sus apreciaciones e interpretaciones geniales en el momento exacto. Cuando el Libertador llegó a su última morada, a la Quinta de San Pedro Alejandrino, indagó por libros a su dueño, don Joaquín de la Mier, quien le contestó apenado: mi biblioteca es muy pobre. Bolívar, luego de revisar el estante con los volúmenes, expresó: su biblioteca es muy rica, tiene a Rousseau, que describe al hombre como es, y a Cervantes que en su Quijote describe al hombre como debería ser.
15
Dostoievski, el padre de la novela sicológica, una vez dijo: si en el Más Allá me preguntan qué ha hecho el hombre, guardaré silencio y mostraré un ejemplar de Don Quijote.
16
En el 2014 hicimos un viaje a Europa. Al llegar a Bélgica caminamos hasta la Plaza España de Bruselas. Allí está un complejo escultórico dedicado a Don Quijote y Sancho Panza, el primero sobre Rocinante, por supuesto,  y Sancho sobre su jumento. Natalia y yo nos sentamos bajo las esculturas del caballero y su escudero, llenas de grafitis en sus bases, para hacer una pausa y meditar.
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Pierre Bayard escribió “Cómo hablar de libros que no se han leído”. Cuando leemos un libro dejamos de leer los otros libros. Jamás leeremos todos los libros. Al leer un libro sólo nos queda una idea de lo que quiso decir el autor. Hay resúmenes de libros que podemos utilizar. Además, podemos dejar de leer un libro que no nos gusta. Es el derecho del lector que al dejar de leer un libro ya tiene una idea sobre el mismo. Gabriela Mistral lanzaba por las ventanas de los trenes los libros que no terminaba porque no le gustaban. Thomas Hobbes creía que no se debían leer muchos libros: “Leo pocos libros pero buenos. Si hubiese leído tanto como otros Sería tan ignorante como ellos”.
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Asimov escribió  más de quinientos libros, y sobre su método de trabajo decía: “La lectura de un libro me da la inspiración para escribir uno propio”.
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Borges afirmaba que  leía sólo libros cuya calidad y vigencia habían sido comprobadas después de cien años de publicados. Entonces ¿no leía  a sus contemporáneos?
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A los 25 años de edad  Hitler se hizo la siguiente reflexión: “Todo lo que necesito saber sobre la vida y los hombres ya lo sé, por lo que más nunca leeré un libro”. Y más nunca leyó y todos sabemos el desastre que le provocó a la humanidad.
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Feuerbach decía que el trato con los buenos libros disminuye el grupo de personas  con las cuales nos sentimos bien.
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“Al contemplar una biblioteca uno se siente en presencia de un gran capital que rinde, silencioso, interés imprevisto”. (Goethe).
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  La biblioteca de un médico es del tipo individual como de cualquier otro profesional . El estudiante de medicina, desde el mismo ingreso a la facultad debe iniciar su inmediata conformación. No se concibe a un seguidor de Hipócrates que carezca de una biblioteca. No hay espectáculo más triste y deprimente que un hogar sin libros. El médico recién graduado  parte inmediatamente a su primer sitio de trabajo y en su equipaje el mayor espacio lo  ocuparán los libros .En efecto, ellos serán los amigos más fieles a la hora de la consulta para repasar, recordar y precisar los diagnósticos. Al recibir el título, el  médico está solo y con una responsabilidad inmensa: ayudar al enfermo, salvar vidas. Por eso los conocimientos adquiridos hay que refrescarlos mientras se obtienen otros a través de las lecturas.
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 En la literatura hay descripciones sobre el papel de los libros en la vida de los galenos .El médico y escritor ruso Mijail Bulgakov en su libros Notas de un Médico Novel nos relata muchos casos interesantes. En la narración Toalla con Gallo , el médico recién graduado se asombra no sólo de la manera como su anterior colega organizaba la consulta y  abastecía la farmacia  sino también de su biblioteca : “Sentado en la cama, miraba como hipnotizado el tercer logro del legendario Leopold ( el médico anterior) : un estante repleto de libros. Sólo los manuales de cirugía en ruso o en alemán eran como treinta.¡ y los de terapia! ¡ Y qué maravillosos atlas anatómicos!”.
   En Garganta de Acero se cuenta el drama de una niña de tres años a la que el doctor diagnostica crup diftérico y es necesario hacerle una traqueotomía para salvarle la vida. “ La miré y me olvidé por un instante de la cirugía- dice el médico- de la soledad y del inútil peso de mis conocimientos universitarios; me olvidé de todo ante la belleza de la niña…Irrumpí en mi habitación, y contando los minutos, tomé un libro, lo hojée y encontré la descripción ilustrada de la traqueotomía. Todo se veía con suma claridad: la garganta abierta, el escálpelo metido en la tráquea.”
    En el Ojo Perdido se muestra como el médico recién graduado cree saberlo todo después de un año de ejercicio de la profesión pero más tarde se convence que no debe ufanarse de eso al constatar que ante muchos casos no sabe qué hacer y reflexiona  :“…Nunca más volveré a murmurar con orgullo que ya  nada puede asombrarme. Pasó un año, pasará otro y será tan rico en sorpresas como el primero, por lo tanto hay que estudiar y aprender resignadamente”.
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José Gregorio Hernández era considerado un docente que sabía transmitir sus conocimientos , los cuales renovaba constantemente . A lo largo de su vida  nunca dejó de leer, ni de solicitar revistas especializadas, ni de adquirir libros que regularmente le llegaban de Francia.
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 Destacados médicos no vacilaron en dirigirse a sus bibliotecas en momentos difíciles. El Dr. Nicolás Burdenko (1876- 1946) es considerado uno de los fundadores de la cirugía rusa y el instituto de neurocirugía de Moscú lleva  su nombre. Sus conocimientos sobre shock y  suturas los empleó en cuatro guerras, incluyendo las dos mundiales. En la última de estas laboró como  cirujano principal del ejército soviético y recurrió por vez primera  a los antibióticos para tratar a los soldados heridos. Cuentan que  en un concilio médico cuando discutían un caso de dudoso diagnóstico  Nicolás Burdenko se levantó de repente y dijo: “ hay que revisar lo que piensan los científicos sobre estos casos”, e inmediatamente se enrumbó  a su biblioteca.
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 El Dr.  Gabriel Briceño Romero narra los momentos que sucedieron a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, especialmente lo relacionado a la búsqueda del método más adecuado para el  embalsamiento de su cadáver.,  de la siguiente manera: “En esas circunstancias, el doctor Franz Conde Jahn expresó poseer un libro adquirido en Paris, del cual era autor el profesor doctor Faure, pero no Jean Louis Faure, famosos catedrático y ginecólogo ,denominado “El embalsamiento desde los egipcios hasta nuestros días”  y que confidencialmente tenía allí, en su consultorio. Los médicos reunidos en ese consultorio examinaron la obra y escogieron su preparación…”
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   El insigne médico venezolano  Trompiz dice  “ya la conocida frase, una biblioteca es una algarabía universal, no cuadra solamente a las librerías multiformes y enciclopédicas, sino que le queda muy bien a cualquier biblioteca, por modesta que sea, de todo médico de preocupación intelectual”. Luego cita al Dr.  F. Arasa, quien expresa: “Se debe estar convencido de que no es posible llegar a alguna parte sin tener buenos conocimientos de todas las diferentes especialidades de la medicina; hoy día ya no basta con ser buen conocedor de una determinada rama especializada; hay que conocer todo lo relacionado con el cuerpo, el alma, el espíritu, el mundo que nos rodea”
   Lo anterior se refiere, evidentemente, a una preparación médica que contenga elementos de la cultura en general.  Esa cultura se logra mediante las lecturas constantes, diarias y sistemáticas.  El mismo Trompiz  sugiere las siguientes orientaciones “… la aventura de leer y estudiar es la que empieza a correr el joven desde que se da cuenta del valor de ambos términos en su proyección filosófica más que  literaria o gramatical y es una aventura llena de pasión y de belleza, y creo que nunca como en este sentido tiene más vigor la conocida frase de Anatole France : una biblioteca es una algarabía universal. En realidad, el sinnúmero de obras que se confunden unas con otras en sensibilidad estética, formato exterior, posibles argumentos, leyendas, historias, arte y ciencia; la Biblia aquí, el Diccionario Masónico allá, el Corán más allá, todo esto nos habla de mezcla, apelmazamiento, incomprensibilidad; y es como una gritería que viene a la mente que selecciona y recoge en su ataraxia y su sentido común, desde todos los rincones, y allí están para su gusto o disgusto, Kant y Hegel con su filosofía de la razón y del espíritu, Jasper, Heidegger, Marcel y Sastre con su filosofía de la vida; los clásicos y los modernos y, en cuanto a la medicina , su más lógica preocupación , allí tiene todas las teorías; unas periclitadas, y ,otras en plena vigencia; las viejas y modernas orientaciones escolásticas, hipocráticas y las nuevas corrientes neohipocráticas y reformistas, etc. En esa algarabía de France hay toda una invitación al espíritu par a su cultivo, y, el joven, si afina su intención de aprender, tomará como paradigma el libro o los libros y los autores de su predilección y como estas obras han de ser como pan de su espíritu, algo inestimable para sí, es bueno que glose en sus páginas o al final, los puntos clave que más han herido su sensibilidad. Más tarde, si continúa haciendo de esto un hobby, en el creciente río de su aprendizaje, florecerá, quizá, la belleza o profundidad de una idea original…, y , en caso de que esto no llegue a ocurrir, siempre se sentirá feliz de haber vivido esta aventura.”
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 De acuerdo a Ricardo Archila, G. Trompiz era un médico de inmensa cultura  que escribió libros que revisten interés científico, literario y filosófico. Practicó la medicina humanística, como parte del arte médico y de la medicina científica. Todas las anteriores son ramas de la medicina del hombre o medicina filosófica.
   Sobre la biblioteca de un médico Trompiz escribe: “… para entrarle a los filósofos de alta complejidad, hay que preparase primero leyendo en el silencio y la meditación a quienes han sabido entenderlos y han publicado sobre ellos trabajos admirables. Para entender a Zubiri, Heidegger, Jasper, siempre será, pues, necesario beber en las fuentes de López Ibor, Rof Carballo, Sarró, P. Gómez Bosque, F .Arasa , Biswanger, Boss, etc. Es de recomendar desde ahora, que así como el médico que empieza debe llevar una libreta sobre los casos raros y tratamientos especiales e ideas que van surgiendo en él a medida que trabaja , para más tarde sacar conclusiones de interés, también debe acostumbrase a ir  haciendo una biblioteca selecta de autores de las nuevas tendencias de la medicina…”
   Luego Trompiz nos explica cómo el médico debe organizar su biblioteca: “…dividir su estantería, colocada en el más silencioso rincón del hogar, por humilde que sea, en varios sectores: uno, para libros de clínica, sólo los indispensables para su rutina y los más importantes para consultar y , a su lado, las revistas de su predilección en el mismo sentido y coger dos horas diarias, preferible las del amanecer , para documentarse en ellos. Entre estos recomiendo las obras de Jiménez Díaz, L.F.  Pallardo, Fernández Cruz, Pedro Pons, Moguer Molins, etc, entre los españoles; Bauer, Mathes, Pette, Bock, Von Bergmann, etc, entre los teutones; Harrison, Cecil, Levine, Pickering, entre los anglosajones; Bikoww, Platonoff, Speransky, entre los soviéticos; Delay, Abrami, Guillain, entre los franceses, etc, Pende, Scopinaro, Furgón, entre los italianos. Otro sector para libros de interés subjetivo y revistas afines para dedicar, por semana, tres o cuatro horas, mejor nocturnas, leyéndolos a profundidad. Entre estos están las obras de López Ibor, Rof Carballo, F. Arasa, Lain Entralgo, Cavaleiro Goas, Gómez Bosque, entre los españoles; W. Alvarez, Wof Alexander, entre los norteamericanos; W.Frankl, W.V Weizsaecker, entre los germanos; Honorio Delgado, Alberto Seguin, entre los peruanos; Florencio Escardó,  Da Silva Mello, Autragesilo, entre los argentinos y brasileños , etc, etc. Y un tercer sector para miscelánea literaria que nunca debe faltar en un hombre que tiende cada día a ser universal y polifacético, y estos libros leerlos en momentos robados a su trabajo. Entrar en este recinto será para él su mejor hobby de donde nunca saldrá desilusionado; sino con nuevas ideas e inspiraciones. Sólo así, los médicos, además de ser humanos, sencillos y modestos en su actuación profesional y hospitalaria, serán miembros de una  élite intelectual , pero sin pujos de supersabios”.
   Notamos en las recomendaciones del Dr. Trompiz que la biblioteca debe tener diferentes divisiones que corresponden a  distintos tipos de libros como los médicos, los filosóficos y los de cultura general. Por otro lado la tendencia a mantenerse en contacto con el pensamiento universal, a través de autores extranjeros, es obvia por el catálogo que reseña. Pero también Trompiz aconseja leer libros intrascendentes dedicados al detectivismo, seguramente para variar y no tomarlo todo tan seriamente.
30
Queda claro que la biblioteca es un sitio acogedor, propicio para la lectura y la reflexión. Miguel de Unamuno reflejó ese aposento y su función en dos poemas. Citamos algunos versos de los mismos:
Es de noche en mi estudio:
Aquí, de noche, sólo, este es mi estudio;
 los libros callan;
 mi lámpara de aceite
 baña en lumbre de paz estas cuartillas,
lumbre cual de sagrario;
los libros callan;
 de los poetas, pensadores, doctos,
 los espíritus duermen;
 y ellos es como si en torno me rondase
 cautelosa la muerte.
 Leer, leer, leer la vida
 Leer, leer, leer, vivir la vida
 que otros soñaron.
Leer, leer, leer el alma olvida
 las cosas que pasaron.
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Por los párrafos anteriores es evidente que se refieren a una biblioteca clásica como un mueble abarrotado de libros, la cual ha sido desplazada por el mundo digital. No obstante, el rincón acogedor para la meditación con o sin una biblioteca a la vieja usanza o con una computadora u otro implemento digital puede tener un buen efecto inspirador, espiritual.
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Thoreau dice:
“Los libros transportan las civilizaciones. Sin libros, la historia estaría en silencio, la literatura enmudecería, la ciencia sucumbiría, y el pensamiento y la especulación se paralizarían para siempre”.
“Lee los buenos libros primero. Lo más seguro es que no llegues a leerlos todos”.
33
 En estos días  he disfrutado algunos libros: “Un hombre afortunado” de John Berger, sobre un médico comunitario que me ha hecho reflexionar acerca del papel de esos galenos en nuestros pueblos.  Conocí a los médicos comunitarios en Rusia y admiré su trabajo abnegado. Visitaban a los enfermos en su casa, llamaban y preguntaban cómo estaban sus pacientes. El libro de Berger es el relato de un médico que todo lo daba por sus enfermos a quienes trata con cariño. Su trabajo es muy apasionado.
En Venezuela cuando los jerarcas de esta falsa revolución inventaron lo de los médicos integrales comunitarios, yo inmediatamente lo asocié a la imagen idílica que tenía de estos médicos, Pero no, los primeros médicos integrales formados a empujones y a martillazos, según la apreciación de la Academia Nacional de la Medicina, me defraudaron: quería ser como los médicos cirujanos cásicos egresados de nuestras universidades tradicionales para acceder a posgrados que sólo corresponden a los citados médicos cirujanos. Lograron, incluso de los tribunales los equipararán de un plumazo.
Se perdió la intención, muy buena, de formar a un médico comunitario en Venezuela: acercar a este profesional al pueblo al darle sentido de pertinencia a su labor. Es decir, el nuevo médico integral debería sentir que el ambulatorio y la población circundante del mismo era su fin fundamental en el aspecto concerniente a su salud. Y hay todavía un tema subjetivo, pero no menos importante: el régimen favorece desde el punto de vista laboral y salarial a los médicos comunitarios; y esa discriminación es caldo de cultivo para la envidia y el atropello: algunos comunitarios abusando de su poder intentan humillar a sus colegas médicos cirujanos. La ignorancia es atrevida, dicen.
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 “Cuentos de La Alhambra”, son  exquisitas crónicas de Washington Irvin sobre la pasantía árabe en España y  que nos dejó su huella en nuestra lengua. Los árabes estuvieron en España desde el 711 hasta el descubrimiento de América en 1492. Nos legaron muchas de sus palabras que pasaron al español. Entre otras mencionamos: aceite, aceituna, adobe, aduana, ajedrez, alacrán, albahaca, alberca, alcalde, alcalino, alcatraz, alcázar, alcoba. Alcohol, alfil, alfombra, algarrobo, algodón, algoritmo, almacén, almanaque, almirante, almohada, alquiler, alquimia, amalgama, añil ,  índigo, arroba, arroz, asesino, atún, ayatolá, azafrán, azar, azúcar, azucenas, azul ,balde, barrio, berenjena, burca, camisa, café, cero, chivo, cifra, dados ,espinaca, fulano, gacela, guitarra, hachís, harén, hasta, imán, jarra,jaque  (en el ajedrez), jaque mate ,jirafa, laca, lila, lima , limón, loco, macabro, marfil , mármol, masacre, matanza, masaje, máscara, mezquita, momia, mono, musulmanes, naranja, olé, paraíso, rehén, rincón, sandía, sofá, sorbete, rubio, talco, tamarindo, tarea, tarifa, tártaro, taza, toronja , zafra ,zanahoria, zumo , y hasta cuando decimos ¡ojalá! Estamos invocando a su dios Alá (¡oh Allah!)
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 “Poesía para presidentes”,  de Enrique Mújica, un libro esclarecedor, liberador pero también desolador y pesimista: nada de lo que hagas vale la pena. Parece ser que alguien inventó la vida y nos dio algunas tareas para entretenernos mientras pasa el tiempo y llega la muerte. De esa manera el que hace poco se iguala con el que no hace nada y también con el que hace mucho. Al fin y al cabo todos somos iguales en un cementerio. Pero es importante saber que cada quien debe encontrar su camino para entretenerse en la vida. La ociosidad es la madre de todos los vicios, dice el refrán popular. Los psiquiatras saben ,a partir del  médico francés Pinel, implementador de las  reglas en los asilos de enajenados mentales, que los locos ocupados física y mentalmente se curan más rápidos que los perezosos.
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También he ubicado una obra  con mis notas al margen y párrafos remarcados: el “Diario de Ana Frank”. He aquí algunos de esos instantes (1944) resaltados con rojo de la Segunda Guerra Mundial y que me han hecho comprender que no se relaciona con el  déjà vu lo que siento, sino con una vieja lectura: “Se hace cola hasta para comprar verdura. Los médicos no pueden visitar a los pacientes, pues en cuanto vuelven la espalda le roban su vehículo; el robo y las raterías están a la orden del día, al punto que nos preguntamos qué ha sucedido con los holandeses, quienes de la noche a la mañana se han transformado en ladrones”
“Nadie se atreve a salir de su casa ni por cinco minutos, pues si te vas se van también tus pertenencias”.
“Todo el mundo se dedica al mercado negro…Los asaltos, los asesinatos, los robos son ya rutinarios. Policías y veladores participan en ellos como profesionales, pues todos quieren satisfacer su estómago a toda costa”. “El mundo entero está de cabeza. Las personas decentes son enviadas… a prisión o a temblar en celdas solitarias, mientras que la escoria gobierna  a jóvenes y viejos, a ricos y a pobres”.  Sin cometarios.
Pareciera que estamos hablando de la Venezuela de la revolución del socialismo del siglo 21.

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Gottfried Benn, destacado médico y poeta alemán, daba gran importancia a la preparación humanística de cualquier universitario.  Tenía en su biblioteca una Sagas de la antigüedad clásica, una antología en cuatro tomos de escritos griegos con textos filosóficos matemáticos, literarios, médicos e históricos (Recopilación de Ulrico Von Wilammowitz-Moellendorf, helenosta alemán). Los dioses de Grecia de  Walter Otto, La Filosofía del Arte de Hippolyte Taine, obras de Homero, Platón , Ovidio y Sófocles.
38
 De los libros sobre El Libertador sólo algunos me han impactado y se han quedado para siempre en mi memoria. Para conocer la vida íntima de Bolívar lo mejor es el Diario de Bucaramanga de Luis Perú de Lacroix, quien en 1828 se convirtió en la sombra del Libertador y les seguía a todas partes, incluso hasta el dormitorio. Por este diario sabemos que Bolívar le gustaba comer arepas, hacía el mismo sus ensaladas, rechazaba la mantequilla, de vez en cuando levantaba una  copa de vino, le encantaba jugar a las cartas; y cuando se enojaba su palabra preferida era “coño” (¿y para quién no es la preferida cuando estamos enojados?).
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La biografía del colombiano Indalecio Liévano Aguirre (“Bolívar”) es una de los más completas porque nos retrata al héroe de carne y hueso a través de muchas anécdotas sin que el rigor científico de la obra sea alterado: Bolívar le caía mal a Andrés Bello y a Humboldt , por ejemplo.  Por supuesto, ambos personajes cambiaron de opinión con el tiempo. 
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“Mocedades de Bolívar” de Rufino Blanco Fombona es un recorrido muy fresco de nuestro personaje cuando era un muchacho. La afición de Bolívar por montar a caballo era tanta desde su más tierna juventud que le pusieron por sobrenombre “culoehierro”.
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 Hay dos novelas interesantes: la de Gabriel García Márquez (“El general en su laberinto”), muy criticada por Cabrujas, pero que nos muestra al Bolívar derrotado por la enfermedad, aprovechada por sus enemigos lliputienses para llevarlo a la tumba. La otra  es la del ruso Vladímir Gúsev ( “Simón Bolívar , horizonte de Libertad”.), diseñada a través de las narraciones de algunos personajes del entorno de Bolívar. En el espíritu literario de la anterior está concebida la obra de teatro “La última audiencia”, de Adolfo Rodríguez, y que nos muestra a Bolívar en su lecho de muerte hilvanando sus ideas en medio de la confusión mental que le provoca la enfermedad.
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 El ruso José Lavretski, famoso espía soviético (lo supimos después que la KGB desclasificó sus documentos) que tomó parte en los preparativos para asesinar a Trotsky  y luego se convirtió en escritor y académico (lo conocí en Moscú en su profunda vejez y hasta me autografió algunos de sus libros) publicó una biografía de Bolívar  en la que yo destaco un retrato del héroe realizado en Moscú en 1829, con la peculiaridad de que no se parece ni al de José Gil de Castro (el más exacto, según el propio Bolívar) ni a ninguno de la colección Boulton. En realidad se parece a un campesino ruso en traje militar.
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En “Acción y utopía del hombre de las dificultades”  de Miguel Acosta Saignes, Bolívar es analizado desde la perspectiva del marxismo (como en el libro del cubano Francisco Pividal: “Bolívar, pensamiento precursor del antiimperialismo”) y yo lo veo con una especie de Job, ese personaje bíblico que es sometido a todo tipos de pruebas y obstáculos por Dios; pero, sin embargo, sigue adelante con la fe y convicción   de que saldrá airoso.
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Y ya que hablamos de marxismo es bueno recordar la peor biografía que he leído sobre nuestro máximo héroe: la de Carlos Marx y que se llama “Simón Bolívar y Ponte”. Está escrita con mediocridad, ligereza y hasta con envidia. Bolívar es un don nadie, según el alemán. El desaparecido  Instituto de marxismo-leninismo de la también desaparecida URSS hizo algunas aclaratorias. Algo así como que Marx se estaba muriendo de hambre y quiso matar un tigrito y los norteamericanos le entregaron con  mala intención unos panfletos antibolivarianos como bibliografía.
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Muchos pensadores han afirmado que el hombre es un animal de costumbres. Por eso para los tiempos decembrinos acostumbro leer siempre los mismos libros; aunque  en los días navideños de 2017  me entretuve con unos textos de Haruki Murakami, por recomendación de mi hija Natalí. Los de Murakami, escritor japonés ampliamente reconocido, son “De qué hablo cuando hablo cuando hablo de escribir”, “Escucha la canción del viento” y “Pinball 1973”.
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Los favoritos para esta época de fin de  año son “Canción de navidad” de Charles Dickens; “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús”, de José Rafael Pocaterra; “Metchnikov y los fagocitos”; y, anexado en los últimos tiempos a mi alforja de preferidos, “Los reyes magos, el nacimiento de Jesús y la estrella de Belén”, del filósofo e historiador Vladimir Acosta.
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 Canción de navidad nos recuerda que fuimos y siempre seremos niños, que muchas veces esperamos impacientemente la llegada del niño Jesús y sus regalos, que en algunas ocasiones tratamos de no dormirnos para sorprender y ver con nuestros propios ojos al  niño Jesús en persona, pero que al fin nos venció el sueño; y que sufrimos una gran desilusión cuando nos enteramos que el niño Jesús eran nuestros padres.
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 Panchito Mandefuá es un relato muy triste y conmovedor para entender  a los que no tienen nada que celebrar. Las navidades  de la Venezuela chavista, son las de Pachito Mandefuá.
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La vida de Metchnikov, narrada por  Paul de Kruif en “Cazadores de microbios”, está entre mis relatos favoritos  porque un arbolito de navidad ayudó al científico ruso en su descubrimiento de la fagocitosis, sin el cual no se entendería un simple examen de hematología o hemograma.
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Por último, Acosta demuestra con abundancia de datos históricos y rigurosidad metodológica que  el nacimiento de Jesús en un pesebre, los reyes magos y la estrella de Belén son unas leyendas hermosas. Nada de eso existió, dice. Sin embargo, todos los humanos tenemos un pensamiento mágico ancestral y, aun siendo muy científicos, no permitimos que nos arranquen de nuestros corazones el espíritu de la navidad.


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A Sangre Fría, de Truman Capote, es una de las mejores novelas de no-ficción (parece un reportaje periodístico) que he leído.             Hay una película sobre cómo Capote escribió la novela. A Capote lo interpreta Hoffman , quien aparentemente se suicidó, como Robin Williams. El propio Capote murió en condiciones extrañas. Todos estos personajes fascinaban a Argenis Rodríguez (el Charles Bukowski venezolano) por lo del suicidio. Argenis Rodríguez hizo suya la afirmación de un personaje de Dostoievski, quien solía decir que es una vergüenza vivir más de cuarenta años. Si a esa edad no se ha hecho nada, suicídate. Eso fue lo que hizo Argenis. Cumplió con sus creencias y teorías sobre la vida y se ahorcó.
No creo en eso.  Puede ser que uno  no haya hecho nada a los cuarenta años, pero debe tener  una lista muy grande de libros por leer, y eso ya justifica su existencia. Estoy con Voltaire, quien como ateo militante  hablaba muy mal de Dios y decía estar de acuerdo con el suicidio. Sin embargo, cuando le preguntaban al caminar por un puente  porque no se suicidaba lanzándose al vacío para demostrar sus ideas, el muy ateo Voltaire contestaba cínicamente: “Dios me dio la vida y solo Él me la quitará”.
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Chejov según Chejov .Así se llama el libro de Sophie Laffitte sobre el médico y escritor ruso Antón Chejov, padre del cuento corto. La sensibilidad mostrada por Chejov en sus relatos le viene desde la infancia cuando no soportaba la crueldad hacia los animales. Al llegar a una ciudad visitaba primero los cementerios y los circos. Leía  a Marco Aurelio y escuchaba a Chopin y a Bethoven .
Algunas frases extraídas del libro:
-Los enamorados se comprenden mejor cuando callan (“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”)
-Sólo en el mar y en la estepa, durante una noche de luna, puede apreciarse la infinidad e inconmensurabilidad profundidad del cielo. Es terriblemente tierno y bello.
-Lo importante es ser justo y todo lo demás vendrá por sí mismo.
-La vida es difícil para  quienes tienen la audacia de ser los primeros en tomar un rumbo desconocido.
-Solo los imbéciles y los charlatanes  lo saben todo.
-Qué música maravillosa es el silencio de la noche.
- Cuando escucho la Sonata del claro de luna me parece que mi vida no es tan desgraciada y que todavía tengo la posibilidad de rehacerla por entero.
- La felicidad y la alegría no están ni en el dinero ni en el amor, sino en la verdad.
- Amo la naturaleza y la literatura, amo a las mujeres bonitas  y odio la rutina y el despotismo.
-Cuando la humanidad aprenda verdaderamente  a aliviar sus sufrimientos con pastillas y gotas .dejará a un lado fatalmente la religión y la filosofía.
-Entre decir “Dios existe” y “Dios no existe” se extiende un campo inmenso que apenas el sabio verdadero es capaz de atravesar.
-No me permitas, Dios mío, juzgar a nadie o hablar de lo que nada sé.
- Cuando el alma está atormentada. ¡Qué triste resulta estar solo!
-El hombre de bien puede sentirse avergonzado incluso delante de un perro.
(Esto último es muy cierto como todo lo de Chejov: siento lástima cuando miro un perro hambriento hurgando en la basura; y más lástima ahora cuando muchos venezolanos compiten con los perros entre los desperdicios)

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Ernesto Sábato se confesó   en su libro “Antes del fin”. Dijo cosas amargas y fue  profundamente pesimista. Seguía pensando, como en su juventud, que la vida en un inmenso e incomprensible túnel. Quien está para morir, suele decir verdades. La frase cervantina cobra fuerza  en esta obra otoñal de Sábato, donde brevemente recorre su vida y explica los principios que la guiaron.
            Lo mejor de este mundo es la infancia, dice Sábato. En esa época todo es eterno y no hay límites, contamos los periodos según las fiestas, los cumpleaños, las navidades y el paso de los Reyes Magos. El autor del El Túnel recuerda su infancia solitaria, las tormentosas pesadillas y el sufrimiento del sonambulismo. Su madre fue comprensiva y bondadosa. El padre fue un déspota, no obstante, Sábato no lo reprocha. Por el contrario le agradece la disciplina férrea que contribuyo a forjar su carácter severo para enfrentar las adversidades.
            Sábato, en su juventud, busco la verdad en el materialismo dialéctico, en la física u en las diferentes manifestaciones del arte. Llegó  al ateísmo , pero luego aceptó  a Dios como un algo “Absoluto”. Más tarde, ante tanta injusticia y miseria, expresa que si dios existe este bien enmascarado. La vida –dice- es una realidad dura, un túnel, un callejón sin salida, una desolada confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones.
Sábato leyó  a Julio Verne, Schiller, Goethe, Rousseau, Dostoievski, Tolstoi, Chejov, Gogol y Poe. Estas lecturas le hacen llevadera la vida, compleja, contradictoria, inexplicable. Vivir es un viaje incomprensible hacia la muerte. Leer ayuda a soportar ese viaje. Sábato pierde a su hijo y luego a su esposa. Se siente solo, y la última soledad es la del amante sin su amada, la del hijo sin el padre y la del padre sin el hijo.
Es decir, buscamos una verdad a través de los años y recibimos mucho dolor. El paso del tiempo refuerza el dolor. En las crisis totales solo el arte puede expresar la angustia y la desesperación del hombre. Así lo entendió cuando le tocó decidir entre la física y la literatura. ¿Por qué abandonó su trabajo como físico al lado de Marie Curie con tantas perspectivas? Quiso suicidarse en el Sena y decidió escribir El Túnel. Para Sábato la función de la filosofía no está en la relación entre la conciencia y materia, como sostenían los marxistas. Milita en el existencialismo de Camus: la filosofía nos debe ayudar para decidir si vale la pena seguir viviendo o suicidarnos.
Sábato habló de la globalización, del neoliberalismo, del desempleo. Como Galiano entiende que el hombre contemporáneo le teme más al desempleo que a la muerte. Dios y el demonio se disputan el alma del hombre, y el hombre batalla todos los días en el medio del caos y la desdicha. La realidad macroeconómica no se compadece con el microcosmos del hombre sencillo. Los de arriba se ocupan más del producto interno bruto. Será por eso que nuestra educación nos hace cada vez más brutos. Todo esto entristeció  a Sábato. Y con la tristeza las cosas se le  vuelven alma como a Cioran , o  filosofía como a Epíteto.
Antes del fin está impregnado de nostalgia por el pasado, temor por el presente y pesimismo ante el futuro de la humanidad.
Sábato expresó  pensamientos así:
-Sin utopía ningún joven puede vivir en una realidad horrible
-Es necesario escribir y meditar para vivir.
-Una novela profunda surge frente a situaciones límites de la existencia, dolorosas encrucijadas en que intuimos la insoslayable presencia de la muerte.
-La vida es un borrador que no podemos corregir.
-El arte salva de la locura.
-El ser superior es tratado con mezquindad y reticencia por sus colegas.
-En cada niño indigente veo un Rimbaud.
-Llegamos a la ignorancia a través de las razones.
-Dios parece esconderse detrás del sufrimiento.
-La depresión es un lujo. Hay que sobreponerse.
-Vivimos entre la desesperación y la esperanza.
-Que desdichado es el hombre que solo cuenta con la razón. La mayor nobleza del hombre es la de levantar su obra en medio de la devastación, sosteniéndole infatigablemente, a medio camino entre el desgano y la belleza.
-Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.
Con este último pensamiento Sábato se hizo  menos pesimista y trató de darle un mensaje de aliento a las nuevas generaciones, y aceptó que vale la pena vivir para luchar por lo demás, por nuestros seres queridos y por los desamparados. Incluso vale la pena luchar por las pequeñas cosas materiales que nos pueden deparar momentos fugaces de felicidad.
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Arturo Uslar Pietri dijo que Juan Vicente González (1810-1866) fue el escritor más polémico de su época y comparó su aspecto físico con el de una grulla, porque su enorme cuerpo reposaba sobre unas muy delgadas piernas.
En la biografía de Juan Vicente González   escrita por Lucía Raynero se retrata al escritor como un hombre pugnaz, conocedor de los clásicos griegos y latinos. Por eso dijo: “Las épocas clásicas de Grecia y Roma son el objeto de la constante emulación de todos los siglos; no se llega a escribir bien sino imitándoles”.
En materia periodística se enfrentó a Antonio Leocadio Guzmán, a quien incluso apresó cuando se escondía en un fogón. De Guzmán dijo: “Hombre sin fe, trastornador público, empleado sin probidad, azote de su propia familia, la guerra entre nosotros va a ser de muerte. Yo le denuncio a usted como conspirador, y usted sabe que me consta.¡Malvado! Conozco que soy el brazo de Venezuela contra su peor enemigo”.
 Pero también era poeta y galante. A la soprano alemana Cecilia Saemann escribió: “ Cecilia, envíame una rosa de las que se hayan enredado en tus cabellos, para que exhale su resto de perfume en mi sepulcro”.
Páez lo apresó y una vez cuando el dictador visitó la cárcel, Juan Vicente le gritó: “! Miserable, has borrado la fábula que te inventó mi cariño”. Le dio la espalda y se sentó a escribir. Y tenía razón porque antes había elevado con sus escritos al panteón  de los semidioses al Centauro del llano.
Cuando lo llamaban “Tragalibros” él respondía “y tú, “Tragalibras”. Consideraba a los libros unos amigos fieles que no engañan. Para JVG la  historia era parte de la literatura, parte integrante de las bellas artes. Fue un romanticista. Enfrentó a Falcón, quien luego le compró su biblioteca para paliar su extrema pobreza. Le recordaron que en otra época había escrito un duro perfil sobre el general; pero él respondió: “Es que antes lo veía de perfil, y ahora lo veo de frente”.
Murió de una gangrena por diabetes. Alguien le preguntó por su salud, unos días antes de morir, y él contestó: “Aquí pensando que el sol de mañana no calentará mis tristes huesos”.
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Argenis  Rodríguez lo repetía hasta el cansancio: lo que más amaba en esta vida era la lectura.  Una pasión desmedida por los libros le hacía relegar cualquier otra actividad por lo que solía decir que resumía su paso por la existencia con una sola frase: confieso que he leído.  Cuando no leía, escribía, y sus escritos lo hicieron “el más joven cultivador del género narrativo en la última promoción de escritores”, según lo afirmó Pedro Díaz Seijas en 1986.
            Para Argenis la novela nace con Cervantes, quien se inspiró en las lecturas de los cuentos italianos; pero son los ingleses como Charles Dickens, quienes le dan el tinte social al género.  Flaubert, con Madame Bovary, hizo hincapié en la protesta social.  El naturalismo nace como Zola y la introspección aparece como James Joyce.  El Ulises de este último autor fue lectura preferida de Argenis y la influencia de la misma en su obra posterior ha sido recalcada.  Salvador Garmendia lo escribió así: “Argenis se leyó casi todos los libros; pero no todos por haber pasado demasiado tiempo descifrando el Ulises de Joyce… cuando comenzó a escribir a prisa y en las hojas de un cuaderno a rayas, lo hizo con la falta de modales, desparpajo lexical, la inclasificable sintaxis y el desdén arrogante por el uso del tiempo y demás previsiones formales, con que aquel libro de horas, blasfemo, fugaz, irreverente, le había encendido las ideas noche a noche.  Esa escritura exasperada, erudita, fantástica y demencial se convirtió en su religión secreta.  Como diabólico saltamontes joyceano quería saltar en una misma línea, del lecho conyugal al burdel, de la piedad al desenfreno, de la soledad más oscura a la claridad indecente y maltrecha de las calles.  Puedo imaginarlo, releyendo en alta voz, cien veces seguidas, y por último ya a ojos cerrados como si repitiera obsesivamente una lección que se niega a revelar su sentido…”
El cuento y la poesía, como los géneros más antiguos de la literatura, ocuparon la atención de Argenis de manera especial.  Para él, la Biblia era un cuento largo, o varios cuentos, Chejov es uno de los mejores cuentistas y Horacio Quiroga le atraía por la ola de suicidios que lo envolvía.
Julio Cortázar explicaba el boom como un fenómeno literario en un determinado punto del planeta, cuyo auge y desplazamiento obedece al capricho de los tiempos y la geografía.  El decir en un momento dado favorece la cultura y específicamente la literatura en determinado país o continente.  Para Argenis el boom es la continuidad del arte literario y donde las mejores tradiciones de las letras se conservan a través del hilo narrativo.  Por eso la influencia palpable en las obras de los autores del boom, de Camus, de Sartre, Joyce, Flaubert, Faulkner y Hemingway.
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En tiempos pasados no existían  institutos ni universidades; pero existían Escuelas y   Maestros. Las Escuelas y los Maestros eran conceptos superiores a los que tenemos hoy en día sobre esas mismas palabras. Así tenemos, por ejemplo, la Escuela de Aristóteles, la Escuela de Pitágoras, y la Escuela de Hipócrates.
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El Maestro buscaba la sabiduría, no el conocimiento vulgar y práctico.
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El alumno o discípulo elegía a un Maestro, lo seguía para aprender y obtener el conocimiento sobre el sentido de la existencia. A veces el Maestro elegía a sus discípulos. Maestros y alumnos tenían como tarea hacer las indagaciones pertinentes para encontrar la verdad.
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Se encontraba la verdad cuando se llegaba a la sabiduría. La verdad era una noción que proporcionaba calma y placer espirituales porque daba respuesta a una pregunta transcendental: ¿Para qué vivimos?
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La sabiduría era    una llama que guiaba al Maestro por los caminos de la vida.
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La sabiduría estaba por encima de los estudios: Sócrates no sabía leer ni escribir, pero lo consideramos el gran Maestro de la ética.
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Platón  sabía leer, pero buscó a Sócrates para aprender de él.
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 La búsqueda de la verdad con fervor ya es sabiduría. Es decir, la importancia está en el camino mismo hacia la verdad, no en la propia llegada. Porque tal vez nunca lleguemos.
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Para el Maestro el simple conocimiento no es sabiduría.
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Se puede masificar la educación, pero no la sabiduría. ¿Cuántos maestros y alumnos necesitamos? No sé, pero Cristo (por dar sólo un ejemplo) con doce discípulos, con sólo doce, nos hizo a todos más humanos.
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 La Ciencia y el arte  han atravesado un  largo camino que partió  desde la  magia y el mito. La escritura, los libros y las bibliotecas nacieron en Sumer. En esta región la escritura fue inventada cuando el  mensajero de un rey de  Uruk hizo un largo viaje y al llegar a su destino no dijo nada porque estaba muy cansado. Desde ese momento se decidió enviar mensajes escritos .En la  misma ciudad de Uruk el héroe Enmelar olvidó escribir sus hazañas por lo que fue condenado a beber agua putrefacta en el infierno. Es decir, escribir era muy importante para los habitantes de Sumer, quienes denominaron a las bibliotecas “é-dub-ba” (casa de las tablillas). En efecto, los libros eran tablillas de barro, unidas con bisagras de hierro,  trabajados con la primera de las escrituras: la cuneiforme.
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 Asurbanipal ( 627 a de C) , rey de Nínive ,  fue el primero en coleccionar libros y colocarlos como en las modernas bibliotecas. El escribió: “Lo mejor del arte del escriba, que ninguno de mis antecesores consiguió; la sabiduría de Nabu, los signos de la escritura, todos los que han sido inventado, los he escrito en tabletas, los he ordenado en series, los he coleccionado y los he colocado en mi palacio para mi real contemplación y lectura …”
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 En Egipto un libro era un papiro (pa-pa-ra : perteneciente al rey) u hoja proveniente del secado de los filamentos de una planta. Las bibliotecas eran sagradas  y tenía la inscripción  “Lugar de cura del alma” porque eran también consultorios donde los médicos evitaban  que “ka” o el  alma abandonara el cuerpo. Los textos se protegían en un templo llamado Casa de la vida.
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 En Grecia llamaron al libro “biblos” en honor a la ciudad fenicia Biblos. Quinientos años antes de Cristo, los griegos hicieron una revolución al convertir la escritura y la lectura en actividades comunes. Un libro era un rollo de papiro que se consideraba publicado al leerse en público. Se sostenía con la mano izquierdo y se desenrollaba con la derecha. Dos tomos eran dos rollos. Anaxágoras fue el primero en publicar un libro con dibujos .Uno de los primeros poemarios publicados fue el de Alemán de Sardes. Un verso suyo  es muy lapidario y hermosos: “Yo conozco el canto de todos los pájaros”.
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   Platón creó  una biblioteca en su Academia, dedicada al héroe Academos . Allí tenía sillas, pizarrones, globos que representaban al cielo, mapas, pinturas sobre Sócrates, un reloj de su propia invención y papiros.
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   Bión de Borístrenes , filósofo que vivió 300 años antes de Cristo, consideraba que los libros leídos debía ser quemados; además  decía constantemente que “el peor mal es no sufrir ningún mal”.
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  No existen parámetros generales para seleccionar  un libro, cada lector tiene el derecho de escoger una obra a su gusto y preferencias. No obstante; siempre los especialistas han tratado de establecer ciertos criterios especialmente para orientar a las generaciones más jóvenes  que se inician en el fascinante mundo de la lectura. El Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa (LBPF) escribió un opúsculo que trata del tema: “La Magia de los libros”,  el cual se inicia con las palabras de Plinio citadas en la primera página del Lazarillo de Tormes: no hay libro, por malo que sea, que no tenga una cosa buena.
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 El amor a la lectura debe inculcarse desde la infancia. La tiza, los lápices, los papeles, los dibujos, la biblioteca del hogar, por muy humilde que sea, predispone el ánimo del niño para seguir el camino de los libros. El Maestro LBPF hace una advertencia sobre los textos escolares que mantiene su vigencia: los alumnos pueden desarrollar rechazo hacia la lectura al relacionarla con las tareas tediosas y rutinarias contenidas en la mayoría de los textos.
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LBPF aconsejaba leer primero los autores nacionales, luego los latinoamericanos y más tarde los del resto del mundo. Cada libro tiene su época: El Principito para la niñez, María para la juventud, Crimen y Castigo para un poco más tarde, El Quijote y La Biblia para leerlos siempre. Muchos grandes tuvieron un libro de cabecera: Bolívar cargaba siempre El Contrato Social, Napoleón le hacía correcciones al Príncipe, nuestro inefable Gómez sólo leía a Maquiavelo, y Betancourt tenía entre sus favoritos a Los Ensayos de Montaigne; otros indagan constantemente en el mundo de la poesía como en el caso del poeta Carlos García que encuentra todas las respuestas a los problemas de la vida en Hojas de Hierba de Whitman.
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 LBPF en alguna parte dice: “Vivir, sin duda, es más importante que leer pero leer ayuda a vivir en plenitud, contribuye a hacer la vida más hermosa, más amplia, más generosa”.
 Osorio y Gallardo decía: “ De no leer viene el atasco intelectual, a atrofia del gusto, la rutina para descubrir y escribir, los envilecimientos del lenguaje”.
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En su libro  La Magia de la crónica  Earle Herrera define la misma como un género que tiene relación  con la historia, la literatura y el periodismo, siendo  la forma más limpiamente literaria de este último.
La crónica apareció con la misma escritura en los albores de la civilización en Mesopotamia con las tablillas en cuneiforme. Los sumerios pensaban que todo lo registrado en sus bibliotecas tenía un gran poder más allá de lo inmaterial. En nuestro continente su origen se remonta hasta la propia llegada de los españoles: Colón fue el primer cronista con sus cartas y sus interesantes diarios donde registró con todos los detalles sus peripecias. Le siguieron conquistadores, aventureros, soldados y religiosos. Todos sintieron la suprema necesidad  espiritual de escribir, relatar, comentar e historiar la nueva realidad que vivían. En Venezuela Juan de Castellano hizo crónicas en versos rimados y  de esa manera recogió la historia de la conquista. Bartolomé de las Casas, José Oviedo y Baños, Francisco López de Gomara,  Alejandro de Humboldt y  el obispo Mariano Martí escribieron sus crónicas y sentaron las bases de la historiografía nacional. El estilo de algunos de estos autores estaba en la frontera de la realidad y el mito. Esto hizo decir a Alejo Carpentier que la historia de América era una crónica de lo real maravilloso.
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La crónica es el cuento de lo que ve y oye el que escribe, y contiene todos los géneros literarios; pero siempre partiendo de un hecho real aunque puede tener elementos que sobrepasan la realidad. Según Herrera, la crónica  debe ser un relato fidedigno de los hechos, aunque carezca de un orden cronológico, narrados amenamente, con humor y mucha poesía y un estilo peculiar y subjetivo que identifique al autor.
Herrera afirma que el hacedor de crónicas nos va develando  los secretos y encantos de lo cotidiano. Cada efímero instante  de la vida del hombre logrará captarlo con su especial sensibilidad o percepción y  expresarlo con gracia o con humor, con fuerza o poesía, en el breve pero iluminador espacio de la crónica, que reproduce en la escritura los instantes de la vida, con sus cosas grandes y sencillas.
Con respecto a la extensión, López Gomara prefirió hacer crónicas breves “que a todos place; solamente descontenta a los curiosos que son pocos, y a los ociosos que son pesados”.  Cervantes por boca de El Quijote dijo que lo bueno si es mucho, aburre; mientras que lo malo si es poco, puede gustar.
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Traiciones de la memoria, así se llama el libro del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, donde habla de su vida  pero en forma de cuentos combinados con el ensayo. La mayoría de las  obras literarias contemporáneas  ya no se pueden encasillar  con una etiqueta  específica; porque  en el marco de la posmodernidad, tienen un toque de cada uno de los géneros conocidos.
 De los tres relatos: Un poema de bolsillo, Un camino equivocado y Ex futuros, me impactó más el primero. El autor trata de averiguar si unos versos encontrados en un bolsillo de su padre asesinado pertenecen a Jorge Luis Borges. El poema dice:
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adam y que es ahora
todos los hombres, y que nos veremos.
Ya somos  en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte, y las endechas.
No  soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre
Que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
está meditación es un consuelo.
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 En la búsqueda del verdadero autor del texto lírico, Abad hace profundas reflexiones sobre la vida a través de  la memoria: “…Qué queda de la vida cuando uno no la recuerda ni la escribe? Nada. Hay muchos pedazos de nuestra vida que ya no son nada, por un simple hecho: ya no los recordamos. Todo lo que no se recuerda ha desaparecido para siempre”. Y prosigue: “La vida a veces tiene la misma consistencia de los sueños que, al despertarnos, se desvanecen. Por eso uno debería tener con ciertos episodios de la vida-tal como hacemos con algunos sueños-la precaución  de anotarlos  porque si no, se olvidan y se disuelven en el aire”.
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Podemos confundir, con el paso de los años, la realidad con la fantasía. Eso es la confabulación de la memoria: la aparición de recuerdos de experiencias que en realidad nunca han tenido lugar. Sobre un mismo hecho los testigos pueden dar diferentes versiones. Todo depende de la valoración que haga cada uno del mismo. “Las vivencias se olvidan, las cosas se pierden”.
Un mismo relato tiene sus variaciones. La memoria solamente es confiable cundo es imperfecta y “ que una aproximación a la precaria verdad humana se construye solamente con la suma de los recuerdos imprecisos, unidos a la resta de los distintos olvidos”.
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 Recordamos las cosas no tal como ocurrieron, sino tal como las relatamos en nuestro último recuerdo, en nuestra última manera de contarlas. El relato sustituye a la memoria precisa, afirma Héctor Abad y continúa: “Así son los recuerdos, traicioneros, huérfanos de su prueba testimonial de piedra o mármol”. La memoria superpone en el mismo espacio recuerdos de tiempos distintos: “No es una falsedad, es un detalle de un tiempo trasladado a otro momento”.
 Abad indaga sobre el origen de poema en periódicos, revistas y libros viejos. Viaja a diferentes lugares. Hace entrevistas y compara las diferentes versiones para concluir que los versos pertenecen a Borges. En el libro hay abundante material fotográfico con apuntes de puño y letra del autor que permiten ir junto con él  tras la huella de sus investigaciones.

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 En Ex Futuros se analiza el papel de la literatura, la cual  compara con la locura: “Siempre he pensado que la pasión literaria, el gusto por imaginar historias, por sumergirnos en ellas y encarnar en personajes  que somos nosotros, tiene un parentesco estrecho con la esquizofrenia, con la demencia…”
“Escribir ficciones tiene algo de locura controlada”. El escritor se refleja en sus personajes imaginarios. La bondad de Don Quijote era una de los atributos de Miguel de Cervantes. Flaubert dijo que él era Madame Bovary. El novelista se desdobla. Borges afirmó: “Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”.
 La literatura, como el juego del ajedrez sirve para analizar las variantes  de la vida. Podemos regresarnos, como en una partida del juego ciencia, y analizar porqué ganamos o perdimos. Un libro puede ayudarnos a ubicarnos mejor en el contexto de nuestros problemas. Lo que fuimos y lo que no fuimos sólo será, con el paso del tiempo, fantasmas. Y los fantasmas están en la literatura.
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El doctor Héctor Abad es recordado por su hijo con nostalgia (en “El olvido que seremos”) con  dolor y cariño en páginas dramáticas, hilvanadas con impresionante suspenso lírico. A diferencia de Kafka que le escribió una carta a su padre para reprocharle su despotismo, el autor del “Olvido que seremos” le escribe a su progenitor para decirle que fue un gran padre, amoroso y comprensivo; pero con la triste convicción de que jamás leerá sus notas.
El autor recoge los pasos de su padre asesinado y revisa sus papeles con muchos consejos: “Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz”, porque la vida es dura y la única receta para poder soportarla es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. El dinero se debe perseguir con un solo fin: para poder conservar y defender a toda costa la independencia mental, sin que nadie nos pueda someter a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos. Sobre la educación institucional decía que para enseñar había que combinar el conocimiento, la sabiduría y la bondad. El mejor método en el aula es el socrático: hacer preguntas interesantes para incentivar la curiosidad de los estudiantes. Demostrar la máxima aristotélica de que el mayor placer está en la búsqueda del conocimiento. El autor tiene un peculiar concepto sobre la vida y considera que la muerte de un recién nacido o la de un viejo duelen menos. El periodo más provechoso está entre los quince y los treinta años. Después decaemos y cuando nos acercamos a los cien años coincidimos con el feto y ya nada importa.
La muerte de una hermana de apenas dieciséis años marca a la familia. Un melanoma, cuyo origen estaba en unos lunares, descritos como un rosario de bolitas infernales, destroza a todos los miembros del clan. La enfermedad, como todas las incurables, hizo que se recurriera no sólo a medicina científica, sino también a  la  mágica porque no importa la procedencia del medicamento, si el mismo abre una esperanza para la cura.
Héctor Abad Faciolince siempre pensó vengar la muerte de su padre; pero con el paso del tiempo cambia de parecer y reflexiona: “…entendí que la única venganza, el único recuerdo y también la única posibilidad de olvido y de perdón, consiste en contar lo que pasó, y nada más”. Con estas palabras finales recordé a Argenis Rodríguez, quien solía decir que había matado a todos sus enemigos con una pluma.
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 Gabo: cartas y recuerdos, así se llama el libro del afamado periodista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza (PAM), y en  el cual  habla (en 250 páginas) de su amistad con Gabriel García Márquez (GABO), desde los tiempos universitarios hasta que lo acompañó a recibir el Premio Nobel de Literatura. Esa amistad estableció fuertes lazos desde el momento que Plinio Apuleyo se atrevió hacerle observaciones a uno de los primeros libros del Gabo. Desde entonces el autor de Cien años de soledad le confió la lectura de sus libros antes de publicarlos.
Esta obra de PAM es una cátedra de periodismo, literatura e historia contemporánea.
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Gabo, según PAM, “le robaba horas enteras para escribir cuentos o novelas”, cuando dejó definitivamente la universidad para dedicarse de lleno  a lo que más amaba: la literatura.
Gabo se refiere a su disciplina férrea así: “La verdad es que la disciplina te la da el propio tema. Si lo que estás haciendo te importa de veras, si crees en él, si estás convencido de que es una buena historia, no hay nada que te interese más en el mundo y te sientas a escribir porque es lo único que quieres hacer…”. “El deber de un revolucionario es escribir bien …(y) la única posibilidad que se tiene de escribir bien  es escribir las cosas que se han visto”. Gabo es terriblemente exigente con sus manuscritos, los cuales pasan por todos los filtros “hasta quedar seguro que no le falta ni le sobra una sola coma.
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PAM pensó siempre que Gabo tenía su vida muy planificada para llegar hasta donde llegó; sin embargo, una vez le confesó entre copas de champaña: “Yo no sabía , te lo juro, hasta donde podía empujar el carro. Simplemente me levantaba cada mañana, sin saber que iba ser de mí, y lo empujaba. Un poco más. Siempre un poco más, sin saber si llegaba o no llegaba. Sin saber nada”. Luego Gabo se compara con Macomber, el personaje de Hemingay que sale a cazar un león con miedo, pero igual lo mata, y agrega: “Todos tenemos que cazar un león. Algunos hemos llegado a hacerlo. Pero temblando”; y PAM filosofa dialécticamente  que del miedo nacen los valientes; del fracaso, el triunfo; y del infortunio, la dicha.

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Al principio de la revolución cubana ambos escritores fueron invitados a un fusilamiento, pero declinaron la invitación “porque a la muerte y al amor no se  les puede mirar por el ojo de la cerradura”.
PAM fue simpatizante de las revoluciones comunistas, pero luego las rechaza por ser sectarias y dogmáticas .No acepta que estos movimientos políticos confíen el poder a un solo jefe, con cuya desaparición una burocracia gris y férrea pretende eternizarse. Critica que en los regímenes de corte comunista se limite la libertad de expresión recurriendo a eufemismo y al idealismo semántico. También critica irónica y duramente a los falsos revolucionarios que no beben champaña en público argumentando el sufrimiento del pueblo, pero si lo hacen en privado al menos que lo prohíba un problema cardíaco”.
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PAM  se refiere al caso Padilla, encarcelado en Cuba por sus ideas (1971) que dividió a los intelectuales de la época. Muchos no dudaron en ver que la revolución cubana estaba tomando un rumbo autoritario y represivo( Vargas Llosa y más de medio centenar de escritores  protestaron contra el régimen de Fidel Castro); otros como el propio Gabo, callaron; pero Julio Cortázar era el más radical a la hora de seguir apoyando a Fidel Castro .Esto le  valió el calificativo de “viejo verde de la política”: “porque llegó al compromiso con la revolución , con la izquierda y con el socialismo a una edad crepuscular, pero con el fervor enteramente acrítico de un adolescente”.
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Plinio Apuleyo Mendoza y Gabriel García Márquez tenían opiniones distintas sobre las revoluciones latinoamericanas; pero seguían siendo buenos y viejos amigos a pesar de esas diferencias políticas “porque se han acostumbrado a no tocar el tema, salvo por un ocasional intercambio de bromas”.
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PAM recuerda que cuando acompañó a Gabo en Estocolmo para recibir el Premio Nobel, éste le murmuró, sorprendido ante la parafernalia de la ceremonia con luces, flores y trajes de etiqueta: “Mierda, esto es como asistir uno a su propio entierro”.
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Fernando Báez en su importante obra “Historia Universal de la destrucción de libros” dice que un biblioclasta es aquel que destruye libros .Grandes prensadores fueron biblioclastas. René Descartes sugirió a sus lectores quemar los libros anteriores a su nuevo método. Igual petición hizo el filósofo David Hume. Borges escribió que la renovación del presente consistía en quemar el pasado por eso de tiempo en tiempo era necesario destruir la biblioteca de Alejandría .Platón e Hipócrates, el padre de la Medicina, también quemaron libros.
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 Viajo al  “Encuentro de escritores de la Región Guayana” en homenaje a Argenis Daza Guevara. El taxi tarda. Llamamos a otro, pero el primero llega con diez minutos de retraso. A las 6 estoy en Dos Caminos. Miguel Pérez, Director  del Instituto de Cultura del Estado Cojedes me recoge a las 8 am. Maneja un chofer al que llama Platillón, cuyo nombre verdadero es Domingo. Lo de Platillón tal vez deba a una calva prominente. El viaje es largo: Dos Caminos-EL Sombrero-Chaguaramas-Valle de la Pascua-Tucupido-Zaraza- Aragua de Barcelona- Anaco-Maturin- Tucupita. Llegamos a las 7 pm con mucha lluvia. Alguien dice que el tiempo lluvioso en Tucupita puede durar tres días seguidos. Nos alojamos en el Hotel Saxxy en la entrada de la ciudad. El hotel es un conjunto de pequeñas casas como el hotel los Morros. Tiene piscina y está  a orillas de una entrada del Orinoco.


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Casi a las 8 de la noche nos reunimos en la Casa del Artista Plástico al lado de la plaza Bolívar para la inauguración del evento. En esa casa hay una exposición de pinturas. Me llama la atención algunos cuadros con gallos de lidia: allá un giro en pose elegante, bien afeitado y como presto para la batalla; en otro extremo, un zambo con sus afiladas espuelas. Mientras esperamos el inicio de la jornada cultural nos  brindan whisky en vasos de cartón con hielo. Antes, Miguel y yo bebimos unas cervezas en una licorería cercana.
Sael Ibáñez presenta la Revista Nacional de Cultura. Alexis Marín habla de tópicos antropológicos en la región. Miguel Pérez presenta mi libro “El credo estético literario de Argenis Rodríguez”. Dice que no le gusta el título pero alaba el contenido. Cita varias frases de Argenis y lamenta que no se haya realizado un análisis del “Vuelo de los Gavilanes”, una novela  de Rodríguez .Al finalizar le pregunto por lo del título y me dice que eso lo hizo sólo por polemizar. “Cuerdas del Orinoco”, un conjunto local, ameniza el acto.
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  En la noche cenamos y luego nos vamos hacia la piscina. No hay luz. Traen varias botellas de whisky y empieza la conversación bajo una luna pálida y en medio de la humedad dejada por la lluvia. Balza no vino, dice uno. Otro hace referencias a Rafael Bolívar Coronado: cuando Andrés Eloy Blanco gano el premio por su Canto  a España, Bolívar Coronado le envió un telegrama: “los astros giran, ¡gírame!”. Me bebo dos tragos y me retito a mi habitación.

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    Me despierto a las 6 am. Salgo a dar un paseo. Cinco botellas vacías es el resultado de la jornada etílica de ayer.  Doy varias vueltas  a las cabañas. Voy a la piscina, la cual está muy cerca del río. Muchas lanchas están en un estacionamiento, seguramente para actividad turística. Una rampa une al hotel con un pedazo de playa. El río imponente está rodeado de plantas diversas. Garzas y otras aves completan el paisaje mañanero. Desayunamos y luego nos trasladamos al Instituto Tecnológico Delfín Mendoza. Emilio Mosonyi, un académico hungaro de la UCV, habla de la cultura  del pueblo warao. Es antropólogo  y conoce varias lenguas. Su discurso lo hace en warao y traduce luego al español. Se lamenta del daño que se le hace al  ambiente. Habla de las aguas y la importancia de esa palabra en la lengua warao, la cual es muy onomatopéyica a la hora de formar verbos relacionados con el agua, por ejemplo: hay verbos distintos para definir el correr del agua, la lluvia, el agua de la cascada, etc.  El agua es una deidad, dice el húngaro. Al finalizar saludo a Mosonyi en ruso y me contesta en ese idioma. Roger Herrera se refiere al significado de la palabra Tucupita. Relaciona el vocablo con Tucupido, y la palabra “guará” con Warao. Pero al indagar con Mosonyi, éste dice que no se sabe el significado de Tucupita y no ve relación entre guará y Warao.
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Carlos Yuste habla de las Metáforas que el río trae y cita un bello poema piaroa:

Si tú me miras
soy como la mariposa roja;
si me hablas,
soy como el perro que escucha
si me amas,
soy la flor, que se calienta,
entre tus cabellos.
Si me rechazas,
soy como una canoa vacía
que boga por el río
y los peñascos la destrozan.


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  El almuerzo nos lo traen al instituto. Comemos pescado, ensalada y yuca. Pregunto qué clase de pescado es. Me dicen es laolao, una especie de bagre o rayado No tiene espinas porque es de cuero duro, me explican. Comento esta explicación, y Platillón dice que cuero duro tienen las culebras de agua. Luego afirma que el almuerzo era, sin duda alguna, de culebra. No lo creo.
   El  bus nos deja en el centro de la ciudad. El mercado no tiene artesanía de la región. Sólo pescados y algunas verduras. Hay un expendio de artesanía, pero de una cooperativa. Los propios indígenas, que son el 50 % de los habitantes, no tienen nada. El Orinoco se mete por todas las rendijas del pueblo, por las calles y sus quebradas, bajo los puentes. Un paseo a orillas de río tiene el atractivo de un inmenso paisaje acogedor, dos barcos  viejos anclados y muchas aves volando. Varios bustos de héroes de la independencia adornan un recuadro del paseo. Regresó al hotel en taxi. El taxista comenta que hay muchos vehículos en Tucupita porque los del gobierno regional los  han adquirido junto a sus familiares.
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A las 3 pm recorremos la ciudad y visitamos el mercado cooperativa. Compró algunas cestas. Los waraos son maestros de la cestería. Vamos a la Biblioteca José Balza para un recital de poesía. Un bardo explica en un poema lo que debe entenderse por un  presidente: un sapo es jardinero, un loro es locutor… y un  burro es presidente ; peró aclara diligentemente que su poema tiene vigencia hasta 1998. Por si acaso. Luego lee otro poema sobre la revolución. Es un poema onomatopéyico que imagina la revolución como una lucha armada con disparos de metralleta, pistolas y otros aperos bélicos: la revolución es shiiii, pam, pam, pam pum pun, ratatatatatatatatata…



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 Interviene una mujer. Habla en versos de su hoja curricular. En otro de sus poemas enumera algunos productos alimenticios. Platillón abandona el recinto y murmura que eso parece una lista para hacer mercado. Esto es una vaina de locos, remata mientras mastica tabaco juntado con chimó aliñado y cubierto de miel  para fortalecerlo.
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  Una poetisa delgadísima, con lentes y que a cada rato enciende un cigarrillo, lee unos versos feministas en los que define lo que es un amante. Me gustan esos versos. Otro poeta pide ayuda para leer su obra. Pronuncia una letanía y el público debe decir “amen” después de cada párrafo. Así lo hacemos y nos queda un sabor de que estamos  rezando en una iglesia. Una joven warao habla de la poesía en las canciones de su pueblo. Entona una música bella y canta en warao. La canción se llama “el amigo garza”. Le pregunto luego el significado: “garza tu comida es un camarón y cuando no lo consigues aquí te vas a otro lado”.  Otra joven lee sus versos dedicados a su padre muerto. Mirian, la esposa de Miguel Pérez, ve un parecido entre esos versos y la canción “viejo mi querido viejo”. Pérez lee sus versos   dedicados a su abuela de 103 años.
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Salimos. Recorremos la ciudad. Bajamos al río por el paseo.  Varias lanchas cruzan las aguas. La gente visita los kioscos que expenden comidas. La ciudad está sucia y es un mosaico de contrastes. Una villa se conjuga con un rancho de cinc. Cinc  por todos los costados y en el techo; pero con antena parabólica y un aparato de aire acondicionado. Paradojas de la posmodernidad.
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 En la cena converso con Luis Camilo Guevara. Recuerda las veladas en la Casa del Escritor con Caopulicán Ovalles y Eli Galindo. Eso era terrible, empezábamos  desde la mañana, sin comida. Eso no lo aguanta nadie; en los últimos tiempos ellos bebían sólo vodka, algo difícil de pasar , aguardiente puro; pero era muy romántico, dice Luis Camilo.
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Converso con Mosonyi. Habla de las lenguas, del sánscrito, del periodo dravídico, de los tipos de lenguas y el origen de las mismas.
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  Conozco al poeta Jaime Ramos, de Monagas. Confiesa que la poesía le ayuda enormemente  para luchar junto a su hijo Jorge, enfermo de carcinoma. Ha escrito varias poesías sobre el tema .De su poemario “Me mantengo en rebelión mientras duermo” copio “Vamos”:

vamos Jorge
vamos a ser fuertes
vamos a darle duro al carcinoma
vamos a sacarlo de jonrón de tu cuerpo
que se vaya lejos
donde estas lágrimas no sepan jamás de él
que se vaya lejos como un foul de Sammy Sosa
o de nuestro Bob Abreu
que se vaya lejos de todos los niños
lejos de todos los hombres

vamos Jorge
vamos a patearlo duro
vamos a romper la red
como lo hace Ziddane
como nuestro Arango
como sólo los niños lo saben hacer
vamos Jorge
que Dios está en nuestro equipo
vamos

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  A las diez de la noche emprendemos el viaje de regreso. En la entrada de Maturín nos sorprende un accidente. Dos gandolas y una buseta se dan un encontronazo. El chofer de la buseta muere y nosotros perdemos casi tres horas detenidos en medio de la carretera y bajo la lluvia.


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En el  El Furrial nos detenemos un rato en un bar de mala muerte. Son las tres de la madrugada y unas puticas beben cervezas con quien parece es su jefa. Miguel comenta el hecho y habla de una generación perdida. Luego, al amanecer, lee el prólogo de su publicación  “Gran pulpería del libro”. Es una excelente obra y yo tengo en mente extraer párrafos sobre el amor a los libros y la cultura  para leérselos a mis estudiantes.
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  Después de cruzar Valle de la Pascua vemos otro accidente: un chofer de gandola yace atrapado entre hierros.
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 En un viaje se aprende bastante, tanto de la vida como de la muerte.
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Hablo de  libros porque  me han acompañado desde mi infancia. Mi padre me enviaba a comprar su periódico (El Nacional) y de regreso yo caminaba lentamente para hojearlo. De allí me viene el amor a la lectura; y desde esos tiempos cargo un libro para hacer una diligencia en la ciudad o cuando viajo. Antes leía en el taxi, en el bus, pero ahora no puedo hacerlo: me produce vértigos. Pero leo sin problemas en avión.
He participado en presentaciones y bautizos de libro. He hecho prólogos de libros y he publicado libros de otros autores. He ganado algunos premios con mis libros, los cuales he dedicado a mis padres, mi esposa, mis hijos y mis nietos. Pienso que con el correr del tiempo, luego de muchos años, cientos de años, alguien sabrá de nuestro paso por la existencia al ver nuestros nombres en un libro viejo; y aquí recuerdo un poema de Andrés Eloy Blanco que solía recitar con los amigos en mis años mozos en Las Mercedes del Llano :

Releyendo viejas cosas
y evocando cosas idas,
entre amarillentas rosas
y epístolas desvaídas…
(Coplas del mor viajero)

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Al frente de la fundación para la cultura del estado Guárico (Fundaculgua) publiqué 10 libros. Luego como presidente de la Editorial Guárico publiqué 44 libros de escritores guariqueños, que gracias  a estas publicaciones fueron incluidos en el Diccionario Abreviado de escritores venezolanos.
Como profesor universitario publique 3 manuales de historia de la medicina: Manual de Historia de la Medicina Universal, Manual de Historia de la Medicina en Venezuela y la Historia de la Medicina en el estado Guárico.
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Tenemos tres grandes personalidades nacidas en el estado Guárico con importante proyección nacional: Julio de Armas, Ernesto Luis Rodríguez y Argenis Rodríguez.
Julio de Armas, nacido en Guayabal, fue rector de la Universidad Central de Venezuela, ministro de Educación y presidente de la Academia Nacional de Medicina. Fue quien reabrió la Universidad de Carabobo, luego de un largo cierre. Fui a su hacienda cerca de Las Mercedes del Llano y sus hijos me regalaron muchos de sus libros.
Ernesto Luis Rodríguez es el poeta más famoso de Venezuela después de Andrés Eloy Blanco. Es muy conocido por su poema “Rosalinda”. “Jugarse a Rosalinda” es una expresión de nuestro idioma para significar que nos jugamos el todo por el todo, que estamos resteados para emprender algo; y esa expresión en nuestro lenguaje se le reconoce a Ernesto Luis Rodríguez, quien no terminó sus estudios de primaria para ganarse la vida escribiendo poesía. A él le publiqué su autobiografía “Nunca es tarde”.
Luego que murió su esposa, Esperanza, con quien había vivido toda una eternidad, me lo encontré en Caracas. Lo saludé y estaba llorando.
-¿Qué le pasa poeta?
-Es insoportable vivir sin la persona con quien has compartidos todos los momentos de la existencia: los alegres y los tristes.

Por último tenemos a Argenis Rodríguez, nacido como mi padre en Santa María de Ipire. Yo era su amigo y su médico personal. En un tiempo llego a convertirse en el escritor más polémico de Venezuela. Se hizo muy famoso. Pero decía que la vida era algo terrible y que lo mejor era suicidarse. Sufría de depresiones.  En un par de ocasiones me llamo y me dijo:
-Estoy muy deprimido. Llegó mi hora. Quiero suicidarme.
Le receté tratamiento para sus tristezas. Lo inyecté yo mismo y mejoró. Se le quitaron las ideas suicidas momentáneamente.
Cuando estaba trabajando en Puerto La Cruz me enteré por los periódicos que Argenis se suicidó colgándose con un mecate. Cuando regresé a San Juan supe que me andaba buscando para que lo ayudara con su depresión.
¿Por qué hablo de estos tres personajes?
Porque yo escribí la biografía de cada uno de ellos, y eso me llena de orgullo.
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“No le temo a la muerte/temo a la desaparición total”. Esos versos los escribió el poeta ruso Mijael Lermantov pensando que no podría publicar sus libros.
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Una vez entré a la librería del Palacio de las Academias en Caracas y vi un enorme libro con el nombre de Diccionario Médico Hispanoamericano. El libro mide 28 cm de largo, 22 de ancho, pesa 5 kg y contiene 3.300 biografías de reconocidos profesionales de la medicina que, con su valioso aporte han hecho historia en nuestros países de habla hispana. Vi el precio y comprendí que no podría comprarlo; pero al lado estaba el colega Plaza Rivas, quien tomó el libro y me dijo: te lo regalo.
Me vine para San Juan de los Morros y me puse a ojear al libro y me alegré cuando vi que cinco médicos guariqueños estaban reseñados en ese gran diccionario y el reseñador era: Edgardo Malaspina. Los autores del diccionario usaron mi libro de Historia de la Medicina en el estado Guárico. Los médicos sobre quienes escribí sus biografías son: Pedro María Arévalo Cedeño, Doroteo de Armas, Carlos Segundo Madera, Bruno Viana Castillo y Rafael Zamora Arévalo.
Me compré una botella de vino para celebrar con Natalia el hecho de que un libro cuando es publicado ya no te pertenece, sino que rueda por todo el mundo, así como este diccionario que se distribuye en toda América, España y Portugal.
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“No hay libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o no lo están” (Oscar Wilde).
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Parece ser que el poeta ecuatoriano José Mejía no era muy bueno con sus versos, porque su colega  Juan Larrea le escribió el siguiente cuarteto:
Para escuchar tus versos ¡Oh Mejía!
los dioses del Olimpo se reunieron
a la primera estrofa bostezaron
Y a la segunda se durmieron.
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Cecilio Acosta decía:
-Todo en la vida pasa y sólo queda lo que está escrito, los libros, la música, todas las artes.
-¿Qué queda de Roma? Sus libros.
¿Qué queda de la Edad Media? Sus crónicas.
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“Escribe algo digno de la lectura o haz algo digno de escribir”. (Benjamín Franklin)
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Los libros han estado hasta en mis sueños. He soñado que tengo una gran biblioteca y la dono a una institución. Considero que eso es lo correcto: tener muchos libros y regalarlos.
Sueño siempre con librerías, libros. Sueño que escribo. Sueño que hablo de libros.
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Cuando era muchacho noté que mi pueblo no tenía una historia escrita. Por eso soñé con escribírsela. Así nacieron “Perfil clínico de un pueblo en desarrollo”, “Retazos. Breve semblanza de Las Mercedes del Llano”, “Las Mercedes del Llano: más de un siglo de historia”, y “Las Mercedes del Llano y su historia”.
Para mí es un gran orgullo, un logro personal haberle escrito a mi pueblo natal su historia. Creo que es mi mayor logro. Siento una gran satisfacción espiritual muy íntima: mi pueblo también tiene su historia. Una historia muy hermosa. Yo solamente la investigué, la escribí y la publiqué.
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Estoy recogiendo mis libros para entregarlos a la biblioteca de la Universidad Rómulo Gallegos de San Juan de los Morros y Calabozo. Varias veces he realizado ese proceso. La primera vez recogí mis libros en Las Mercedes cuando supe que viajaría a Moscú. Yo mismo hice una biblioteca de madera que no era precisamente un modelo de tablas bien pulidas ni de líneas perfectas. Más bien parecía una obra surrealista trazada por un aprendiz de carpintería. Pero allí coloqué mis libros de bachillerato y los de mis lecturas preferidas, entre ellos el primer ejemplar del Quijote que le compré a la señora Yole. También ubique en ese estante unos frascos con formol con algunos animales disecados. Una vez capturé un enorme ciempiés que era mi mejor ejemplar de exhibición y orgullo.
Cuando regresé, después de siete años de ausencia,   la casa era otra. La habían remodelado, algunos cuartos desaparecieron, entre ellos el mío; y otros cuartos aparecieron. Mis pertenencias se esfumaron, nadie daba razones de ellas y yo lo acepté con la resignación del que sabe del destino de las cosas: todo lo existente debe desaparecer algún día.
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La segunda vez fue en Moscú, entonces empaquetaba mis libros y los llevaba al correo. Los reunía en pequeño lotes y lo hacía con alegría porque me los llevaba hasta Venezuela, y con más precisión hasta Las Mercedes del Llano.
A los pocos meses de encontrarme en Las Mercedes empezaron a llegar los paquetes, y yo los abría con alegría. Me compré un estante metálico viejo y los fui ordenando hasta que se hicieron un montón en la medida en que los recibía.
En Las Mercedes nos mudamos en  varias ocasiones y tantas veces hubo la necesidad de recoger los libros y trasladarlos. Los teníamos en la sala, en el dormitorio y en el consultorio.
En San Juan de los Morros vivimos primero alquilados y más tarde adquirimos la vivienda actual que por ser propia la diseñamos con un espacio especialmente destinado a funcionar como biblioteca. Natalia dijo que la misma debía ser de madera fina porque los estantes de metal son fríos por sí mismos, no acogen ni trasmiten el  calor humano y son propios de las oficinas de gobierno o de las bodegas de baja categoría. Luis Araujo, el mejor carpintero de la ciudad, la hizo con la maestría que le ha dado fama.
Esa biblioteca se fue llenando de libros, suvenires de viajes, matrioskas, estatuillas, retratos, piedras y cualquier objeto curioso que compraba o me regalaban. Los libros los distribuía por tema o disciplina con una señal visible para encontrarlos inmediatamente cuando los necesitara. Unos lentes identificaban los libros de oftalmología; un corazón los de cardiología; la estatua de María Lionza los de mitología; un Tolstoi de hierro era para los de literatura rusa; y un Lenin identificaba la literatura marxista; y así sucesivamente. Sólo yo sabía de esa distribución bien organizada con apariencia de desorden.
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Pero ahora, cuando una vez más empaqueto mis libros, es distinto;  porque me despido de ellos de manera definitiva. En la medida en que desempolvo libros siento alegría y tristeza.
Tomo un libro y lo colocó en la mesa para donarlo. Leo otro y me digo para mis adentros: es muy bueno debería quedármelo; pero también razono que si sigo así no me desprenderé de ninguno.
Ojeo un texto y tiene una dedicatoria que hizo el autor para mí con mucho aprecio y con bellas palabras; y me pregunto ¿es correcto deshacerme de él? ¿Qué dirá el que me lo regaló si lo ve por allí rodando?
Todo lo anterior se refiere a los libros en español, ¿y los que están en ruso? ¿qué haré con ellos? Natalia dice que hay que arrojarlos a la basura porque nadie en este pueblo lee en ruso excepto nosotros. Tiene razón; sin embargo, hay algo en nuestro interior que dice que es un acto injusto.
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Para todos los libros y recuerdos he encontrado una solución: fotografiarlos y colocarlos en internet. Así estarán siempre con nosotros cuando quisiéramos verlos y en cualquier sitio donde nos encontremos.
En internet está la verdadera eternidad, dicen.
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3 de abril de 2018. Martes
Hoy el día ha sido radiante y caluroso. Fui a la biblioteca de la universidad y entregué a la directora, la Lic. Malula, el primer lote: medio centenar de libros sobre el Libertador, incluyendo un ejemplar de 1883 publicado en Buenos Aires con motivo del centenario del nacimiento de Bolívar. Veinte libros sobre José Martí, el héroe cubano a quien admiré y admiro desde mi juventud; y veinte libros más de personajes latinoamericanos muy destacados.
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Malula quiere darle una nueva cara a la biblioteca y dice que reorganizará todos sus espacios. Hablamos de la soledad que invade los aposentos universitarios por la deserción tanto estudiantil y profesoral.
Los muchachos tienen muchas ganas de estudiar pero también tienen mucha hambre.
-Se ha ido a otros países sin esperar a terminar la carrera, dice Malula.
Es triste, muy triste.
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“La vida entera no es en el fondo sino una serie de obsesiones que hay que liquidar. Nos alimentamos durante algún tiempo de ellas, hasta que nos asqueamos y después ponemos todo nuestro esfuerzo en eliminarlas. El contenido de nuestra existencia es una situación continua de obsesiones, a las que nos aferramos con mayor o menor intensidad. […] El amor, la muerte, Dios o la santidad, ¿qué son sino obsesiones reversibles? “(Cioran)
Me pregunto: ¿comprar y leer libros es una obsesión  como dice el filósofo Cioran?
Cuando estudiaba apartaba una parte de mi beca para comprar libros cada mes. Luego como profesional hacía lo mismo. Ahora la obsesión es liberarme de mis libros, pero que estén a buen resguardo.
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4  de abril de 2018. Miércoles.
 La mañana es, como todos estos días, soleada, calurosa.  El cielo es claro y luego  se hace gris; y en la tarde cae una lluvia menuda y triste.
Llevé otro lote de libros a la biblioteca de la universidad. Me ayuda a cargarlos un trabajador de la misma. Al final me dice: me voy, no aguanto esta miseria. Me voy al Perú a trabajar de lo que sea.
Todos los días alguien te dice lo mismo: me voy del país.
Mientras conversamos colocamos los libros sobre un mesón: mis enciclopedias lujosamente empastadas Espasa y Visor. Fueron mi soporte cuando  hacía mis escritos. Los textos de marxismo con la obra fundamental de Marx El Capital en tres tomos. Entrego también un cuadro donde aparecen Marx y su amigo Engels conversando, el primero de pie y el otro sentado. Ese retrato identificaba la colección de libros políticos. Una iconografía de Lenin que me regaló Sergio, hermano de Natalia. Lo desecharon en una oficina cuando cayó el socialismo en la Unión Soviética. Es un mosaico de madera que hicieron en Mongolia unos soldados rusos. También regalo un pequeño busto metálico de Lenin.
Los otros libros son sobre homeopatía y medicina popular, ahora muy de moda porque no hay medicamentos en las farmacias. Allí están las obras de santa Hidegarda, una monja alemana de la Edad Media que curaba con plantas y oraciones.  Mención aparte merece el libro de Jerónimo Pompa “Medicamentos indígenas”, publicado en el siglo XIX y que marcó la pauta en ese tipo de literatura porque todos los que vinieron después son malas copias del libro de Pompa.
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Quiero hablar detalladamente de unos libros que regalé hoy. Se trata de las obras que escribió el Che Guevara.

Eran muy pocas las casas que tenían televisor en Las Mercedes del Llano. En algunas nos dejaban entrar para ver películas sentados en el suelo, pagando una locha (12,5 céntimos). En una de esas veladas de pantalla en blanco y negro escuché por primera vez el nombre del Che Guevara: lo habían capturado y fusilado. Desde entonces grabé su rostro y me interesé por su vida y obra.
Cayeron en mis manos algunos folletos propagandísticos sobre el Che, pegué sus afiches en cualquier sitio, escribí un trabajo en el liceo sin ninguna profundidad y base, pues no conocía su ideología; no obstante, llegué a considerarme su seguidor. Así nada más, por pura  rebeldía juvenil.
Leí de un tirón su diario en Bolivia, teniendo como fondo la canción que Alí Primera le dedicó, y escribí en todos los cuadernos de estudios una de sus frases más famosas “Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.”, la cual  cuadraba perfectamente con otra de mis fiebres de aquella época: la lectura de Don Quijote.
En Moscú  teníamos un afiche del Che, y  en las reuniones estudiantiles, escuchábamos sus discursos, discutíamos de política y muchos de nosotros tratábamos  de imitar al héroe en sus convicciones, en su físico, en su vestimenta y hasta en sus actos más osados: algunos abandonaron sus estudios para partir hacia cualquier lugar donde hubiera un foco guerrillero.
En una clase de Fisiopatología cuando estudiábamos  el tema de la hipoxia (falta de oxígeno) le pregunté a mi profesor acerca del asma del Che y su aparente superación, no obstante estar sometido a grandes situaciones de estrés, físico y mental; además de ser fumador de tabacos, lo que debía agravar su insuficiencia de oxígeno. La conclusión fue que el Che tenía una voluntad de hierro. La voluntad de poder, diría Nietzsche.

 Cuando terminé de leer la biografía del Che, escrita por Lavretski, quedé con una certeza y una duda. La primera se relaciona con su partida de Cuba para pelear en otros puntos de la geografía universal e implementar su teoría del foquismo: era muy claro que fue defenestrado por Fidel Castro porque le hacía sombra. Eso se parecía mucho a lo que le hizo Stalin a  Trotski, Kirov y Bujarin. Por supuesto, que esta historia se repetía de manera muy subliminal.
La duda tenía que ver con la Medicina: ¿Puede un médico quitar vidas en vez de salvarlas?
Leí los nueve tomos de las obras completas del Che Guevara, los cuales llevan por nombre “Escritos y discursos”. Un acto de heroísmo que no pienso repetir. Por esta obra el escritor soviético Semeón Chikis afirma que el Che debe ser considerado un médico-filósofo. Los dos  primeros tomos (Guerra de guerrillas) tratan de su participación en la guerra en Cuba junto a Fidel Castro, y es una obra militar, donde el autor quiere seguirle los pasos a los grandes de ese mundo, como Julio César. El tercer tomo es el diario de Bolivia. El resto de los tomos le rinden honor al nombre de la colección  en general: son escritos, artículos y discursos.
Todos estos libros plasman el pensamiento del Che. Su palabra vaya adelante.
Hay cosas que separan al Che de los que vociferan que son sus seguidores. Consideraba criminal solicitar afiliación partidista para conceder un trabajo. Era un asceta, enemigo de los acumuladores de riquezas y del nepotismo. Renunció a su sueldo cuando fue ministro.
Pero era un Robespierre que pedía sangre, en la que luego se ahogaría el mismo. ¿Por qué  Fidel Castro lo nombró jefe del cuartel y cárcel La Cabaña para que fusilara cubanos?
¿Por qué un extranjero debía fusilar a los nacionales? Creo que hubo mala intención en esta designación. En todo caso el Che fusiló a casi cuatro mil personas; y en algunas circunstancias las ejecuciones las realizó él con su propio revolver. Fusilar era una de sus palabras favoritas. Testigos presenciales afirman que se regodeaba viendo el paredón de fusilamiento manchado de sangre.
El Che es el responsable de la debacle económica de Cuba al  implementar las teorías del marxismo, cuyo baluarte, la expropiación, ha resultado un desastre descomunal en los países donde esta ideología se ha paseado. Marxismo es ruina, humillación y pérdida de la dignidad humana. El hombre nuevo del socialismo son las jineteras, los pranes y  los bachaqueros.
Algunos dicen que el Che era un cobarde porque  pedía a sus soldados que murieran antes que rendirse; y sin embargo, él mismo se rindió cuando lo sorprendieron. No asumo esa posición. El Che era un hombre valiente que luchó y pagó con su vida al tratar de imponer sus torcidos ideales. Luchó contra el capitalismo, y ahora el capitalismo se lucra con su figura: su rostro en franelas, gorras y cuadros se venden en todas partes; y hasta en Moscú hay una venta de carros que lleva su nombre.
En una clase de filosofía se hablaba del papel de ciertas personalidades en el desarrollo de la Historia. Intervine y pregunté si a Hitler se le podía considerar un genio, pues con su palabra y acción había conmovido al mundo entero. El profesor me contestó que efectivamente Hitler era un genio, pero un genio del mal…Entonces, reflexioné para mis adentros,  hay héroes del bien y también del mal.
El Che se desempeñó esporádicamente como médico y se enroló como tal en la aventura que Fidel Castro emprendió desde México. En su Guerra de guerrillas le dedica sólo cinco páginas al tema de la sanidad en la lucha armada. Ya en el cuartel de la Cabaña las sentencias de fusilamiento eran sustituidas por una frase: “darle aspirina”. Una forma irónica y macabra de recordar que alguna vez escribió récipes y de olvidar el hipocrático mandato  de “primum non nocere” (lo primero es no hacer daño).

En la Historia de la Medicina el Che puede entrar en la galería donde están Mengele  y Kevorkian . Su nombre pudieran llevarlo los cuarteles, pero no estoy de acuerdo que se lo coloquen a instituciones médicas.
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5 de abril de 2018.Jueves.
Empaco los libros en la noche. Les pongo un sello que  atestigua que la donación la hago yo. Los ordeno según la temática, los coloco en cuatro bolsos grandes; y en la mañana sólo me resta colocarlos en el carro.; por ejemplo, hoy hago entrega de una colección de libros clásicos de grandes autores de la literatura y la historia universal como Shakespeare. Son tomos viejos de tapa dura de color marrón en muy buen estado. Unos tomos de la Biblioteca Básica Salvat van en otro lote. Son pequeños y abarcan desde la literatura, la historia, la filosofía hasta la poesía y los tratados para medicina casera.
Mención aparte son los libros que me regaló Ernesto Luis Rodríguez con su dedicatoria. Allí están sus manuscritos también y una carta que me envío cuando le solicité sus obras para escribir su vida. En la carta me habla de los libros que me obsequia y comenta sobre las obras que no pudo ubicar. La culmina así: “Perdone esta esquela en papel inapropiado, pero desde que murió mi mujer, el apartamento es un desastre. Ojalá con este envío haya podido ser útil a su propósito”.
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6 de abril d 2018. Viernes.
Hoy llevo los libros de José María Vargas, padre de la medicina venezolana, junto con su busto. Simón Bolívar lo consideraba uno de los hombres más puros de su tiempo y lo nombró su albacea; es decir, lo encargó para que cumpliera su última voluntad con respecto a sus bienes. Además le solicitó que llevara sus restos a Caracas, lo que Vargas cumplió años más tarde.
Cuando Vargas fue derrocado de la presidencia  en 1835, el golpista Pedro Carujo le gritó: "Señor Vargas, el mundo es de los valientes."  Y Vargas le contestó inmediatamente:
 "No, el mundo es del hombre justo. Es el hombre de bien, y no del valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la tierra y seguro sobre su conciencia."
También llevé mi colección de libros sobre teatro. Fue muy aficionado de los espectáculos teatrales. Natalia dice que su deseo es vivir en una ciudad donde existan teatros.
Otros libros son una colección de medicina alternativa sobre plantas medicinales, masajes, dietas y meditación. También obsequié todo lo que reuní sobre Francisco de Miranda que incluye un tomo de su diario cuando visitó Rusia en 1787.
Con la directora de la biblioteca recorro todos sus espacios. Me habla de sus planes para embellecer la  institución. Le prometí regalarle unos cuadros para colocarlos en las paredes.
Hasta el momento en número de volúmenes y documentos que he entregado asciende a 505.
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8 de abril de 2018. Domingo.
Ayer llevamos a Frosia para su esterilización y se nos fue el tiempo hasta las dos de la tarde. Por eso no me ocupé de los libros; además, en la noche hicimos una parrilla en el techo.
 Pero hoy empiezo desempolvando cosas y ubicando mis papeles. Encuentro unas velas y unas cajas que se usaron en la primera comunión de Natali y en su bautizo. ¡Cómo pasa el tiempo!
Me monto en una silla y agarro unos libros sobre los indios venezolanos. Son 16 tomos y los utilicé para escribir la historia de la medicina en Venezuela.
Nuestros indios curaban las enfermedades con canciones para espantar las enfermedades:
Deja que vaya esa mariposa.
Canto para que sueltes todo lo malo,
Todo lo malo que tienes en el cuerpo

Hay unas colecciones de la Academia de la Historia de Venezuela que me obsequió el propio Guillermo Morón. Tratan de literatura, temas populares, biografías, etc. Las embalo junto a unos diccionarios que van desde los de la lengua española hasta de inglés y otros asuntos como un diccionario de José Antonio De Armas Chitty que se llama Vocabulario Llanero o de cómo hablan en el Llano. Armas Chitty escribió una pequeña biografía de mi abuelo italiano Michell  Malaspina y fue maestro de mi padre en Santa María de Ipire. Cuando me presentaron a Armas Chitty, allá en una reunión de cronistas en Ortiz, me dio la mano y dijo:
-Malaspina es un apellido muy apreciado para mí, es gente buena que conozco.
Hay un diccionario multigrafiado (como fotocopias) que publicó el doctor Alberto Rodríguez Morales con el nombre de Diccionario Rural Médico. Es que la gente de los pueblos tiene su forma peculiar de llamar las enfermedades. Por ejemplo;  obrar es defecar, echar piedra es vomitar, tener la mona es tener la menstruación, etc. A mí una vez un paciente me dijo que tenía el cagajón muy duro para explicarme que sufría de estreñimiento.
El Diccionario Médico Rural tiene una dedicatoria del Dr. Alberto Rodríguez Morales para su hermano, el poeta Ernesto Luis Rodríguez.
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9 de abril de 2018.Lunes
Los perros no comen la perrarina que les compramos; pero la gata si la come. Le abro la puerta a Frosia, pero no se mueve. Me le acerco y ella se da vuelta para que le acaricie su panza. Kolobok está alegre porque sabe que saldrá conmigo a caminar. Nina salta cuando abro la puerta y sale para sentarse encima del aire acondicionado.
Entregué a la biblioteca los libros que seleccioné el domingo. Luego llené cuatro bolsas de libros de distintos tipos y tamaños para regalárselos a Emilio, un vendedor callejero de libros viejos. Lo buscó por el sitio donde siempre se ubica, pero no está. Voy a su rancho y tampoco está. Veo por la ventana y noto que hay una cama con un chinchorro. Sobre la cama hay gran martillo que se parece al de Thor, el dios de la mitología nórdica y germánica. Ese martillo fue el que tomaron de modelo para uso de los jueces cuando emiten sus sentencias.
A las dos de tarde salgo nuevamente y encuentro a Emilio sentado frente a sus libros viejos en la avenida Bolívar. Cuando ve lo que le traje me dice: “Estoy alegre como niño con juguete nuevo”. Comenta que ha sido obrero, joyero, músico, alpinista, deportista y muchas otras cosas; pero por sobre todo es lector, pasión que le viene desde su infancia porque sus padres tenían una biblioteca en la casa. “No puedo vivir sin leer. Los libros para mí son una locura.”, afirma.
Hoy entregué a la biblioteca 99 libros, y con los anteriores asciende la donación a esa casa de estudios a 604 libros. A Emilio le di 200 ejemplares. Por todo he extraído de mi biblioteca 804 libros.
También regalé a la biblioteca de la universidad un retrato de José Francisco Torrealba, epónimo del Programa de Medicina; otro de  Imhotep, el primer médico de la historia que vivió en Egipto hace casi cinco mil años; y dos afiches montados con vidrio de eventos médicos realizados con el auspicio de la universidad.
En la tarde asisto con Frank Holder a una reunión política en casa de una amiga. Tiene muchos suvenires de viajes y artesanías originales, incluyendo de tribus indígenas. Mientras tomamos el té y escuchamos a Mozart  observamos sus adornos, sus discos musicales y sus libros. Ella nota nuestra curiosidad y dice: “No sé qué haré con todo esto. Planeaba regalarlo a la biblioteca central, pero de allí se roban las cosas”. Y yo pienso que después que distribuimos esos pequeños objetos que han llenado nuestras vidas, ya no importa  el destino que tendrán porque no podemos manejar el futuro. Uno cumple con lo que le dicta la conciencia: regalar para que otros, aunque sea una sola persona, disfruten del placer de la lectura y de la contemplación de lo que una vez nos perteneció y embelleció nuestras moradas. ¡Por lo visto estoy aprendiendo el arte del desprendimiento de las cosas materiales!
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10 de abril de 2018. Martes.
Busco mi colección de libros de ajedrez. Tengo más de una veintena. Allí están los libros de Uvencio Blanco, obsequiados por el mismo. También está uno de Capablanca, el mejor ajedrecista del todos los tiempos. Tengo  libros de Alekhine, Laske y Kasparov. Tengo juegos de diversos tipos. Cuando estaba en Moscú en 1978 ocupé el primer lugar entre los extranjeros en el Campeonato de ajedrez de la Facultad de Medicina. Me convertí el primer campeón de ajedrez de la Universidad Rómulo Gallegos en el 2006 en los II Juegos Laborales. En Barinas en el 2010 gané medalla de oro en los XXX Juegos Deportivos de los colegios de médicos de Venezuela. En otras ocasiones he ganado bronce y plata.
En cada una de esas competencias adquiría libros sobre el ajedrez; y esos libros son los que dono hoy.Encuentro un libro que habla de las jugadas con los caballos completamente destruido por las termitas. Eso me recordó la finitud de la vida y de las cosas. Todo va hacia la destrucción. Cuando vivía en Las Mercedes tenía mi consultorio en la propia casa que al mismo tiempo era mi biblioteca. Noté unos caminitos de color marrón que sobresalían en las paredes. Los contemplaba y me parecían misteriosamente hermosos. Los deje allí hasta que descubrí que era senderos de termitas. Muchos de mis libros desaparecieron en ese entonces bajo el  voraz apetito de esos animalejos que vuelan y también se arrastran. Estaba muy amargado y les dediqué un poema:
Formaron parte de mi vida
con sus líneas prominentes en la pared.
Estaban erguidas como buscando el cielo
y tenían el algo acogedor de las cosas extrañas.
El color de los bueno, caoba
se hizo más natural
y por eso convivimos largamente,
Luego noté el vacío
el aire cavernoso.
Tuve miedo. Un miedo terrible
como cuando piensas que verdaderamente
no tienes alma.
Querían la destrucción de mi alma.
Se desvanecieron junto a la ingratitud.
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Encuentro un libro autografiado por su autora, Edelmira de La Rosa, campeona nacional  de ajedrez y representante de Venezuela en olimpiadas mundiales con muy buen desempeño.
En una ocasión participé  en los juegos universitarios en Mérida. Me correspondió en una ocasión jugar con una profesora porque en esos juegos participan hombres y mujeres por igual. Cuando estaba ganando  la señora empezó a gritar y a llamar al juez porque yo pensaba mucho mis jugadas. Vino el juez y la señora empezó a gritar más porque sabía de mi triunfo inevitable y quería alterar las cosas de alguna manera. El juez dictaminó que debíamos continuar el juego en silencio. Continuamos y le di jaque mate. Me retiré a mirar los libros en venta. Me detuve en uno que llamó la atención: “Ajedrez para el desarrollo de la inteligencia”. Leí el nombre del autor: era la señora que había jugado y peleado conmigo. Era la campeona que creyó que yo la humille con mi victoria. Era Edelmira de La Rosa. Compré el libro, me le acerqué con respeto y le dije: me gustaría tener su autógrafo en  su libro. Sonrió y me escribió: “Para Edgardo Malaspina con cariño en estos juegos…” (Mérida. 20.11.2004). Y así nos hicimos amigos.
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Uno de los libros que doné hoy se llama “La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela. En la dedicatoria el autor dice: Dedico este libro a mis enemigos que tanto han hecho por mi carrera”. En efecto, los enemigos hacen que nosotros tratemos de superarnos porque nos hablan de nuestras fallas, fallas de las cuales no hablan los amigos. Nunca olvido esa dedicatoria y no me aterra tener enemigos, porque como dice el doctor House : “Si nadie de detesta, algo estás haciendo mal”.
Algunos dicen que La familia de Pascual Duarte es la obra más importante después de Don Quijote. Leo lo que escribí en la última página de ese libro que terminé de leer en Las Mercedes  en 1993: “Está escrito de manera muy sencilla, incluso simple pero amena, interesante. Una tragedia que le puede pasar a cualquiera; sin embargo, no considero que sea la obra más importante después del Quijote”
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El libro Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante está escrito con errores ortográficos porque así fue la voluntad el autor: no quiso corregirlo para ser muy original: el único libro del mundo con errores ortográficos con toda la intención. Al final escribí: La lectura de este libro no fue fácil, pero fue grata. Mucha nostalgia, mucho juego de palabras, mucha jodedera.(San Juan de los Morros. Sábado, 19 de junio de 2010).
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Entregué un retrato de Galeno, el médico de la Antigüedad más importante después de Hipócrates y que  legó su nombre para identificar a los profesionales de las batas blancas.
Las cuentas hasta los momentos son las siguientes: hoy entregué a la biblioteca 80 libros y a Emilio, 150. Entonces la universidad ha recibido 884 libros, y Emilio. 350. En total los libros donados son 1.234.
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11 de abril de 2018.
El cielo amanece nublado y parece que  va a llover. Los perros se alegran cuando salgo porque en las mañanas paseamos. Pero Frosia no puede ir por lo del reposo de la cirugía. Me marcho con Kolobok, y Frosia empieza aullar lastimeramente.
El viento sopla en ráfagas frescas. Cuando estamos a punto de llegar a la villa olímpica Kolobok se apresura hacia un gato que está en la entrada sentado con su mano izquierda extendida. Kolobok se desanima, lo ignora y pasa de largo: claro, el gato muy parecido a nuestro Oreo, está muerto.
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La casa es un desorden: hay libros regados por todos los pisos porque los estoy seleccionando y organizando para la donación.
Hoy participé en un operativo médico  con los maestros y ubicaron mi consulta en la biblioteca de la escuela. Mientras esperaba a los pacientes revisé los libros. Algunos me parecieron muy buenos.
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Entregué a la universidad los libros que pertenecieron al doctor Torrealba. Son sus investigaciones sobre la enfermedad de Chagas. El programa de medicina de la Universidad Rómulo Gallegos lleva el nombre de José Francisco Torrealba, un médico de pueblo que convirtió su casa en San Juan de los Morros en un laboratorio con animales de todo tipo para realizar sus experimentos.  A mí me otorgaron la condecoración “José Francisco Torrealba”.
También regalé un juego de ajedrez.
He dicho que los libros autografiados debo conservarlos por respeto hacia las personas que me los obsequiaron. Pero a veces pienso lo contrario; es decir, que debo también donarlos para que continúen con la rueda de la vida  y aparezcan sorpresivamente  en manos de quien pueda valorarlos.
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“Escribe que algo queda” (Kotepa Delgado).
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18 de abril de 2018.Miércoles.
Viajamos a Caracas Natalia, María y yo para la presentación y bautizo de mi libro “Manual de Historia de la Medicina en Venezuela”.
El tiempo es lluvioso y fresco. Salimos a las 7 de la mañana y a las diez y media estamos en el Palacio de la Academias, donde una vez funcionó la Universidad Central y el Congreso Nacional.  Es una edificación colonial con grandes salones y jardines.
El libro es el primer manual de esa especialidad en el ámbito académico en nuestro país y recoge mi experiencia como docente en la Universidad Rómulo Gallegos, en esa disciplina, incluida en los  programas de las escuelas médicas.
El Manual de Historia de la Medicina en Venezuela,  es el complemento de una trilogía escrita por mí, conformada por el  Manual de Historia de la Medicina universal y el de Historia de la Medicina en el Estado Guárico.
En mi intervención expresé que el texto publicado no pretende abarcar la historia de la medicina venezolana en toda su extensión y grandeza, y sólo tiene como finalidad pedagógica  servir de inspiración a nuestros estudiantes de medicina al proporcionarles una pequeña muestra de la misma,  porque como dijera Claude Bernard : “No se puede conocer bien una ciencia si se desconoce su historia”, palabras que reforzó con otras de Arturo Uslar Pietri, quien solía decir que vivir sin historia es lo mismo que vivir sin memoria.
El libro fue bautizado por el Dr. Luis Herrera García, presidente de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, con pétalos de crisantemo. En la mañana, a las cinco y media, María y yo vamos a la venta de la Colonia Tovar, para comprar rosas. No hay rosas. No las traen porque están muy caras. Por eso compramos crisantemos. Pero cuando estábamos en el Palacio de las Academias unos colegas  argumentaron que esa flor simboliza la felicidad, la alegría, la sabiduría, la honestidad y la nobleza.
 El acto cultural se efectuó en el salón de sesiones de la Academia Nacional.
Luego del bautizo brindamos  en la sede de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina con vino tinto y  unos pasapalos que preparó Natalia. Nos regresamos a San Juan y compramos carne en vara y más vino para seguir celebrando.
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21 de abril de 2018. Sábado
Hoy por primera vez paseo con Frosia luego de la operación. Los dos perros están muy limpios porque María los bañó ayer.
Natalia me cuenta que Kolobok “es muy mala persona” porque ella les dio dos huesos: uno para él y otro para Frosia. Pero Kolobok le arrebató el hueso a Frosia y lo tapó con su barriga, mientras ruyía su propio hueso. Cuando Frosia se le acercaba para reclamar su bocado, entonces Kolobok le pelaba los dientes con un sonido carrasposo para demostrar fiereza y enojo. Frosia entornaba los ojos hacia arriba como buscando ayuda, y luego se retiraba a un rincón con mucha resignación.
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Los libros pueden servir para todo, hasta para demostrar desprecio. Encuentro un libro muy grueso y pesado: La victoria estratégica, escrito por Fidel Castro, el dictador cubano que humilló y sometió a la miseria a su propio pueblo por más de medio siglo. No leeré ese mamotreto inútil, pendón de la vergüenza y la infamia. ¿Y qué haré con ese bulto de mentiras? Pienso, pienso y pienso. Mi cabeza da vueltas y la silla donde me siento también. Entonces noto que una de mis mesas tiene una pata más corta y se me ocurre una brillante idea: coloco el librote debajo de la pata coja, y en efecto sirve de maravillas: mi mesa ahora está muy equilibrada y puede cumplir sus funciones sin temor a que se resbalen los implementos que la cubren. Por eso repito: los libros pueden servir para todo.
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Preparo en un saco para entregar a la biblioteca de Las Mercedes del Llano algunas enciclopedias escolares y unos  libros, de autores de mi pueblo publicados por mí. Hay dos ejemplares de una famosa revista infantil y con la cual estudié: Tricolor. Una colección de Tricolor está empastada y perteneció al Dr. Julio de Armas. Seguramente la obtuvo cuando fue ministro de Educación. La otra es moderna y también tiene una encuadernación dura de lujo.
Los libros de poesía son para la Rómulo Gallegos: muchos de Lazo Martí, Alberto Arvelo Torrealba, Andrés Eloy Blanco, Nicolás Guillén, Pérez Bonalde , Sánchez Peláez, Prévert y Asunción Silva. Este último es un poeta colombiano famoso por sus poemas denominados nocturnos. Se suicidó a los treinta años de un plomazo en el corazón. Al lado de su cadáver encontraron un libro: El triunfo de la muerte.
De Juan Antonio Pérez Bonalde recuerdo que en bachillerato me encargaron recitar uno de su poema (Vuelta a la patria) en un acto cultura dedicado al día de las madres. Y desde entonces me sé de memoria algunas de sus estrofas. En el poema el autor se refiere al hecho doloroso de que su madre murió cuando estaba en el extranjero. No entiendo porque en un día considerado alegre me dieron la tarea de recitar esos versos tristes. Sin embargo, ahora los hago míos porque al regresar de un viaje a Europa en el 2014 planeaba ir a Las Mercedes y entregarle unos regalos a mi madre…y jamás pude hacerlo  porque ella murió antes…
VUELTA A LA PATRIA (fragmentos)
Madre, aquí estoy; de mi destierro vengo
a darte con el alma el mudo abrazo
que no te pude dar en tu agonía;
a desahogar en tu glacial regazo
la pena aguda que en el pecho tengo
y a darte cuenta de la ausencia mía.
Madre, aquí estoy; en alas del destino
me alejé de tu lado una mañana
en pos de la fortuna
que para ti soñé desde la cuna;
mas, ¡oh suerte inhumana!
Hoy vuelvo, fatigado peregrino,
y sólo traigo que ofrecerte pueda
esta flor amarilla del camino
y este resto de llanto que me queda.
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23 de abril de 2018. Lunes.
Hoy es el Día Internacional del Libro. La fecha se escogió porque en 1616 murieron ese día Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega.
Nos reunimos en una sala que ahora denominan de lecturas diversas en la biblioteca de la Universidad Rómulo Gallegos. Tiene estantes con los libros que he estado donando. Están la directora, el vicerrector académico, algunos profesores y la prensa. La inauguración del acto la hace el vicerrector Severiano. Luego intervengo yo. Habló de lo que vengo escribiendo en estas notas: los libros y su importancia. Dono mi colección de libros del Quijote, que en total son 24. Hay Quijotes para niños, jóvenes, adultos y viejos.
Empecé estas páginas hablando del Quijote y las estoy redondeando con el Quijote.
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25 de abril de 2018.Miércoles.
Mientras reviso los libros me entero que murió Levy Rossell,  actor, dramaturgo y director de teatro venezolano, muy famoso. Por breve tiempo fue director de cultura de la Universidad Rómulo Gallegos en San Juan de los Morros. Nos hicimos amigos. Organizó muy buenas tertulias literarias. Me regaló sus libros. Encuentro uno de ellos autografiado: Levy Rosselll. Vida y obra en el teatro. Me llamaba “Buena espina”, y así me lo escribió: “Para el amigo de Buena espina, con afecto”.(21.3.2001).
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Una vez   me invitaron a una casa de campo. Cuando llegué observé llamas y humo en la lejanía: estaban quemando los libros del amo de la finca que había muerto recientemente. Era un erudito muy conocido en el país. Publicó muchos libros de su propia autoría; y a lo largo de su prolongada y fructífera carrera académica construyó una enorme biblioteca. Los hijos le prometieron que la conservarían como una forma de perpetuar su memoria. Sin embargo, luego cambiaron de parecer por razones prácticas: necesitaban espacio para remodelar la casa y adecuar sus ambientes en concordancia con sus gustos y pareceres arquitectónicos. Los libros estaban demás y por eso se convirtieron en pirómanos biblioclastas: destructores de libros.
En esa hoguera ardieron y se esfumaron muchos años de ciencias y artes en pocos minutos.
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Visite a un poeta anciano en su casa. Estaba leyendo rodeado de libros. Su casa tenía libros hasta en la cocina y las escaleras. Era un ejemplo típico de cómo los libros sacan a una persona de su casa. Le comenté sobre la pira de libros. Su rostro se llenó de asombro y estupor. Giró su cabeza y  posó su vista lentamente sobre los estantes atiborrados de tomos de diferentes tamaños y colores. Suspiró profundamente, y me dijo: Con los míos eso no sucederá. Al poco tiempo murió y sus libros fueron lanzados a la basura.
Los libros  no se pueden tirar a la basura, dice Augusto Monterroso , y remata: porque eso no es digno de la persona ni de los libros ni del basurero
¿Por qué muchos piensan que su biblioteca  les sobrevivirá si la más famosa de todas ellas en la Antigüedad, la de Alejandría, fue arrasada  por el odio y las llamas? Entonces ¿por qué una insignificante biblioteca pueblerina debe trascender?
Por eso recalco: mi donación de libros la hago por convicciones filosóficas y prácticas: nada es eterno y una biblioteca puede perpetuarse si se integra a otra y así poder continuar su existencia en otros anaqueles ,de mano en mano, bajo los futuros ojos múltiples y las infinitas lecturas de la posteridad.
Mis libros cumplieron su función personal, ahora los comparto para que se conviertan en un bien colectivo.
 La vida me ha enseñado que lo mejor es desprenderse de lo material a tiempo, de manera creativa y ordenada.
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Dar es una de las leyes espirituales que mueve al mundo, según Chopra, porque permite el flujo de  la energía universal y la armonía entre el macro y el microcosmos.
Dar un libro es apenas un pequeño gesto; pero parafraseando a Schumacher “lo pequeño es hermoso”.
Sobre todo si se da con buena intención, porque así relegamos el materialismo, anteponiendo los ideales  de solidaridad.
Augusto Monterroso cuenta como en 1955 visitó a Pablo Neruda en su casa de Santiago y noto que tenía pocos libros porque los acababa de donar a una universidad.
Monterroso termina con esta frase impactante: “El poeta se dio ese gusto en vida; único estado, viéndolo bien, en que uno se lo puede dar”.
FIN DE REFLEXIONES SOBRE LOS LIBROS