miércoles, 25 de enero de 2023

[7] LA CONJURA DE LOS NECIOS.

 

 

 

[7]LA CONJURA DE LOS NECIOS. (1980)


 Edgardo Rafael Malaspina Guerra

La conjura de los necios escrita por John Kennedy Toole (1937-1969), fue publicada póstumamente en 1980. El autor se suicidó, frustrado porque su libro fue rechazado en editoriales.

I

El héroe principal es Ignatius Reilly, un hombre despistado e inadaptado que vive en su burbuja de ideas extemporáneas. Los otros personajes como su madre (la señora Reilly),  “su novia” Myrna Minkoff, el patrullero Mancuso, y todos las demás figuras que aparecen en la obra conforman el elenco de esta corte de ingenuos incorregibles , para la cual la “Máquina de cortar tontos” constituye un verdadero peligro. A propósito de ritmos musicales , es bueno acotar que Ignatius es copia, fiel y exacta, del protagonista de “La flor del trabajo”, la canción de Billo's Caracas Boys.

II

Ignatius vive en la Edad Media . Su área de confort es su cuarto lleno de sus diarios , trazados con “teología y geometría”. Sus diarios contienen sus ideas geniales. Ignatius tiene como punto de referencia para todos sus actos “La consolación de la filosofía” del pensador romano Boecio (480-520), en la cual se le asigna a la Fortuna (diosa) un papel preponderante en el destino de los hombres.

III

Mi profesor Nikolai Alexandrovich Agarzanian (1928-1914) solía hablar de la importancia de los procesos de adaptación, a los cuales definió como un problema hamletiano: “Es el ser o no ser de la fisiología”. Esta definición médica la podemos extrapolar al campo de la vida en comunidad: Si no te adaptas a las imposiciones y reglas de la sociedad, serás excluido; y eso es precisamente lo que sucede con Ignatius al considerar al trabajo como algo indigno. Y en ese sentido, para seguir con las comparaciones en pentagrama, se asemeja al Negrito del Batey.

IV

 

La conjura de los necios es una tragicomedia con muchos diálogos. La sociedad desde el punto de vista de Ignatius es una locura, una trivialidad carnavalesca que hay que enderezar de acuerdo con sus teorías medievales.  La visión de Ignatius sobre el mundo que lo rodea proviene de su entorno familiar completamente disfuncional. Estas familias disfuncionales se encuentran también en otros de los personajes que lo acompañan.

V

Walker Percy publicó la novela póstumamente y escribió : “He aquí a Ignatius Reilly, sin progenitor en ninguna literatura que yo conozca (un tipo raro, una especie de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y Tomás de Aquino perverso, fundidos en uno), en violenta rebeldía contra toda la edad moderna, tumbado en la cama con su camisón de franela, en el dormitorio de su hogar de la Calle Constantinopla de Nueva Orleans, llenando cuadernos y cuadernos de vituperios entre gigantescos accesos de flato y eructos”.

 VI

Frases:

1

-Oh, Fortuna, diabólica ramera.

2

Al desmoronarse el sistema medieval, se impusieron los dioses del Caos, la Demencia y el Mal Gusto

3

Tras el periodo en el que el mundo occidental había gozado de orden, tranquilidad, unidad y unicidad con su Dios Verdadero y su Trinidad, aparecieron vientos de cambio que presagiaban malos tiempos. Un mal viento no trae nada bueno. Los años luminosos de Abelardo, Thomas Beckett y Everyman se convirtieron en escoria; la rueda de la Fortuna había atropellado a la Humanidad, aplastándole la clavícula, destrozándole el cráneo, retorciéndole el torso, taladrándole la pelvis, afligiendo su alma. Y la Humanidad, que tan alto había llegado, cayó muy bajo. Lo que antes se había consagrado al alma, se consagraba ahora al comercio.

4

De las cenizas de la humanidad no surgió ningún fénix.

5

Si la válvula pilórica no estaría intentando decirle algo, casandrescamente. El, como medievalista, creía en la roía Fortunae, o rueda de la Fortuna, un concepto básico de De Consolatione Philosophiae, la obra filosófica que había sentado las bases del pensamiento medieval. Boecio, el último romano, que había escrito la Consolatione mientras padecía una prisión injusta por orden del emperador, había dicho que una diosa ciega nos hace girar en una rueda, que nuestra suerte se presenta en ciclos. ¿Significaba acaso un mal ciclo aquella ridícula tentativa de detenerle? ¿Giraba acaso rápidamente hacia abajo su rueda? El accidente también era un mal signo. Ignatius estaba preocupado. Pese a toda su filosofía, Boecio había sido torturado y ejecutado. Y, de repente, la válvula de Ignatius volvió a cerrarse, e Ignatius se echó sobre el costado izquierdo para presionarla y abrirla.

6

—Oh, Fortuna, oh, deidad ciega y desatenta, atado estoy a tu rueda — Ignatius eructó—: No me aplastes bajo tus radios. Elévame e impúlsame hacia

arriba, oh diosa.

7

Hombre limpio, muy trabajador, de fiar, callado. ¡Santo Dios! ¿Pero qué clase de monstruo quieren? Creo que jamás podría trabajar en una institución con semejante visión del mundo.

¿Acaso crees que quiero vivir en una sociedad comunal con gente como esa Battaglia amiga tuya, barriendo calles y picando piedra o lo que ande haciendo siempre la gente en esos desdichados países? Lo que yo quiero es una buena monarquía, firme, con un rey decente, de buen gusto, un rey con ciertos conocimientos de teología y de geometría, y que cultive una rica vida interior.

8

¿Ir a un psiquiátrico? Jamás. Intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la televisión y de los alimentos congelados. ¿No comprendes? La psiquiatría es peor que el comunismo.

9

¿Podrías aminorar un poquito la marcha? Creo que tengo un soplo cardíaco.

10

El optimismo me da náuseas. Es perverso. La posición propia del hombre en el universo, des de la Caída, ha sido la de la miseria y el dolor.

11

He dado en llegar a la oficina una hora más tarde de lo que allí se me espera. En consecuencia, me encuentro muchísimo más reposado y fresco cuando llego, y evito esa primera hora lúgubre de la jornada laboral en la que los sentidos y el cuerpo entorpecidos aún por el sueño convierten cualquier tarea en una penitencia. Considero que, al llegar más tarde, mejora notablemente la calidad del trabajo que realizo.

12

Iba a ser un destino malévolo: ahora se enfrentaba a la perversión de tener que ir a trabajar.

13

La comida enlatada es una perversión… Sospecho que es en el fondo muy dañina para el alma.

14

Llevo ya una semana deambulando por el barrio comercial. Carezco, al parecer, de alguna perversión especial que buscan los patronos de hoy.

15

Mi organismo entero está aún agitado. En consecuencia, estoy aún en el proceso de adaptarme a la tensión del mundo laboral. En cuanto mi organismo se acostumbre a la oficina, daré el paso gigantesco de visitar la fábrica…

16

Oh, Fortuna, diabólica ramera.

17

Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer.

El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo-cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien. No hubo recompensa. No hubo zanahoria.

Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme.

Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombis o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza."

-Oh, Fortuna, oh, deidad ciega y desatenta, atado estoy a tu rueda —

Ignatius eructó—: No me aplastes bajo tus radios. Elévame e impúlsame hacia arriba, oh diosa.

 

domingo, 1 de enero de 2023

EL GUARDIÁN EN EL CENTENO.

 

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO: ¿UN LIBRO MALDITO?


Edgardo Rafael Malaspina Guerra


 

1

Cuando leí El guardián entre el centeno (1951) de J. D. Salinger (1919-2010) no estaba en mi lista de lecturas prioritarias; sin embargo, la fama de libro maldito acució mi interés, hasta el punto de reestructurar mis planes .Eso de haber inspirado sonados crímenes es materia de curiosidad, por lo menos.

2

Chapman, el asesino de John Lennon, se creyó el héroe de la novela de Salinger y esperó a la policía hojeando el libro. John Hinckley Jr., que intentó asesinar a Ronald Reagan tenía la novela entre sus preferidas. Charles Manson y otros connotados asesinos también encontraron señales para sus desmanes en El guardián entre el centeno.

3

Holden Caulfield, joven de 16 años, es expulsado del liceo por su bajo rendimiento. Decide no regresa a casa y vagar por las calles de Nueva York, mientras planifica emprender un largo viaje de aventuras. Empieza a narrar sus cuitas en un lenguaje propio de los adolescentes y considerando a todos los adultos como perfectos estúpidos, farsantes e hipócritas. Visita bares, prostíbulos, hoteles baratos; se pone otro nombre, se quita la edad, critica todo a su alrededor, todo le repugna (me da nauseas) y hace preguntas ridículas para ver la reacción de la gente: ¿Dónde se meten los patos en invierno?

4

En su narración habla de su depresión, se califica de “un poco ateo”, rebelde y cobarde. Asesina, pero sólo en sus pensamientos. Manifiesta ideas suicidas. Bebe alcohol, fuma y es frugal en las comidas. Sus expresiones son hiperbólicas: un largo rato son cincuenta años. Unos cuantos metros son miles de kilómetros

5

Muchas palabras las usa reiteradamente: maldito (237 veces dice un experto), bastardo (58 veces), mierda, mentiras, imbéciles, insoportables, lástima, burlas, necios, soledad, depresión, odio, sexo, marica, etc.

6

Pero ¿Por qué este libro ha servido de numen a muchos delincuentes?

Porque son unos psicópatas que no entendieron que el libro describe la psicología de la adolescencia, la “etapa fascistoide” de todos los humanos, como dijo alguien por allí, y que con el tiempo será superada. Cierto, las palabras vulgares pueden incitar al mal, según lo establece la neurolingüística, pero nuevamente debemos ubicarnos en el contexto de la obra, única en su género: así pensamos cuando somos jóvenes y creemos que sólo nosotros tenemos la razón. “Ya no soy tan joven como para saberlo todo”, dijo una vez Mark Twain.

7

Holden Caulfield me cae muy bien. No le gusta lo que enseñan en la escuela, pero lee libros, ama la poesía, visita museos, demuestra buenos sentimientos hacia los pobres, aunque tiene el conflicto de todos los jóvenes: no sabe lo que quiere de la vida.

Cuando Holden recuerda el poema de Robert Burns que habla de “dos personas que se encuentran a través del centeno”, y afirma que él desea salvar niños -que saltan al centeno- para que no caigan a un precipicio (Yo quiero ser el guardián entre el centeno), definitivamente, es una persona bondadosa y muy compasiva.

Pero esa parte no le interesó a los psicópatas arriba mencionados.

8

He gozado un mundo leyendo este libro, he reído mucho: así oigo hablar a los jóvenes, con lo giros idiomáticos respectivos de los nuevos tiempos, y así pensaba yo en gran medida.

9

Cuando era un zagaletón criticaba para mis adentros a un anciano que concienzuda y parsimoniosamente colocaba sus tabletas en un organizador o pastillero. ¿No tiene más nada qué hacer? Me preguntaba. Ahora, con mi montón de años y mis miles de enfermedades (¡vaya, se me pegó la jerga de Holden!), hago lo mismo que aquel viejito. Y seguramente hay un Caulfield que se burla de mí. Nadie está loco, nadie es malo: ni el observado ni el observador. Cuestiones de la dialéctica.

También consideraba dementes a una señora que hablaba con sus animales y aun señor que conversaba solo. Ahora hablo con mis perros, con mi gata y con un loro que suelta una carcajada cada vez que le dirijo la palabra, y también hablo solo.

Recuerdo todas estas cosas y constato mi conducta actual y sonrío.

¿Por qué?

Porque yo, en cierto modo o en algún grado, era Holden Caulfield…y lo sigo siendo. Sólo que entiendo la novela correctamente.

Reírse de etapas superadas, saber que en resumidas cuentas llegaste a ser hombre de bien, y burlarse de uno mismo es encontrar aquello que andaba buscando Juan Ponce de león.