EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO: ¿UN LIBRO MALDITO?
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Cuando leí El guardián entre el
centeno (1951) de J. D. Salinger (1919-2010) no estaba en mi lista de lecturas
prioritarias; sin embargo, la fama de libro maldito acució mi interés, hasta el
punto de reestructurar mis planes .Eso de haber inspirado sonados crímenes es
materia de curiosidad, por lo menos.
2
Chapman, el asesino de John Lennon,
se creyó el héroe de la novela de Salinger y esperó a la policía hojeando el
libro. John Hinckley Jr., que intentó asesinar a Ronald Reagan tenía la novela
entre sus preferidas. Charles Manson y otros connotados asesinos también
encontraron señales para sus desmanes en El guardián entre el centeno.
3
Holden Caulfield, joven de 16 años,
es expulsado del liceo por su bajo rendimiento. Decide no regresa a casa y
vagar por las calles de Nueva York, mientras planifica emprender un largo viaje
de aventuras. Empieza a narrar sus cuitas en un lenguaje propio de los
adolescentes y considerando a todos los adultos como perfectos estúpidos,
farsantes e hipócritas. Visita bares, prostíbulos, hoteles baratos; se pone
otro nombre, se quita la edad, critica todo a su alrededor, todo le repugna (me
da nauseas) y hace preguntas ridículas para ver la reacción de la gente: ¿Dónde
se meten los patos en invierno?
4
En su narración habla de su
depresión, se califica de “un poco ateo”, rebelde y cobarde. Asesina, pero sólo
en sus pensamientos. Manifiesta ideas suicidas. Bebe alcohol, fuma y es frugal
en las comidas. Sus expresiones son hiperbólicas: un largo rato son cincuenta
años. Unos cuantos metros son miles de kilómetros
5
Muchas palabras las usa
reiteradamente: maldito (237 veces dice un experto), bastardo (58 veces),
mierda, mentiras, imbéciles, insoportables, lástima, burlas, necios, soledad,
depresión, odio, sexo, marica, etc.
6
Pero ¿Por qué este libro ha servido
de numen a muchos delincuentes?
Porque son unos psicópatas que no
entendieron que el libro describe la psicología de la adolescencia, la “etapa
fascistoide” de todos los humanos, como dijo alguien por allí, y que con el
tiempo será superada. Cierto, las palabras vulgares pueden incitar al mal,
según lo establece la neurolingüística, pero nuevamente debemos ubicarnos en el
contexto de la obra, única en su género: así pensamos cuando somos jóvenes y
creemos que sólo nosotros tenemos la razón. “Ya no soy tan joven como para
saberlo todo”, dijo una vez Mark Twain.
7
Holden Caulfield me cae muy bien. No
le gusta lo que enseñan en la escuela, pero lee libros, ama la poesía, visita
museos, demuestra buenos sentimientos hacia los pobres, aunque tiene el
conflicto de todos los jóvenes: no sabe lo que quiere de la vida.
Cuando Holden recuerda el poema de
Robert Burns que habla de “dos personas que se encuentran a través del
centeno”, y afirma que él desea salvar niños -que saltan al centeno- para que
no caigan a un precipicio (Yo quiero ser el guardián entre el centeno),
definitivamente, es una persona bondadosa y muy compasiva.
Pero esa parte no le interesó a los
psicópatas arriba mencionados.
8
He gozado un mundo leyendo este
libro, he reído mucho: así oigo hablar a los jóvenes, con lo giros idiomáticos
respectivos de los nuevos tiempos, y así pensaba yo en gran medida.
9
Cuando era un zagaletón criticaba
para mis adentros a un anciano que concienzuda y parsimoniosamente colocaba sus
tabletas en un organizador o pastillero. ¿No tiene más nada qué hacer? Me
preguntaba. Ahora, con mi montón de años y mis miles de enfermedades (¡vaya, se
me pegó la jerga de Holden!), hago lo mismo que aquel viejito. Y seguramente
hay un Caulfield que se burla de mí. Nadie está loco, nadie es malo: ni el
observado ni el observador. Cuestiones de la dialéctica.
También consideraba dementes a una
señora que hablaba con sus animales y aun señor que conversaba solo. Ahora
hablo con mis perros, con mi gata y con un loro que suelta una carcajada cada
vez que le dirijo la palabra, y también hablo solo.
Recuerdo todas estas cosas y constato
mi conducta actual y sonrío.
¿Por qué?
Porque yo, en cierto modo o en algún
grado, era Holden Caulfield…y lo sigo siendo. Sólo que entiendo la novela
correctamente.
Reírse de etapas superadas, saber que
en resumidas cuentas llegaste a ser hombre de bien, y burlarse de uno mismo es
encontrar aquello que andaba buscando Juan Ponce de león.
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