jueves, 26 de mayo de 2022

LA MUERTE. IVÁN TURGUENEV.

 


LA MUERTE .RELATO DE IVÁN TURGUENEV.(1852)

(СМЕРТЬ)


Edgardo Rafael Malaspina Guerra

El campesino ruso enfrenta la muerte de manera serena, con resignación,  sin temores o miedos porque acepta como algo muy natural que nuestros días están contados.

Bertrand Russel dice : El que ha conocido las alegrías y las tristezas humanas, que ha terminado la obra que le cabía hacer, el temor a la muerte es algo abyecto e innoble.

El campesino ruso supera el miedo a la muerte, como afirmaba Russell, porque sus intereses son impersonales, por encina de los muros del yo, y así la vida se sumerge crecientemente en la vida universal. 

“Una existencia humana individual debería ser como un río: al principio, pequeña, estrechamente limitada por las márgenes, fluyendo apasionadamente sobre las piedras y arrojándose por las cascadas. Lentamente el río va haciéndose más ancho, las márgenes se apartan, las aguas corren más mansamente y, por último, sin ningún sobresalto visible, se funden con el mar y pierden, sin dolor, su ser individual. El hombre que sea capaz de considerar su vida de esta manera, no sufrirá el temor a la muerte, pues las cosas que él estima seguirán existiendo. Y, si con la decadencia de la vitalidad aumenta la fatiga, no será mal recibido, entonces, el pensamiento de que está próxima la hora del descanso. Yo desearía morir en pleno trabajo, sabiendo que otros continuarán lo que yo ya no puedo hacer, y contento al pensar que se hizo lo que fue posible hacer”. (Bertrand Russell)

PÁRRAFOS Y FRASES

1

En la profundidad de este follaje espeso, otrora el mirlo silbaba alegremente, las urracas golpeaban con el pico la corteza de los árboles; las currucas diminutas gorjeaban en las ramas bajas, verdes y frescas, sin temor a las liebres que furtivamente atravesaban los setos. Una ardilla, a veces, asomándose, lucía su pelaje rojo amarillento y su cola empenachada.

2

Mis viejos amigos, los grandes árboles, las encinas y hayas, estaban caídos en tierra; estos príncipes, reyes de la naturaleza, se pudrían como cadáveres de viles animales. Otros, heridos por el rayo, perdían su corteza. Aún conservaban algunos vestigios de juventud, pero ninguno tenía su pasada magnificencia.

3

—¡Ah, padre!… Envíen a buscar al sacerdote. Dios me ha castigado… Hoy domingo trabajé con mis hombres. Por eso estoy castigado. No tengo ni brazos ni piernas… Veo venir la muerte… Si me queda dinero, que se lo den a mi mujer, después de pagar mis deudas. Siento que todo ha concluido, perdónenme.

4

La muerte se lo llevaba, sus miembros se encogieron, después pareció encogerse.

—Ha muerto —dijeron algunos campesinos.

Silenciosamente nos apartamos y salimos al campo. La muerte del pobre capataz me hizo reflexionar.


Tiene el campesino ruso una manera característica de morir. No puede decirse que sea indiferencia en el momento supremo, y, sin embargo, el campesino encara la muerte como un simple trámite, como una formalidad inevitable.

Hace algunos años, un campesino hubo de morir quemado en el incendio de una granja. Un burgués lo salvó de morir allí. Fui a verlo en su cabaña. Todo era sombrío y el aire viciado, malsano.

5

El ruso encara la muerte de una manera particular.

6

El médico le había prohibido hablar. Aunque no seguía el movimiento científico y literario de la época, le interesaba algo el porvenir del mundo; particularmente llamaba su atención la filosofía alemana. Le hablé de Hegel y le hice una exposición de su sistema.

—Sí —reflexionó—, comprendo; grandes ideas, grandes ideas.

Esta curiosidad infantil de un hombre a la muerte, de un infeliz abandonado, me conmovió hasta las lágrimas. Sorokunof no se hacía ilusiones sobre su estado; sin embargo, nunca se quejaba de sus sufrimientos.

7

Una vieja propietaria murió en mi presencia no hace mucho tiempo. En pie, a la cabecera de su cama, el sacerdote decía las oraciones de los agonizantes. Al cabo de algunos minutos, notando que la enferma ya no se movía, la creyó muerta y acercó a su boca un crucifijo.

—No tan rápido, espere —balbuceó la vieja.

Metió una mano bajo la almohada.


Cuando la amortajaron, se encontró bajo su almohada una moneda de plata. Se había propuesto pagar ella misma al sacerdote que le administrase la extremaunción.


Sí, los rusos tienen una extraña manera de morir.



viernes, 20 de mayo de 2022

UN SUEÑO. TURGUENEV

 


 

UN SUEÑO . RELATO DE IVÁN TURGUENEV(1877)

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

(En la Antigüedad los sueños eran confundidos con la realidad y por eso la gente hablaba con ángeles y personajes maravillosos. Heráclito aclaró que los sueños son un fenómeno natural. Hay quienes ven premoniciones en los sueños, y un ejemplo es el sueño del faraón con las vacas y la interpretación que le dio José.)

El relato trata de un joven con un sueño recurrente: ve a un hombre misterioso que se presenta como su padre (de aspecto diferente al que creía era su padre) quien murió cuando tenía siete años. Una vez vio a un hombre parecido al del sueño. Conversó con él. El hombre desapareció sin dejar rastro. En realidad, el joven nació producto de una violación, y el violador era el hombre enigmático de sus sueños. Un secreto que su madre nunca reveló a su esposo.

1

Lo que más me gustaba era leer, pasear a solas y soñar… ¡soñar…!

2

En general, yo dormía mucho, y los sueños desempeñaban un papel considerable en mi vida. Soñaba casi todas las noches. Los sueños no se me olvidaban, y yo les daba importancia, los consideraba premoniciones, procuraba desentrañar su sentido oculto.

3

Me parecía que iba caminando por una calle estrecha y mal empedrada de una vieja ciudad, entre altos edificios de piedra con los tejados en pico. Yo andaba buscando a mi padre, que no había muerto, sino que se escondía de nosotros, ignoro por qué razón, y vivía precisamente en una de aquellas casas. Yo entraba por una puerta cochera, baja y oscura, cruzaba un largo patio abarrotado de troncos y tablones y penetraba por fin en una estancia pequeña que tenía dos ventanas redondas. En medio de la habitación estaba mi padre, con batín y fumando en pipa. No se parecía en absoluto a mi padre verdadero.

4

Conque una vez, al pasar delante de un café, vi a un hombre que atrajo inmediatamente toda mi atención. Vestía un largo guardapolvos negro, llevaba el sombrero de paja encasquetado hasta los ojos y permanecía inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho.

¡Aquel hombre era el padre a quien yo había encontrado, a quien yo había visto en sueños!

5

Todo se embota con el tiempo. Incluso los recuerdos de los sucesos familiares más trágicos pierden gradualmente su fuerza y su acuidad

 

 

LA MICROHISTORIA

 


LA MICROHISTORIA

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 

1

El profesor Luis González-del Colegio de Michoacán de México define la labor del cronista en su ensayo “Microhistoria y Ciencias Sociales”. El cronista debe estudiar todo lo relacionado con su terruño, la aldea, la parroquia, el municipio y la patria chica, a la cual denomina “matria”. Afirma González que a pesar de que no existen unos valores culturales netamente propios en un municipio es posible hablar de cultura local y de ciertos valores originales.

2

El cronista o microhistoriador puede ser uno de los ancianos del pueblo que conoce o sabe narrar muchas anécdotas, puede ser también una persona con una cultura general amplia que escribe historias o un especialista propiamente dicho en la materia.

3

“La historia encopetada y los hechos de fuste son asuntos de la macrohistoria tradicional. No así la gente humilde y la vida cotidiana, objetos de la microhistoria”, dice el profesor González. El microhistoriador debe hacer grandes caminatas o investigaciones pedestres, excavaciones arqueológicas, entrevistas, consultas en archivos públicos, privados y en bibliotecas. El microhistoriador no es precisamente un científico, pero si un artista. La microhistoria más que el saber aspirar al conocer. Es la menos ciencia y la más humanas de las ciencias del hombre.

4

En síntesis, González habla en su libro de la importancia de las historias locales, de la microhistoria como rama fundamental de las ciencias sociales para elaborar, de manera sólida y fidedigna, los perfiles generales de los pueblos, entendiéndose por estos la historia, tradiciones e idiosincrasia de los países, verdaderos mosaicos de microcosas.

 

https://drive.google.com/file/d/1whgLgEKpKEt5G9b8r9i7sCn40J9mwbWQ/view

 

 

 

 

 

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

EL PRIMER AMOR

 


EL PRIMER AMOR (1860)

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

Novela   de Iván Turguenev sobre los espejismos del primer amor, además no correspondido, y que con el tiempo se borra como la amarga experiencia que creímos fue; y, sin embargo, queda como un grato recuerdo, al que quisiéramos regresar. Valodia ama a Zinaída como otros muchos hombres que la rodean; no obstante, ella ama a otro que no aparece en el cuadro de los pretendientes habituales . El propio padre de Valodia es el elegido. Y como siempre, pierde más el que ama más. Turguenev también aborda un tema que es recurrente en sus obras: la muerte.

1

Oh, dulces sentimientos, suaves sonidos, bondad y sosiego de mi alma que acababa de despertarse, alegría desvaneciente de los primeros enternecimientos del amor ¿dónde están, ¿dónde?

2

La libertad es la voluntad, la propia voluntad, la que, además, da el poder, que es mejor que la libertad. S sabes desearlo y serás libre, y también dominarás.

3

Me consumía cuando no estaba con Zinaída, no podía pensar en nada, ni hacer nada; pasaba los días enteros pensando intensamente en ella... Me consumía... pero en su presencia no encontraba ningún alivio.

4

Eso es lo bueno de la poesía: nos habla de lo que no existe, y de lo que no sólo es mejor de lo que existe, sino incluso de lo que es más parecido a la realidad...

5

De día hay luz y gente, pero de noche… de noche puede temerse cualquier desgracia.

6

Todo había terminado. Todas mis flores habían sido arrancadas de golpe y yacían a mi alrededor, dispersas y pisoteadas.

7

Un pensamiento no me abandonaba: ¿cómo había podido ella, una muchachita –princesa, además–, atreverse a una cosa así, sabiendo que mi padre era un hombre casado, y teniendo ella la posibilidad de casarse, aunque fuera con Bielovsórov? ¿Qué podía esperar ella? ¿Cómo no había pensado en su porvenir? Sí, me decía yo, eso es el amor, esa es la pasión, esa es la fidelidad... y recordé las palabras de Lushin: hay quien goza sacrificándose.

8

¡Cómo puede una persona no indignarse, cómo puede tolerar un golpe, venga de quien venga… aunque sea de la mano más amada! Por lo visto sucede, si se ama... ¡Y yo... yo que me imaginaba!”

9

Me sentí muy viejo, y mi amor, con todas sus emociones y sufrimientos me pareció tan mísero, tan pueril e insignificante, comparándolo con aquel otro, impenetrable para mí, que apenas si podía adivinar y que me asustaba, como si fuera un rostro desconocido, bello, pero terrible, que en vano se intenta reconocer en la penumbra...

10

Teme el amor femenino, teme esa dicha, ese veneno...

11

¡Oh, juventud! ¡Juventud! Nada te importa, parece que eres la dueña de todos los tesoros del universo, hasta la tristeza te distrae, hasta la pena te embellece; eres presuntuosa y atrevida, tú dices: ¡sólo yo vivo, mírenme! y no te das cuenta de que tus días corren y desaparecen sin dejar huella y sin ser contados, y todo en ti se derrite, como la cera al sol, como la nieve...

12

Y quizá todo el secreto de tu encanto no resida en la facultad que tienes de alcanzarlo todo, sino en la facultad de creer que todo lo puedes; reside en que lanzas al viento las fuerzas que no habrías podido emplear en ninguna otra cosa; reside en que cada uno de nosotros se considera en serio derrochador, se cree en serio que tiene derecho a decir: “¡Oh, ¡qué no haría yo si no perdiera el tiempo en vano!”

13

Ahora, cuando en mi vida comienzan a aparecer las sombras de la tarde, ¿qué otra cosa me queda más hermoso, más querido, que el recuerdo de aquella tormenta primaveral, matutina, tan fugaz como un hálito?

14

En aquella época despreocupada y juvenil, no fui sordo a la afligida voz que me clamaba, a los solemnes sonidos que llegaban hasta mí desde la tumba. Recuerdo que pocos días después de enterarme de la muerte de Zinaída, yo mismo, por propia e irresistible inclinación, presencié la muerte de la pobre anciana que había vivido en nuestra misma casa. Cubierta de andrajos, sobre unas tablas duras, con una bolsa por almohada, agonizaba dolorosamente. Toda su vida había transcurrido en una amarga lucha contra la indigencia cotidiana; no había tenido alegrías, no había saboreado la miel de la dicha, se diría que debía estar contenta de morir; ésa era su libertad, su reposo. Sin embargo, mientras su ajado cuerpo se resistía aún, mientras aún latía con dificultad su pecho bajo la mano gélida, mientras no la abandonaron las últimas fuerzas, la vieja seguía persignándose y susurraba: “Dios mío absuélveme de mis pecados...”, y sólo con la última chispa de conciencia desapareció de sus ojos la expresión de espanto y temor a la muerte... Y recuerdo que allí, ante el lecho de esa pobre anciana, me sentí sobresaltado por el recuerdo de Zinaída, y quise rezar por ella, por mi padre... y por mí.

sábado, 7 de mayo de 2022

LAS GEÓRGICAS

 


LAS GEÓRGICAS

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 

Las Geórgicas ( 29 a. C.)  de Virgilio sigue el tema de Las Bucólica en cuatro libros: la vida del campo, y más específicamente todo lo referente a la agricultura. Los trabajos y los días de Hesíodo inspiraron a Virgilio. Virgilio escribió esta obra durante siete años .

Etimológicamente la palabra proviene del griego  “Georgiká” (Cultivo de la tierra”, Geo: tierra). De allí el nombre Jorge ( Yuri, Igor: Labrador) .

Los temas fundamentales son la tierra y su cultivo, las uvas como fuente de los exquisitos vinos, la ganadería y las abejas que nos proporcionan su dulce néctar. Los dioses relacionados con el campo( “El mismo Júpiter quiso que no fuese sencillo el procedimiento del cultivo y fue el primero que, impulsando con cuidados los espíritus de los hombres, determinó el arte de la agricultura y no consintió que sus reinos se estancasen en la indolente pereza”, la vida feliz de los labradores (“La labranza es un arte divino.”),

“Las Geórgicas es un tratado de agricultura o de ganadería de carácter doctrinario, una erudita y abundante colección de datos muy apreciados por sus mismos contemporáneos y por las generaciones posteriores, que vieron en las Geórgicas una obra de utilidad práctica para la explotación agropecuaria del campo, en manos de un diligente labrador”. (J. L. Vidal)

I

LIBRO I:

Sobre los dioses protectores de la agricultura , las tierras y sus cultivos, el origen de la agricultura, los instrumentos de labranza, mejores tiempos para sembrar, la contemplación del cielo para precisar el pronóstico climático, sobre César y Octavio.

[Cómo se producen lozanas mieses, bajo cuál astro conviene, ¡oh Mecenas!, labrar la tierra y enlazar las vides con los olmos, que cuidados reclaman los bueyes, qué afanes los ganados, cuánta industria exigen las guardosas abejas empezaré desde ahora a cantar. ¡Oh clarísimas lumbreras del mundo, que regís el orden con que las estaciones se van deslizando del cielo! ¡Oh Baco y oh alma Ceres, si por merced vuestra la tierra trocó la bellota caonia por la fecunda espiga y mezcló las aguas del Aqueloo al jugo de las uvas recién descubiertas! ¡Oh Faunos, númenes propicios a los labradores, venid a mí, y venid también con ellos vosotras, oh vírgenes Dríadas! ¡Yo canto vuestros dones!]

1

Mas, antes de romper con la reja un campo desconocido, conviene informarse de los vientos y de las varias influencias del cielo a que está expuesto, de los cultivos usados en el país y de las propiedades del terreno, y de cuáles frutos produce y cuáles rechaza la comarca.

2

 Fácil es, sin embargo, labrar la tierra todos los años, cuidando de darle en abundancia pingüe abono y cubriendo de inmunda ceniza las hazas exhaustas. Así también se logra que descansen las tierras, alternando las simientes, sin que sean tampoco del todo inútiles mientras se las deja de barbecho.

3

También a veces conviene prender fuego a los campos estériles y quemar los rastrojos con ruidosas llamaradas, ya sea porque con esto recibe la tierra ocultas fuerzas y pingüe sustancia, ya porque todo el vicio que tiene se le cuece con el fuego, y expele así la inútil humedad, o bien porque aquel calor le abra nuevos conductos y respiraderos, antes cegados, por donde pase el jugo a las nuevas mieses, o ya, en fin, porque la endurezca más y comprima sus grietas, de manera que ni las menudas lluvias, ni la fuerza, todavía más destructora, del ardiente sol, ni el penetrante frío del Bóreas puedan abrasarla.

4

Cuando las frías lluvias retienen en su choza al labrador es cuando debe prevenir despacio una multitud de cosas que en los días serenos hubiera tenido que hacer con prisa.

5

En el rigor de los fríos es cuando por lo común los labradores disfrutan de lo que han allegado y cuando se convidan mutuamente a alegres festines; a ello los brinda el genial invierno, que ahuyenta los cuidados; así, cuando ya tocan el puerto las cargadas naves, ornan sus popas con coronas los alborozados marineros. Es, sin embargo, entonces la época de coger la bellota y las bayas del laurel, la aceituna y el fruto del mirto de color de sangre. Entonces se cazan las grullas con lazos y los ciervos con redes, y se corren las orejudas liebres; entonces, cuando la sierra está cubierta de altas nieves, cuando los ríos arrastran hielos, es la ocasión de matar corzos con los disparos de la estoposa honda balear.

 

[Tiempo ha ya, ¡oh César!, que la mansión de los dioses te envidia a nosotros y se queja de que tengas en mucho los honores triunfales que te dan los hombres.

Aquí el Éufrates, allí la Germania, nos mueven guerra: las ciudades comarcanas, rotos los pactos, hacen armas unas contra otras; por todo el orbe derrama sus furores el impío Marte; tal, cuando se lanzan de la barrera las cuadrigas, cobran en el circo nuevo brío, y tirando en vano de las riendas, el auriga se ve arrebatado por los caballos y el carro no obedece al freno.]

LIBRO II

Contiene siete partes :sobre los árboles, sus cuidados, los mejores lugares para sembrar, los terrenos para sembrar, las uvas, elogio de la vida campestre.

 

[Hasta aquí he cantado el cultivo de los campos y el influjo de los astros; ahora, ¡oh Baco!, te cantaré a ti, y contigo los silvestres arbolados y los tardíos renuevos del olivo. Asísteme, ¡oh padre Leneo! Todo aquí está lleno de tus dones; por ti florece el campo cuajado de pámpanos otoñales y la vendimia rebosa en las henchidas tinajas. Asísteme, ¡oh padre Leneo!, y depuestos los coturnos, tiñe conmigo las desnudas piernas en el nuevo mosto. Ante todo, diré que los árboles se producen de varias maneras, porque unos, sin auxilio del hombre, brotan espontáneamente y cubren en grande extensión los campos y las corvas márgenes de los ríos, como los tiernos mimbres, las flexibles retamas, los álamos y los sauces, coronados de blanquecina verdura.]

1

Y muchas veces vemos las ramas de un árbol convertirse sin daño en ramas de otro; vemos a los manzanos injertos producir peras transformadas, y al duro cornejo enrojecerse con ciruelas. Por lo cual, ¡oh labradores!, trabajad y aprended los cultivos propios a cada especie y domad a fuerza de cultivo la aspereza de los frutos silvestres.

Hay más de un modo de injertar los árboles y de introducir en ellos las yemas de otros. En aquella parte en que éstas brotan, en medio de la corteza, y cuando rompen sus tenues películas, se hace en el mismo nudo una incisión, y por ella se introduce el pimpollo de otro árbol, que prende y crece en aquella húmeda corteza interior, o bien se sajan los troncos lisos y se abre desde arriba una raja en lo sólido con cuñas, por donde penetran feraces renuevos, y no pasa mucho tiempo sin que levante hacia el cielo un robusto árbol sus fructíferas ramas, asombrado de su nuevo follaje y de sus ajenos frutos.

2

No aspiro a abarcar todas las cosas en mis versos; no lo lograra aun cuando tuviera cien lenguas y cien bocas y una voz de hierro; ven y costea esta primera orilla; no nos apartaremos un punto de ella; no te cansaré ni con ficciones, ni con rodeos, ni con largos exordios.

3

El olivo nace mejor de sus troncos, las vides de los mugrones y el laurel de Pafos de su propia recia madera; lo mismo nacen los duros avellanos y el corpulento fresno, y el umbroso árbol de que hizo Hércules su corona, y las encinas del dios de Caonia, y lo mismo la erguida palma y el abeto, destinado a correr los azares del mar.

4

El labrador ara la tierra con la corva reja. Éste es su trabajo de todo el año; con él sostiene a su patria y a sus pequeñuelos hijos, y a sus ganados y a sus yuntas, que lo merecen bien. No sosiega hasta que el año rebosa en frutos, o en nuevas crías de sus ganados, o en gavillas de trigo; no sosiega hasta que ve los sulcos abrumados bajo el peso de la mies e insuficientes para ellas su trojes.

5

 ¡Oh Musas, dulces para mí sobre todas las cosas, a quienes rindo culto con gran amor!, acogedme en vuestro regazo y mostradme las sendas del cielo y el curso de las estrellas, y los varios eclipses del sol y los giros de la luna; cuál sea la causa de los terremotos, por qué fuerza se hinchan los profundos mares, rompiendo sus barreras, y luego vuelven a su primer sosiego; por qué los soles invernales se dan tanta prisa en sumirse en el Océano, y por qué son tan tardías las noches de verano. Mas si la sangre ya fría que circuye mis entrañas impide que pueda sondar estos misterios de la naturaleza, plázcanme los campos y los arroyos que riegan los valles; contento en mi oscuridad, deléitenme los ríos y las selvas.

 

[También él celebra los días festivos, y tendido en la hierba, rodeado de sus compañeros con la copa henchida, puesta en medio la lumbre, te invoca, ¡oh Leneo!, ofreciéndote libaciones, y ya suspende de un olmo el blanco para que ejerciten en el tiro los zagales, que ya desnudan para la lucha sus fornidos cuerpos. Esta vida hacían en otro tiempo los antiguos Sabinos; así vivían Remo y su hermano, así creció la fuerte Etruria, así sin duda llegó a ser Roma la más hermosa de las ciudades, y, única en el mundo, se rodeó de siete colinas. Aun antes del reinado de Dicteo , antes que el impío linaje de los hombres se sustentase con la carne de los degollados novillos, esta vida hacía en la tierra el áureo Saturno. No se oían entonces resonar los bélicos clarines ni rechinar las espadas puestas en los duros yunques. Pero ya he recorrido harto espacio, y ya es tiempo de desatar los humeantes cuellos de mis caballos.]

LIBRO III

Sobre el ganado y sus dioses protectores. Habla de Octavio y Mecenas. Luego escribe sobre los animales: los toros, los caballos, las ovejas, las cabras, los perros, las plagas que atacan el ganado, termina con la peste.

[También os cantaré a ti, ¡oh poderosa Pales!, y a ti, ¡oh pastor de Anfriso, digno de eterna memoria!, y a vosotras, ¡oh selvas y ríos del Liceo! Todas las fábulas poéticas, que algún día cautivaban los ánimos ociosos…]

1

La Grecia entera, abandonando el Alfeo y los bosques de Molorco, acudirá, a mi llamamiento. a disputar la palma de la carrera y de la lucha con el duro cesto; ceñidas las sienes de hojas de oliva, yo distribuiré los premios. Ya me figuro ver conducir al templo las solemnes pompas y los inmolados novillos; ya veo abrirse la escena con sus cambiantes aspectos, y a los bretones descorrer el purpúreo telón en que están representados.

2

¡Oh Mecenas!, tu arduo mandato; sin ti, mi mente no acomete ninguna grande empresa.

3

Las mejores vacas son las que tienen la mirada torva, la cabeza grande, la cerviz muy gruesa, papadas que cuelgan desde el morro hasta las rodillas y el lomo muy largo; ¡han de tener además todos !os miembros grandes y también la pezuña, y orejas muy velludas bajo los enroscados cuernos.

4

Aquellas gentes pasan la vida ociosas y seguras en cuevas subterráneas, donde encienden grandes lumbradas con troncos enteros de robles y olmos; allí emplean la noche en jugar y beber alegremente en vez de vino, copas llenas de un licor hecho con levadura de cebada y manzanas agrias.

LIBRO IV

Sobre las abejas y la tragedia de Orfeo y Eurídice.

[Ahora voy a proseguir cantando el celestial donde la aérea miel. Atiende también, ¡oh Mecenas!, a esta parte de mi obra, en que diré asombrosos espectáculos de cosas pequeñas, magnánimos caudillos, y referiré por su orden las costumbres, los afanes de todo un linaje de seres, sus especies, sus batallas.]

1

Florezcan en contorno las verdes alhucemas, el oloroso serpol y gran copia de muy fragante ajedrea; abunden también allí las violetas con el mucho riego. En cuanto a las colmenas, ya las formes de cortezas labradas, ya de flexibles mimbres entretejidos, disponles angostas piqueras, porque el invierno con sus fríos endurece la miel y el gran calor la derrite.

2

Cuando en verano vieres un enjambre recién salido de su colmena, que surcando el sereno éter se levanta al firmamento, y te maravilles de cómo se mece en las auras formando una densa nube, obsérvalo bien; siempre las abejas van a buscar aguas dulces y frondosas moradas; entonces, lo que debes hacer es desparramar por el sitio a que se dirigen las hierbas cuyo sabor apetecen, la melisa majada y la grama común de cerinto, y a más haz alrededor ruido de metales y bate los címbalos de la madre Cibeles.

3

Así como hay dos especies de reyes, así las hay también de abejas; unas son feas, del color de la tierra, que escupe la reseca boca del sediento caminante cubierto de polvo; las otras son muy hermosas y relucen como el oro; todo su cuerpo está salpicado de pintas iguales. Esta casta es la que más aprovecha, de esta obtendrás en determinada época del año dulce miel, y más que dulce, limpia y a propósito para corregir la aspereza del vino.

4

Las abejas son las únicas que tienen hijos comunes, que viven en sociedad y se rigen por admirables leyes; las únicas que tienen patria y penates fijos; las únicas que, previsoras del venidero invierno, trabajan en verano y previenen repuesto en el centro de sus colmenas. Unas proveen al preciso sustento, y en virtud de esta obligación, salen a trabajar al campo; otras, en lo interior de las colmenas, asientan los primeros cimientos de los panales con el zumo del narciso y el viscoso gluten de las cortezas, de donde suspenden la consistente cera; otras sacan las crías, esperanza de la especie; otras labran la pura miel y bañan con aquel líquido néctar las celdillas. Hay algunas a quienes toca en suerte guardar la piquera, en cuyo cuidado alternan con el de observar las lluvias y los nublados, o recibir la carga de las que llegan, o rechazar en ordenada hueste a la holgazana turba de los zánganos.

5

A las de más edad corresponde el cuidado de la colmena, fortalecer los panales y fabricar las celdillas con artificio digno de Dédalo, tornan cansadas las más jóvenes, ya muy entrada la noche, cargados de tomillo los pies; las plantas de que indistintamente se apacientan son las flores del madroño y las de los verdes sauces, la casia, el amarillo azafrán, la untuosa tila y el morado jacinto.

ARISTEO, EURÍDICE Y ORFEO.

Aristeo, protector de las abejas, se enamora de Eurídice, esposa de Orfeo. Eurídice muere durante la persecución que le hace Aristeo .En castigo se enferman sus abejas y debe hacer sacrificio de animales para exculparse. Orfeo intenta rescatarla del inframundo. Los dioses se lo permiten, siempre y cuando no vea el rostro de su amada hasta salir a mundo de los vivos. Orfeo voltea y Eurídice vuelve al inframundo.

[Perdonar los espíritus infernales. Parose ya casi en los mismos límites de la tierra, y olvidado, ¡ay!, del pacto y vencido del amor, miró a su Eurídice; con esto fueron perdidos todos sus afanes y quedaron rotos los tratos del cruel tirano. Tres veces retumbaron con fragor los lagos del averno. Y ella: "¿Qué delirio, Orfeo mío— exclamó—; qué delirio me ha perdido, infeliz, y te ha perdido a ti? Ya por segunda vez me arrastran al abismo los crueles hados; ya el sueño de la muerte cubre mis llorosos ojos. ¡Adiós, adiós!, las profundas tinieblas que me rodean me arrastran consigo, mientras que, ya no tuya, ¡ay!, tiendo en vano hacia ti las débiles palmas." Dijo, y de pronto, cual leve humo impulsado por las auras, se desvaneció ante los ojos de su amante, que en vano pugnaba por asir la sombra fugitiva y decirle mil y mil cosas; no la volvió más a ver, ni el barquero del Orco consintió que otra vez pasase el mancebo la opuesta laguna. ¿Qué hacer? ¿Adónde ir habiéndole sido por dos veces arrebatada su consorte? ¿Con qué llanto podría conmover a los dioses infernales, con qué palabras a los númenes celestes? En tanto Eurídice, yerta ya, iba bogando en la barca infernal por la laguna Estigia. Es fama que siete meses enteros pasó él llorando bajo una altísima peña a la margen del solitario Estrimón, y repitiendo sus desventuras en aquellas heladas cavernas, amansando a los tigres y arrastrando tras sí las selvas con sus cantos. No de otra suerte, la doliente Filomela lamenta entre las ramas de un álamo sus perdidos hijuelos, que, puesto en acecho, le robó del nido, implumes todavía, el despiadado labrador; llora ella toda la noche, y desde la rama en que se posa, repite sus lastimeros trinos, llenando los vecinos bosques con sus desoladas quejas. Así el mísero Orfeo: no hay ya amor, no hay ya himeneo que cautive su corazón; solo con su dolor recorría las heladas regiones hiperbóreas, el nevado Tanais y los campos del Rifeo, siempre cubiertos de escarchas, lamentando su arrebatada Eurídice y los vanos dones de Dite.

Menospreciadas de él, por efecto de aquel tan grande amor, las mujeres de los Cicones despedazaron al mancebo en medio de los sacrificios de los dioses y de las nocturnas orgías de Baco y esparcieron sus miembros por los campos, y aun cuando ya el Hebro eagrio arrastraba entre sus ondas su cabeza, arrancada del alabastrino cuello, todavía su voz, todavía su helada lengua iba clamando con desfallecido aliento: ¡Oh Eurídice, oh mísera Eurídice!, y ¡Eurídice, Eurídice! repetían en toda su extensión las márgenes del río." Esto dijo Proteo, y de un salto se precipitó en el profundo mar, arremolinando con la cabeza, en su caída, las espumantes olas. Acudió entonces Cirene, y dirigiéndose a su atemorizado hijo (Aristeo): "Ahuyenta del pecho—le dijo—tus tristes cuidados. Ya has oído los motivos de la peste que ha destruido tus ganados; por eso, las Ninfas, con quienes Eurídice entonaba coros en las profundas selvas, causaron la miserable destrucción de tus abejas. Tú ahora, suplicante, ve a llevarles ofrendas y a venerarlas implorando paz; las Napeas son fáciles de aplacar, y sin duda aceptarán tus votos y depondrán sus iras; mas antes quiero decirte en qué manera has de invocar su auxilio. Elige cuatro excelentes toros, los más hermosos entre todos los tuyos, que ahora están pastando en las cumbres del verde Liceo, y otras tantas novillas, cuya cerviz no haya aún tocado la coyunda; levanta en los altos templos de las diosas cuatro altares, degüella en ellos las víctimas y ofréceles su sangre en holocausto, dejando los cuerpos abandonados en la umbrosa floresta. Luego, cuando pasados nueve días empiece a rayar la aurora, ofrece en sacrificio a Orfeo adormideras Leteas, da culto a Eurídice, inmolando para aplacar sus manes una becerra; inmola también una oveja negra, y vuelve luego a la selva." Cumplió al punto el mancebo los mandatos de su madre. Fue a los templos de las Ninfas, levantó los altares que le había prevenido y llevó a ellos cuatro hermosísimos toros y otras tantas novillas, cuya cerviz no había aún tocado la coyunda; luego, cuando al noveno día empezaba a rayar la aurora, ofreció el sacrificio a Orfeo y volvió a la selva. Entonces, de pronto, contemplaron sus ojos una indecible maravilla: en todas aquellas entrañas corrompidas, en lo interior de todas aquellas reses muertas, zumban innumerables abejas, hierven en las rotas costillas y se remontan por el aire, formando inmensas nubes; luego van a posarse en la copa de un árbol y se suspenden como racimos de las flexibles ramas. Estas cosas cantaba yo sobre el cultivo de los campos, de los ganados y de los árboles, mientras el gran Cesar esgrimía el rayo de la guerra en las orillas del hondo Éufrates, dictaba vencedor sus leyes a los pueblos domeñados y se abría el camino del Olimpo. Sustentábame por entonces en su regazo la dulce Parténope, a mí, Virgilio, que, dedicando la flor de mi juventud a oscuros solaces, forjé con la ufanía propia de los pocos años, versos pastoriles, y te canté, ¡oh Títiro!, tendido a la sombra de una frondosa haya.]

 

NOTA

Aristeo, en su misión civilizadora, visitó Arcadia y se estableció durante una temporada en el valle de Tempe. Allí, mientras Aristeo perseguía a Eurídice, ésta fue mordida por una serpiente y murió. Pronto las abejas de Aristeo se pusieron enfermas y comenzaron a morir. Él fue a la fuente Aretusa y se le aconsejó establecer altares, sacrificar ganado y dejar ahí los cadáveres. De los cadáveres surgieron nuevos enjambres de abejas

 

viernes, 6 de mayo de 2022

DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS

 


DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS

 

Edgardo Rafal Malaspina Guerra

De la naturaleza de las cosas -De rerum natura- (siglo I a. C) ,de   Lucrecio Caro,  es un largo poema filosófico en el que se defiende el materialismo y cuyos fundamentos son la tesis atomista de Demócrito y los postulados de Epicuro.

 

1

¡Á qué horribles males la superstición puede llevar á los hombres!

2

Si de nada los seres se formasen, nacerían súbitamente en épocas inciertas y en todos sitios, porque la potencia productora funcionaría sin orden.

3

Preciso es, pues, declarar que nada se forma de la nada, y que todas las cosas que participan de la vida presuponen el desarrollo de un germen.

4

La muerte no es más que una descomposición de concreciones materiales.

5

Ningún ser puede extinguirse totalmente.

6

Lo que desaparece de nuestra vista no se extingue, sino se transforma: la vida surge de la muerte.

7

Hay mínimas partículas, imperceptibles para la vista.

Lo que hay de cierto es, según pienso, que existen en la Naturaleza corpúsculos simplicísimos, los cuales, por su forma, por sus atracciones, sus movimientos y el orden en que se colocan, producen el fuego y otras muchas cosa.

8

La vida es un infierno para los necios.

9

La opulencia, las distinciones sociales y el poder no libran de dolores al cuerpo ni proporcionan felicidad al alma

10

Todo cuanto existe consume lentamente su propio vigor, hasta que extenuado se pierde en el piélago de la decrepitud.

martes, 3 de mayo de 2022

LAS BUCÓLICAS DE VIRGILIO

 



LAS BUCÓLICAS

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 

Las Bucólicas (Églogas) fue la primera obra de Virgilio (41 y 37 a. C) y consta de diez poemas.  Virgilio se inspiró en la poesía del griego Teócrito, creador del género pastoril.

En las bucólicas se evoca la vida campestre, la flora y la fauna, la tierra y la crisis por las expropiaciones, consecuencias de las guerras; las cosechas, el pastoreo, el amor (sobre todo en no correspondido), la música,   el futuro con invocación de una edad de oro que sugiere retornará.

Las Bucólicas son diálogos y monólogos impregnados de melancolía con invocación constantes de los dioses de la mitología grecorromana.

Hay contrapunteo de cantos y certámenes de versos y poemas entre pastores.

Las Bucólicas son un   elogio al arte poético.

“Las Bucólicas, como las Geórgicas, anticipan algunos rasgos distintivos del método de Virgilio en la Eneida: “La sistemática organización del material, la reordenación caleidoscópica de palabras y motivos tomados respetuosamente de un predecesor para hacer algo totalmente nuevo, la expresión de sentimientos esenciales gracias a vetas de sensaciones que recorren un material aparentemente heterogéneo” (Camps, W.A).

La cuarta Bucólica es la más famosa y conocida porque se remite al nacimiento de un niño que se asocia al surgimiento de una nueva era. Los cristianos primitivos la invocaron como la anunciación de Jesús por parte de un pagano.

1

Tenemos fruta madura,

blandas castañas y queso fresco en abundancia;

en lontananza los tejados de las chozas humean ya en sus lomeras

y de los altos montes caen alargándose las sombras.

2

El pastor Coridón ardía de amor, sin ninguna esperanza,

por el hermoso Alexis, amado por su patrón.

Se dedicaba solo a ir a un bosque tupido de hayas,

de copas umbrosas. Allí, solitario, con inútil esfuerzo,

profería a los montes y bosques desconsolados lamentos.

3

Recuerda que se debe ser más comedido al reprochar a un hombre.

4

“La IV bucólica es una emocionada felicitación a Polión, pero con un lenguaje ¿ profético y neopitagórico. Esto y su altísimo estilo dejaron pasmados a los lectores de la época. Después, en la antigüedad cristiana, este canto de esperanza fue interpretado como una profecía mesiánica por ciertas coincidencias de lenguaje con la Biblia. No nos admiremos si el emperador Constantino clausuró el Concilio de Nicea con la lectura de esta bucólica”. (J. Picasso M).

Agustín de Hipona y otros pretendieron que era posible la manifestación divina a través de elementos paganos.

Las interpretaciones bajo los signos de cristianismo tiene que ver con el siguiente párrafo de Isaías 11, 6-8: “Vivirá el lobo con el cordero, yacerá el leopardo con el chivo, habitarán juntos el ternero, el león y la oveja y un niño pequeño los guiará. Pacerán juntos el ternero y el oso; juntos descansarán sus cachorros. El león comerá paja como el buey y el niño de teta jugará junto a la madriguera de la serpiente”.

En realidad, esta Bucólica se relaciona metafóricamente con la esperanza en un futuro mejor; y más exactamente con el nacimiento del hijo de un amigo:  a Polión, íntimo amigo de Virgilio y a quien dedica so obra, le nació un hijo al que llamó Salonino.

A continuación, citamos la IV Bucólica en toda su extensión:

 

Cantemos, Musas sicilianas, ¡asuntos un poco más altos!

No a todos gustan los huertos y los humildes tamariscos:

sí cantamos los bosques, ¡que los bosques sean dignos de un cónsul!

Por fin ha llegado la última edad de la profecía de Cumas.

Íntegro renace el gran orden de los siglos.

Por fin también regresa la Virgen, los reinos de Saturno regresan,

por fin una nueva generación desciende del alto cielo.

Casta Lucina, ya reina tu hermano Apolo;

tú, solo ayuda al nacimiento del niño, con el que cesará, primero,

la progenie de hierro y, después, surgirá el linaje de oro en el mundo.

Bajo tu consulado, el tuyo, oh Polión, esta edad gloriosa empezará;

bajo tu comando los grandes meses su curso inaugurarán.

De nuestra perversión aún quedan algunos vestigios,

pero su eliminación librará a la tierra de su perpetuo terror.

El niño recibirá una vida divina y verá a los héroes

mezclados con los dioses, él mismo se verá con ellos

y gobernará al mundo pacificado por las virtudes de su padre.

Y como primeros regalos, oh niño, la tierra, sin labor alguna,

te prodigará yedras errantes por doquier y bácaras

y colocasias mezcladas con el sonriente acanto.

Por sí solas las cabritas traerán a casa sus ubres henchidas de leche

y el rebaño vacuno no temerá los grandes leones.

Por sí sola tu cuna derramará para ti bellísimas flores.

Morirá la serpiente y morirá la yerba de insidioso veneno.

Por doquier brotará el amomo asirio.

Luego, apenas puedas leer las hazañas de los héroes

y las gestas de tus ancestros, y puedas conocer qué es el valor,

el campo se dorará de espigas de suaves aristas;

rojos racimos de uva colgarán de los abrojos salvajes;

la dura madera del roble destilará un rocío de miel.

Subsistirán, empero, algunos vestigios de la antigua malicia

que impulsen a los hombres a desafiar a Tetis, a ceñir con muros

las ciudades, a hender la tierra con surcos.

Habrá entonces un segundo Tifis y una segunda Argo

que trasporte a héroes escogidos; habrá también otras guerras

y de nuevo será enviado a Troya un gran Aquiles.

Y, cuando la edad adulta haya hecho de ti un gran hombre,

el viajero por sí mismo renunciará al mar, y el pino flotante

no intercambiará mercancías: toda tierra producirá de todo.

El campo no sufrirá más las azadas, ni la viña los podones.

También el robusto labrador desatará el yugo a los toros;

la lana no aprenderá a mentir con polícromas tinturas,

sino que, en los prados, tomará el vellón de los carneros

el delicado color del múrice o el amarillo de la gualda;

por sí solos, los corderos en el pasto se revestirán de escarlata.

“¡Apuraos! ¡Hilad tales siglos!”, dijeron a sus husos las Parcas,

de acuerdo con la voluntad inmutable de los Hados.

Ese será el momento de ingresar a los grandes honores,

¡oh vástago querido de los dioses, gran plenitud de Júpiter!

Mira al mundo, a la tierra, al mar inmenso

y al cielo sublime gravitar bajo el peso de la bóveda celeste;

mira cómo todo exulta al acercarse el nuevo siglo.

¡Ah, que pueda prolongarse el fin de mi vida

y quedarme inspiración suficiente para cantar tus hazañas!

Nadie me ganaría con sus cantos, ni el tracio Orfeo ni Lino,

aun asistidos aquel por su madre, y este por su padre:

Orfeo por Calíope, Lino por el hermoso Apolo.

Incluso Pan, delante de la Arcadia como juez, no podrá competir conmigo;

incluso Pan, delante de la Arcadia como juez, se declarará vencido.

Comienza, mi pequeño, a reconocer por su sonrisa a tu madre

-nueve meses acarrearon continuas molestias a tu madre-,

comienza, mi pequeño: a quien no sonrieron sus padres

ningún dios lo juzga digno de su mesa, ninguna diosa, de su lecho.

5

-Tus versos son para nosotros, oh divino poeta,

como un sueño en el prado para la gente cansada; como, en pleno calor,

apagar la sed en la deliciosa agua de un arroyuelo saltarín.

 

- Como a Baco y a Ceres, a ti, cada año, los agricultores

te harán votos: y tú los obligarás a cumplirlos.

6

[Mnasilo y Cromis en compañía de la náyade Egle, sorprenden a Sileno, que duerme ebrio en su cueva. Lo atan y lo obligan a cantar un poema. Su canto es un poema mitológico]

 

¡Adelante, Piérides! Los jóvenes Cromis y Mnasilo

vieron en un antro a Sileno, postrado por el sueño,

con las venas hinchadas, como siempre, por el Iaco de la víspera;

unas coronas tejidas habían caído de su cabeza, no muy lejos,

y tenía un pesado cántaro colgado de su asa gastada.

7

-¿Qué podía yo hacer? No tenía ni a Alcipe ni a Filis

para encerrar en su morada a los corderos recién destetados,

y además un gran certamen se presentaba: ¡Coridón contra Tirsis!

Preferí, pues, su juego a mis serios asuntos.

Ambos, en versos alternados, empezaron a concursar;

las Musas querían que se compusieran versos alternados.

Estos son los que Coridón recitaba y aquellos serán los de Tirsis.

 

- El fresno es el árbol más bello de los bosques; el pino, de los huertos;

el álamo, de los ríos; el abeto, de los altos montes.

Pero, Licidas bello, si vinieras más a menudo a verme,

ganarías al fresno en los bosques y al pino en los huertos

8

- La fría sombra de la noche acababa de retirarse del cielo;

era el momento en que el rocío de la blanda yerba gusta más al rebaño

 

- Ahora, que el lobo huya del cordero, que los duros robles

produzcan manzanas doradas, que el narciso florezca en el aliso,

que los tamariscos exuden de sus cortezas el ámbar untuoso,

que los búhos compitan con los cisnes, que Títiro sea un Orfeo,

un Orfeo en los bosques, un Arión entre los delfines.

Comienza, flauta mía, conmigo, los versos del Ménalo.

 

9

 

[La bucólica refleja el drama personal de Virgilio durante las expropiaciones ]

 

-Oh Licidas, esto nunca lo habíamos temido: haber vivido tanto

para que un extranjero, adueñado de nuestros campitos, nos diga:

“Esto es mío, ¡fuera de aquí, antiguos agricultores!”

Ahora, vencidos, tristes, ya que la Fortuna todo lo trastorna, 5

le llevamos a él estos cabritos -¡qué le traigan maldiciones!

 

- La edad se lleva todo, incluso la memoria; en mi infancia, recuerdo,

acostumbraba enterrar largos soles cantando.

Tantas poesías están ya olvidadas, y ni aun la voz acompaña a Meris;

los lobos fueron quienes miraron primero a Meris.

- prosigamos la ruta cantando: nos pesará menos el camino.

Para caminar cantando, te aliviaré de tu carga.

10

No cantamos a los sordos: los bosques todo nos responden.

-¿Qué bosques o quebradas os retuvieron, jóvenes Náyades,

cuando Galo se consumía por un amor no correspondido? 10

Porque ningún pico del Parnaso ni del Pindo

ni la aonia Aganipe pudieron demoraros.

De él se lamentaron los laureles y tamariscos;

el pinífero Ménalo y las rocas del gélido Liceo

también lo lloraron cuando yacía bajo una roca solitaria.

-prefiero sufrir en los bosques y en las guaridas de las fieras

y grabar mis amores en los árboles tiernos.

¡Al crecer los árboles, creceréis, mis amores!

 

-El Amor vence todo: cedamos también nosotros al Amor.

 

NOTAS:

-La palabra "bucólico" proviene del griego boukolikós (de boukólos, boyero) a través del latín bucolicus, y se refiere a relatos, poemas y expresiones artísticas que se inspiran en representación de la vida del campo y la naturaleza. "Boyero" es una persona que cuida bueyes.

-Bucolismo: idealización de la naturaleza y de la vida campesina.

-La palabra "égloga" viene del griego eklogé y significa "escogido, un poema pastoral en forma de dialogo". Sus componentes léxicos son: el prefijo ek- (hacia fuera), y legein (escoger, decir, expresar).