RECUERDOS
DE SÓCRATES (JENOFONTE)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
“Ninguno
de los hombres es más libre que yo, ni más justo, ni más prudente. Estoy por
encima de los hombres”.
1
Jenofonte
(427-399), militar, historiador y discípulo de Sócrates , nos presenta a su maestro
como un hombre sabio, pero a veces vulgar. En primer lugar, afirma, en los
placeres del amor y los manjares era el más continente de los hombres, y para
el frío y el calor y toda clase de fatigas, el más duro. Sus formas de vestir y
calzar eran desarregladas. Su aspecto general era descuidado. Sus ingresos
menguados, pero era orgulloso e independiente.
2
Sócrates
decía lo que pensaba. Sus críticas eran certeras y mordaces. Cricias estaba
enamorado de Eutidemo. Sócrates le llamó la atención por considerar su amor una
pasión porcina: “Deseas rozarte contra Eutidemo como los puercos contra las
paredes”, lo increpó. Cricias no le perdonará su atrevimiento y más tarde será
uno de sus acusadores. Cuando juzgan a Sócrates lo harán por motivos políticos,
pero también porque lo veían como un hombre independiente que constantemente
encuentra los errores de los demás.
3
Sócrates
bebía y comía poco porque consideraba que comer mucho y beber bastante arruina
la cabeza, el estómago y el espíritu. Antifonte, según Jenofonte, le recrimina
su forma de vivir : “Eres maestro de la miseria. Vives como un esclavo, tus
manjares y bebidas son los más baratos, el vestido no sólo es el más barato
sino que es el mismo en verano y en
invierno. Te pasas la vida descalzo y sin camisa”. Sócrates le responde: “No
necesitar de nada es don divino, y el necesitar de lo mínimo posible lo más
cercano a lo divino, añádase que lo divino es lo mejor de todo”.
4
La amistad es importante para Sócrates: “He
oído decir a muchos que de todas las pasiones la más valiosa es un amigo claro
y bueno; pero la mayoría de los hombres se acuerda más de cualquier cosa que de
ganar amigos”.
5
El
filósofo era justo, patriota, disciplinado, el primero en las campañas
militares. Aconsejaba conocerse a sí mismo y dominarse porque los que no saben
dominarse son esclavos. Sócrates se alaba a sí mismo: “Ninguno
de los hombres es más libre que yo, ni más justo, ni más prudente. Estoy por
encima de los hombres”. En el juicio se ensalzó a sí mismo: “En mi favor
dará testimonio el tiempo venidero, como el pasado de que jamás cometí delito
ni volví peor a nadie sino que hacía bien a los que conmigo conversaban,
enseñándoles de balde todo lo bueno que podía”.
Al
ver a Anito, uno de sus acusadores, le dijo: “Cuan desgraciado ese hombre que
no sabe, al parecer, que aquel de nosotros dos que deje cumplidas obras más
útiles y más hermosas para todo el tiempo venidero, ese es el vencedor”.
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