HUMANO,
DEMASIADO HUMANO
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Humano,
demasiado humano fue publicado en 1878. Con este libro se inicia el estilo
aforístico de Nietzsche. En nueve capítulos y 635 aforismos se habla de todas
las cosas de la vida: las cotidianas y las elevadas, las triviales y las
sesudas, pero siempre tratando de desprenderse del pensamiento común y
metafísico. Es una cátedra de cómo pensar por uno mismo para apartarse del
rebaño. Aquí se habla del hombre, la
mujer, los artistas, los escritores, la historia, la política, el socialismo
incipiente, la religión, la moral, la modestia, la envidia, el amor, los
sacrificios personales, los razonamientos , la soledad, la justicia, los sueños
(aquí hay muchas ideas tomadas por Freud, aunque lo haya negado), las convicciones,
la ciencia, el arte, la cultura en general ,y todo aquello que corresponde a lo
humano, demasiado humano… Este es un tratado de filosofía, pero también de
psicología.
2
El
libro es una reflexión sobre las ideas…Un libro para pensadores libres.
3
¿Todo
no es humano, demasiado humano? ¿Han
procedido de otro mundo los poetas? ¿Ha sido distinta la manera de crear el
arte en el mundo?
4
¿No
puede ser Dios una invención del demonio? Y si nosotros estamos engañados, ¿no
somos también engañadores?
5
Los
problemas filosóficos revisten hoy las mismas formas que hace dos mil años:
¿cómo puede nacer una cosa de su contraria, por ejemplo, lo razonable de lo
irracional, lo sensible de lo muerto, la lógica del silogismo, la contemplación
desinteresada del deseo avaro, el altruismo del egoísmo, la verdad del error?
6
Pecado
original de los filósofos.– Todos los filósofos tienen en su activo esta falta
común: partir del hombre actual y pensar que en virtud del análisis pueden
llegar hasta el fin propuesto. La falta
de sentido histórico es el pecado original de los filósofos.
7
Desestimación
del sueño.– Durante el sueño, el hombre, en las épocas de civilización y
rudimentaria, aprende a conocer un segundo mundo real; tal es el origen de toda
metafísica. Sin el sueño no habría ocasión de distinguir el mundo. La división
en alma y cuerpo está también, ligada a la concepción antigua del sueño, del
mismo modo que la creencia en una envoltura aparente del alma es el origen de
la creencia en los espíritus y acaso también en la de los dioses. “Lo muerto
continúa viviendo, pues se presente en los vivos durante el sueño”; así se
razonaba en otro tiempo, razonamiento que duró millares de años.
8
No
existe filósofo para quien la filosofía no sea apología del conocimiento.
9
La
importancia del idioma para el desenvolvimiento de la civilización, estriba en
que el hombre ha colocado un mundo propio al lado del otro.
10
El
sueño y la civilización.– La función del cerebro que más se altera con el sueño
es la memoria, no porque se suspenda enteramente, sino porque durante él se
halla en un estado de imperfección semejante al que debió tener el hombre en
los primeros tiempos de la humanidad, en la vigilia. En el sueño nos asemejamos
todos a los salvajes.
11
Durante
el sueño el sistema nervioso se encuentra continuamente excitado por múltiples
causas interiores; casi todos los órganos se separan y se ponen en actividad.
El que, por ejemplo, se envuelve los pies en dos fajas, puede soñar que dos
serpientes se le enroscan: esto es primeramente una hipótesis, luego una
creencia, acompañada de la representación e invención de forma.
12
El
sueño nos hace volver a lejanos estados de la civilización humana. Así, el
sueño es una recreación para el cerebro, que durante el día satisface las severas
exigencias del pensamiento, tales como han sido establecidas por la
civilización superior.
13
El
poeta, el artista, supone causas que no son del todo verdaderas; se acuerda en
esto de la humanidad anterior y nos ayuda a comprenderla.
14
En todas las afirmaciones científicas hay
inevitablemente algunas falsas grandezas.
15
Alcanza
el hombre un grado muy elevado de cultura cuando llega a sobreponerse a las
ideas y las inquietudes religiosas; cuando, por ejemplo, deja de creer en el
ángel de la guarda o en el pecado original y se ha olvidado de la salvación de
las almas.
16
La
ciencia emplea como a sus más fieles asociados la duda y la desconfianza.
17
Un
hombre completamente moderno, que quiere, por ejemplo, construirse una casa,
siente del mismo modo que sentiría si quisiera, estando vivo, meterse en un
mausoleo.
18
Se
cree honrar a la filosofía, presentándola como un sucedáneo de la religión para
el pueblo. Pero a este fin, debería saberse que las necesidades que la religión
satisface y que la filosofía debe satisfacer, no son inmutables.
19
Del
arte se puede pasar fácilmente a una ciencia filosófica verdaderamente
libertadora.
20
¿Qué ser que piense tiene ya necesidad de la
hipótesis de Dios?
21
Se
supone que cuanto más profundo es el pensamiento del hombre, más tierno es su
sentimiento, más alta estima tiene de sí, mayor es su alejamiento de los demás
animales.
22
Las
conclusiones erróneas más habituales en el hombre son estas: una cosa existe,
tiene su legitimidad.
23
Entre
las cosas que pueden llevar a un pensador a la desesperación, debemos enumerar
el hecho de reconocer que lo lógico es necesario a los hombres, y que de lo ilógico
nacen muchos bienes. Aun el hombre más
razonable tiene necesidad de volver a la Naturaleza, es decir, a su relación
fundamental ilógica con todas las cosas. Todos los juicios sobre el valor de la
vida se desarrollan ilógicamente y, por consiguiente, son injustos.
24
Es evidente que al gran mayoría de los hombres
soportan la vida sin quejarse, y creen por lo mismo en el valor de la
existencia.
25
La
moral es una mentira harto necesaria para que seamos arrancados de la
animalidad.
26
La
brevedad de la vida humana conduce a muchas afirmaciones erróneas sobre las
cualidades del hombre.
27
Cuando
un hombre prefiere la venganza a la justicia, es moral según la escala de
apreciación de una civilización anterior, inmoral según la del tiempo presente.
28
Bueno
y malo equivalen por un tiempo a noble y villano, señor y esclavo. Por el
contrario, no se ve al enemigo como malo cuando puede volverse semejante. Troyanos
y griegos son en Homero tan buenos los unos como los otros. No es el que nos
causa daño, sino el que es despreciable, quien pasa como malo.
29
Hay
casos en que la compasión es más fuerte que la pasión misma. Sentimos, por
ejemplo, más disgusto cuando uno de nuestros amigos se hace culpable de alguna
ignominia, que cuando nosotros mismos lo hacemos.
30
Hay hombres que se vuelven hipocondríacos por
simpatía e inquietud por otra persona; la especie de piedad que nace entonces
debe tenerse como una enfermedad. Existe también una hipocondría cristiana de
que son atacadas aquellas gentes solitarias, presas de la emoción religiosa,
que se ponen continuamente ante los ojos la pasión y muerte de Cristo.
31
Benevolencia.– Entre las cosas pequeñas, pero
infinitamente frecuentes, y, por consiguiente, eficacísimas, a las cuales la
ciencia debe consagrar mayor atención que a las grandes cosas raras, es
necesario contar la benevolencia; me refiero a esas manifestaciones de
disposición amistosa en las relaciones, a esa sonrisa de la mirada, a esos
apretones de manos, a ese buen humor, de que por lo general casi todos los
actos humanos están rodeados.
32
El hipócrita que tiene que desempeñar siempre
un papel, acaba por no serlo.
33
Los
hombres creen en la verdad de todo lo que ha sido creído por otros con
evidencia y con firmeza.
34
La
mentira.– ¿Por qué los hombres, en su mayoría, dicen la verdad la mayor parte
del tiempo? No es porque Dios haya prohibido la mentira. Es, primero, porque la
verdad les es más fácil; la mentira exige invención, di- simulo y memoria; he
aquí por qué dice Swift: “El que lanza una mentira, rara vez se da cuenta del
pesado fardo que echa sobre sí; para sostenerla necesita soltar otras veinte”.
35
Ningún poder logrará sostenerse si está
representado sólo por hipócritas; la Iglesia católica posee todavía hermoso
número de elementos “seculares”, su fuerza reside en esta especie de
sacerdotes, numerosos aún, que hacen vida penitente y de severa austeridad.
36
Quien
no busca en las cosas sino conocerlas, llega fácilmente a vivir en paz con su
propia alma.
37
Es
necesario que se tenga gran fuerza de imaginación para ser capaces de sentir la
compasión.
38
El
deseo de vengarse y la venganza.– Concebir un pensamiento de venganza y
realizarlo, equivale a padecer un fuerte acceso de fiebre: concebir un
pensamiento de venganza sin tener ni el esfuerzo ni el valor necesario para
realizarlo, equivale a sufrir un mal crónico, una especie de envenenamiento del
cuerpo y del alma.
39
Saber esperar es tan difícil, que los más
grandes poetas no han desdeñado tomar por asunto de sus poemas el hecho de no
saber esperar. Así lo han hecho Shakespeare en Otelo, Sófocles en Ajax.
40
Toda
virtud tiene sus privilegios: por ejemplo, el de llevar a la hoguera de un
condado el contingente de su pequeño haz de leña.
41
El
éxito da frecuentemente a un hecho todo el honrado esplendor de la buena
penetración, el fracaso sombrea con el remordimiento el acto más respetable.
42
¿Por
qué se enaltece al amor con prejuicio de la justicia y se le quiere dar mayor
alcance diciendo de él las cosas más bellas, como si fuera superior a la
justicia? ¿No es, en último extremo, el amor infinitamente menos inteligente
que aquélla?
43
La
Esperanza es en verdad el peor de los males, porque prolonga los suplicios de
los hombres.
44
El
asceta hace de la virtud una necesidad.
45
El
sentido moral suele no faltar en naturalezas que no tienen ambición. Los
ambiciosos, a su vez, pueden pasarse sin él.
46
¡Qué pobre sería el espíritu humano sin la
vanidad!
47
Cuando
la diferencia entre nosotros y los demás es muy grande, no abrigamos ya ningún
sentimiento de injusticia, y matamos, por ejemplo, una mosca sin el menor
remordimiento.
48
Las emociones y las pasiones del alma están
envueltas en la vanidad, piel del alma.
49
Cuando la virtud duerma, se levantará más
lozana.
50
La
maldad es rara.– La mayor parte de los hombres están harto ocupados en sí
mismos para ser malvados.
51
Corrección
a Lucas, 18, 14o.– El que se humilla, quiere hacerse ensalzar.
52
Todo
hombre que se ha convencido de que otro es un imbécil, un pobre diablo, se
enoja cuando éste demuestra que no lo es.
53
¡Cuánto
placer produce la moralidad! ¡
54
Toda
tradición se hace más respetable a medida que su origen se aleja, que está más
olvidado.
55
El pudor existe en dondequiera que haya un
misterio es éste un concepto religioso que tenía en los más antiguos tiempos de
la civilización humana una gran extensión.
56
Sobre
los análisis anacrónicos de la historia:
No
juzguéis.– Debe uno evitar, al estudiar las épocas antiguas, el empeñarse en
una censura injusta. La injusticia en la esclavitud, la crueldad en la sujeción
de las personas y de los pueblos no deben medirse con nuestra medida, puesto
que en aquel tiempo el instinto de la justicia tampoco se había desarrollado.
¿Quién se atreverá a reprochar al genovés Calvino haber hecho quemar al médico
Servet? Fue esto una acción lógica que se desprendía de sus convicciones, y aun
la Inquisición tiene su justificación. ¿Qué es, en realidad, el suplicio de un
hombre en comparación con los eternos suplicios del infierno para casi todos? Y,
sin embargo, esta concepción reinaba entonces sobre el mundo entero, sin que el
honor más grande hiciese de ella un mal esencial ante la idea de Dios.
57
El
hombre obra siempre bien.– Nosotros no nos quejamos de la Naturaleza como de un
ser inmoral, cuando deja caer sobre nosotros una tempestad y nos empapa hasta
los huesos. ¿Por qué llamamos inmoral al hombre que perjudica?
58
La
inocencia de la maldad.– La maldad no tiene por fin esencialmente el
sufrimiento del otro, sino su propio gozo, bajo la forma, por ejemplo, de un
sentimiento de venganza o de una fuerte excitación nerviosa.
59
Legítima
defensa.– Si se acepta de una manera general la legítima defensa como moral, es
necesario admitir también casi todas las manifestaciones del egoísmo llamado
inmoral.
60
Cuando un mal nos aflige, podemos librarnos de
él, o bien suprimiendo la causa, o bien modificando el efecto que produce
nuestra sensibilidad, hasta por un cambio del mal en un bien, cuya utilidad
revelará más tarde. La religión y el arte (así como la filosofía metafísica),
se esfuerza en provocar ese cambio de sensación.
61
El
conocimiento es dolor.– ¡Cuánto diera por hacer buenas las falsas afirmaciones
de los homines religiosi! (que existe un Dios que nos exige el bien, que es custodio
y testigo de toda acción, de todo pensamiento, que nos ama, que en las
desgracias nos socorre).
Esto
es lo que expresa Byron en versos inmortales:
El
conocimiento es dolor: los que más sepan más deben llorar esta verdad fatal: el
árbol de la Ciencia no es el de la vida.
62
Toda
la filosofía, que abre campo, en la obscuridad de sus miras últimas.
63
El
cristianismo como antigüedad.– Cuando en la mañana de un domingo oímos vibrar
las viejas campanas, preguntamos: ¿Es posible que se haga esto por un judío,
crucificado hace dos mil años, que se decía el Hijo de Dios?
64
Lo
que no es griego en el cristianismo.– Los griegos no veían los dioses homéricos
por encima de ellos como amos, ni a sí mismos por debajo de los dioses como
criados, así como los judíos.
65
Ser
religioso con ventaja.– Hay personas honradas y comerciantes íntegros a quienes
la religión condecora con insignias de humanidad superior: éstos hacen muy bien
en ser religiosos, pues la religión les embellece.
66
Las
personas para quienes la vida diaria es una cosa vacía y monótona, se hacen
fácilmente religiosas.
67
Luego que una religión llega a hacerse
dominante, tiene como adversarios a to- dos los que fueron sus primeros
prosélitos.
68
El
hombre, en medio de la Naturaleza, es siempre un niño.
69
El
arte, evocador de los muertos.– El arte asume accesoriamente la tarea de
conservar el ser, aun de dar algún color a las representaciones descoloridas y
pálidas; teje, cuando llena esa tarea, un lazo alrededor de siglos diversos y
hace aparecer los espíritus de esos siglos.
70
El
poeta, aliviador de la vida.– Hemos expuesto que los poetas, queriendo, como
quieren, aligerar la vida del hombre, o quitan la mirada del presente
desapacible, o le obligan a tomar, enalteciendo el pasado, nuevos coloridos.
71
La belleza más noble no es la que nos
deslumbra instantáneamente sino aquella que se insinúa lentamente, la que uno
lleva dentro de sí en el pensamiento.
72
El
arte se entroniza cuando las religiones decaen. El arte hace tolerable el
aspecto de la vida, cubriéndola con el cendal del pensamiento indeciso. El arte
hace pesado el corazón del pensador.
73
La
inspiración no existe: En realidad, la imaginación del buen artista o pensador
produce constantemente lo bueno, lo mediocre y lo malo; pero su juicio extremadamente
aguzado, ejercitado, rechaza, elige, combina, así es como nos damos cuenta hoy,
viendo los apuntes de Beethoven, de que ha compuesto poco a poco sus más
magníficas melodías y las ha entresacada de múltiples bosquejos.
74
A toda gran revelación sigue la decadencia,
especialmente en el dominio del arte.
75
El
arte tiene su origen en la natural ignorancia del hombre sobre su ser interior
(cuerpo y carácter); no existe ni para los naturalistas ni para los filósofos.
76
Espíritu
colectivo.– Un buen escritor no tiene solamente su propio espíritu, sino
también el de sus amigos.
77
Ni
lo mejor ni lo peor de un libro es intraducible.
78
La
mayor parte de los pensadores escriben mal, porque no nos comunican solamente
sus pensamientos, sino también la razón de sus pensamientos.
79
Aun al escritor más honrado se le escapa una
palabra de más si quiere redondear un período.
80
El
mejor escritor es aquel que se avergüenza de serlo.
81
Lo
incompleto produce a menudo mayor efecto que lo completo.
82
El
hombre que alaba completamente se pone por encima del que alaba, lo ve desde
alto.
83
Quien
ha escrito una vez y siente la pasión de escribir, no se da cuenta de que todo
lo que hace y vive es literalmente comunicable. No piensa ya más que en el
escritor y en su público; quiere la comprensión, pero no para su propio uso. El
que enseña es la mayor parte del tiempo incapaz de tarea alguna para su propio
bien, piensa siempre en el bien de sus alumnos, y el conocimiento no le produce
placer sino en tanto que pueda enseñarlo.
84
Será
siempre necesario que haya malos escritores, pues responden al gusto de las
edades no desarrolladas, no maduradas, y éstas tienen también sus necesidades
como las más maduras.
85
Es
para todo escritor sorpresa enojosa y siempre nueva que su libro, desde que se
separa de él, viva con vida propia.
86
Los
aristócratas del espíritu no se apresuran; sus creaciones aparecen y caen del
árbol como en una tranquila tarde de otoño, sin que sean anhelosamente deseadas
ni solicitadas. El deseo incesante de crear es vulgarísimo y atestigua recelos,
envidia, ambición. Si es uno algo, no tiene necesidad de hacer nada. Por encima
de los hombres “productores” existe una especie superior.
87
Aquiles
y Homero.– Pasa como en el caso de Aquiles y de Homero: el uno tiene la vida,
el sentimiento; el otro los describe. Un verdadero escritor no da fija más que
la pasión y la experiencia de otro: es artista para saber sacar mucho de lo
poco que ha sentido u oído.
88
La
música espiritual nació del catolicismo regenerado después del Concilio de
Trento, siendo Palestrina quien sirvió de resonancia al espíritu nuevo, íntima
y profundamente emocionado; más tarde pasó lo mismo con Bach en el
protestantismo.
89
Del
mismo modo que la vejez recuerda la juventud, la adolescencia, los primeros
años, del mismo modo la humanidad considera el arte como un recuerdo de los
goces de la juventud.
90
Enseña
la historia que la línea en que un pueblo se conserva mejor es aquella en que
la mayor parte de los hombres tienen un vivo sentimiento común por causa de la
identidad de sus principios esenciales e indisputables, y, por lo tanto, por
causa de su creencia común. Allí es donde se fortifican las buenas costumbres,
donde se aprende la subordinación del individuo, donde el carácter recibe la
fijeza, nada más que por sus vínculos, acrecentándola después por medio de la
educación.
91
Se llama espíritu libre aquel que piensa de
manera distinta a la que se cree de él por causa de su origen, de sus
relaciones, de su situación y de su empleo, o por causa de las miras reinantes
en los tiempos actuales.
92
El espíritu dependiente obra, no por razones,
sino por costumbre; si es, por ejemplo, cristiano, no es porque haya examinado
las religiones y elegido entre ellas; si es inglés, no es porque sea partidario
de Inglaterra; adoptó al cristianismo y a Inglaterra, a la manera de un hombre que,
por haber nacido en un país vitícola, se hace bebedor.
93
Los
socialistas desean establecer el bien sobre el mayor número posible. Si algún
día se llega a este estado perfecto, no habrá terreno para la inteligencia,
para la individualidad poderosa: la humanidad será un rebaño inerte.
94
El Renacimiento italiano contenía todas las
fuerzas positivas que debemos a la civilización moderna: libertad de
pensamiento, des- precio de la autoridad, triunfo de la cultura, entusiasmo por
la ciencia nueva y antigua, independencia individual, entusiasmo por la verdad
y por la perfección (aun en las obras literarias la buscaban): tales fuerzas
eran mayores que las de hoy.
95
Cuanto
mayor es la cultura de un hombre, tanto menor es su inclinación a la burla y a
la sátira. Voltaire daba gracias a Dios en el fondo de su corazón por la
invención de la Iglesia y del matrimonio.
96
Así
como el arte de curar no floreció hasta que cesó la fe en las curaciones
milagrosas, así el interés por la educación no cobra fuerza sino cuando se
abandona la fe en Dios y en su provincia.
97
El
porvenir del médico.– La profesión que puede progresar hoy es la de médico.
Sobre todo, desde que perdieron su influencia los médicos de almas. La cultura
de un médico no consiste sólo en el diagnóstico; necesita elocuencia
persuasiva, arrogancia que quite la timidez del enfermo, habilidad diplomática,
ingenio de agente de policía; en una palabra, todas las cualidades de las demás
profesiones. Es el verdadero bienhechor de la sociedad; puede formar una
aristocracia de cuerpo y espíritu y finalmente, destruir los remordimientos de
conciencia. Es un salvador que no necesita ser crucificado.
98
Marcha
circular de la humanidad.– Quizá la humanidad no sea más que una breve fase de
la evolución de una especie de animales; de manera que el hombre, habiendo sido
mono, vuelva a ser mono. Así como la civilización romana volvió a la barbarie,
así toda la civilización humana podría volver al embrutecimiento. Si podemos
preverlo, procuremos evitarlo.
99
¿Cuál es la causa de que el conocimiento
produzca placer? El que da conciencia de la fuerza, como los ejercicios
gimnásticos. Además, porque en esta lucha con la verdad aparece el hombre
vencedor. Finalmente, porque sentimos estar solos y los primeros en la verdad
descubierta.
100
Ningún
filósofo ha dejado de mirar en su vejez con desprecio o con desconfianza las
teorías de su juventud.
101
Cada
día encuentra el hombre más interés en las cosas y con mayor facilidad el lado
instructivo, el objeto que llena una laguna de sus pensamientos. Así va
desapareciendo el hastío.
102
En los adolescentes se fijó todo el idealismo
de la fuerza griega, y jamás fueron tratados con mayor cariño, según aquella
máxima de Hölderlin: “Amando produce el mortal su mayor bien”.
103
Pensar
como historiador significa imaginarse que en todos los tiempos la historia
hubiera tenido como consigna “hacer lo menos posible en el mayor tiempo posible”.
104
Aprender
muchas lenguas.– El aprender muchas lenguas llena de palabras la capacidad
limitada de la memoria. Los dos pueblos que han producido los mejores artistas
del estilo, los griegos y los franceses, no aprendían lenguas extranjeras.
105
Fases
de la cultura intelectual.– La fuerza o la debilidad de la producción
intelectual no depende tanto de las facultades heredadas como de la energía
transmitida. La mayor parte de los intelectuales se planta a la edad de treinta
años, y en este punto solsticial de su vi- da no quieren nuevas orientaciones.
106
El
que se ata por mucho tiempo a los sentimientos religiosos y vive, por
consiguiente, muchos años en la metafísica y en el arte, se atrasa y entra con
mal pie en la lucha humana.
107
El que quiere seriamente hacerse libre, pierde
por ese solo hecho, sin violencia alguna, la tendencia a las faltas y a los
vicios: el fastidio y el despecho le mortifican más raramente.
108
Buen
epistolar.– El que no escribe libros, piensa mucho y vive en una sociedad que
no le supera, es siempre un buen epistológrafo.
109
Ningún viajero ha encontrado en ninguna parte
del mundo sitios más feos que en la faz humana.
110
Padres
de un suicida.– Los padres de un suicida suelen abominar al hijo para dejar a
salvo su reputación.
111
Callarse.–
La manera más desagradable de replicar en una polémica es la de enojarse y la
de callar, pues el agresor interpreta ordinariamente el silencio como
desprecio.
112
La
experiencia de Sócrates.– Cuando se ha llegado a ser maestro en una cosa, se es
por lo general aprendiz en la mayor parte de las otras, pero creyendo siempre
lo contrario, como Sócrates. Tal es lo que hace desagradable el trato de los
maestros.
113
De
la propia madre.– Cada uno lleva en sí una imagen de la mujer, sacada de la
propia madre; por esto se halla determinado a respetar a las mujeres en
general, o a despreciarlas o a ser totalmente indiferente respecto de ellas.
(Se anticipó a Freud y su complejo de Edipo)
114
Las mujeres tienen el entendimiento, los
hombres la sensibilidad y la pasión.
115
Los
miopes son amorosos.– A veces basta el empleo de lentes más fuertes para curar
al que fácilmente se enamora.
116
¿Quién
sufre más?.– Después de toda disputa y querella personal entre una mujer y un
hombre, éste sufre sobre todo con la idea de haberle hecho mal, mientras que
aquélla se lamenta, por el contrario, de no haberle hecho todo el mal posible,
y se esfuerza en mortificarle con sus lágrimas y sollozos y gestos de disgusto.
117
Una buena esposa debe ser amiga, coadjutora,
re- productora, madre, jefe de la familia, ama de gobierno, y al mismo tiempo,
independientemente del hombre, ocuparse de sí misma; por eso no puede ser a la
vez concubina: esto sería pedirle demasiado.
118
Demasiado
cerca.– Viviendo demasiado cerca de un hombre, puede sucedernos lo mismo que
con un buen grabado si lo cogemos con los dedos sucios: cualquier día no
tenemos entre las manos más que un pobre papel arrugado y puerco. También el
alma de un hombre se desgasta por el roce continuo; a lo menos acaba por
parecérnoslo, y no tornamos a ver su figura y su belleza original. Se pierde
siempre en tratar demasiado íntimamente a las mujeres y los amigos, la perla de
la vi- da.
119
Jantipa.–
Sócrates encontró una mujer adecuada; pero no la hubiera buscado de conocerla
lo suficiente. Lo cierto es que Jantipa le hizo avanzar en su misión, al
tornarle inhabitable e inhospitalarios la casa y el hogar: ella le enseñó a
vivir en las calles, y, sobre todo, donde se podría charlar y holgazanear; con
ello le hizo el primer dialéctico de Atenas, hasta el punto de llegar a
compararse a sí mismo con un tábano que cierto dios había colocado sobre el
hermoso caballo Atenas, para no dejarle reposar jamás.
120
El
carácter demagógico y el designio de influir sobre las masas, es actualmente
común a todos los partidos político. Decía Voltaire: Cuando el populacho se
mezcla en razonamientos, todo está perdido.
121
Ejércitos
nacionales.– El mayor inconveniente de los ejércitos nacionales, tan alabados
en nuestros días, consiste en que destruyen hombres de la más elevada
civilización. Hay, teniendo corazón e inteligencia, que ser antimilitaristas.
El ejército y la Iglesia morirán al mismo tiempo. No pueden subsistir el uno
sin el otro.
122
Guerra.–
Para desprestigiar la guerra, puede decir- se: la guerra hace al vencedor
bruto, y al vencido, malvado.
123
Todo
el pasado de la antigua civilización está fundado en la violencia, la
esclavitud, el engaño, el error; pero nosotros, herederos de todas las
condensaciones y circunstancias de ese pasado, no podemos anonadarlo por
decreto, ni tenemos tampoco derecho para suprimir de él ni un solo pedazo. Los
sentimientos de injusticia están igualmente en las almas de los no poseedores;
no son mejores que los poseedores y no tienen ningún privilegio moral, pues han
tenido alguna parte de los antiguos poseedores. No es de nuevas particiones
hechas por la violencia, sino de transformaciones graduales de las ideas, de lo
que tenemos necesidad; es necesario que en todos la justicia se robustezca y se
debilite el instinto de la violencia.
124
Ilusión
de la teoría de la Revolución.– Hay soñadores políticos y sociales que gastan
calor y elocuencia en reclamar un cataclismo en todos los órdenes, en la creencia
de que por efecto del mismo se levantaría bien pronto el soberbio templo de una
bella humanidad. En estos sueños peligrosos persiste un eco de la superstición
de Rousseau, que cree en una bondad de la humana Naturaleza, maravillosa,
original, pero, por decirlo así, enterrada, y pone en cuenta a las
instituciones de civilización, a la sociedad, al Estado, a la educación, toda
la responsabilidad de ese entierro. Desgraciadamente se sabe por experiencias
históricas que todo convulsionamiento de ese género resucita de nuevo las
energías salvajes, los caracteres más horrorosos y más desenfrenados de las
edades anteriores ; que, por consiguiente, un trastorno tal puede ser una
fuente de fuerza para la humanidad inerte, pero no ordenador, arquitecto, artista,
perfeccionador de la naturaleza humana. No es la naturaleza de Voltaire, con su
moderación, su tendencia a arrancar, a purificar, a modificar, sino las locuras
y mentiras de Rousseau lo que ha despertado el espíritu optimista de la
Revolución contra la cual yo grito: ¡Aplastad al infame! Por él el espíritu de
las luces y de la evolución progresiva, ha sido desterrados para largo tiempo:
¡veamos –cada uno a so- las consigo mismo– si es posible repartirlo!
125
Sobre
el socialismo:
El
socialismo desde el punto de vista de sus medios de acción.– El socialismo es
el fantástico hermano menor del despotismo casi difunto, cuya herencia quiere
recoger; sus esfuerzos son, pues, reaccionarios. Desea una plenitud de poder
del Estado como el propio despotismo no tuvo jamás; sobrepasa lo que enseña el
pasado, porque trabaja por reducir a la nada formalmente al individuo: es que
éste le parece un lujo injustificable de la Naturaleza y debe ser corregido por
él en un órgano útil de la comunidad. Como consecuencia de esta afinidad, se
deja ver siempre alrededor de todos los desarrollos excesivos de poder, como el
viejo socialista tipo, Platón, en la corte del tirano de Sicilia: anhela (y aun
exige en ocasiones) el despotismo cesáreo de este siglo, porque como he dicho,
desearía ser su heredero. Pero aun esta herencia no bastaría a sus fines; le es
necesaria la servidumbre completa de todos los ciudadanos al Estado absoluto,
tal como jamás ha habido otra semejante, y como no tiene el menor derecho para
contar con la vieja piedad religiosa hacia el Estado, sino que al contrario,
debe de bien o mal grado trabajar constantemente por su supresión –pues que en
efecto trabaja por la supresión de todos los Estados existentes– no puede tener
esperanza de una exigencia futura, sino por cortos períodos, aquí y allá,
gracias al más extremo terrorismo.
Por
esto se prepara silenciosamente para la dominación por el terror, y hunda en
las masas medio cultas, como un clavo en la cabeza, la palabra “Justicia”, a
fin de quitarles toda inteligencia (después de que esta inteligencia ha sufrido
bastante por cierto en la semicultura) y de procurarles, por el villano juego
que ellos tendrán que hacer, una buena conciencia. El socialismo puede servir
para enseñar de manera brutal el peligro de todas las acumulaciones de poder en
el Estado, y en este sentido insinuar una desconfianza contra el Estado mismo.
Cuando
su ruda voz se mezcla al grito de guerra “Lo más Estado posible”, este grito
resultará de pronto más ruidoso que nunca; pero en seguida estallará con no
menor fuerza el grito opuesto: “Lo menos Estado posible”.
126
Más
sobre el socialismo:
Envidia
y pereza en sentidos diversos.– Los dos partidos adversarios, el socialista y
el nacionalista, cualesquiera que sean los nombres que tengan en las diversas
comarcas de Europa, son dignos el uno del otro: la envidia y la pereza, en el
uno y en el otro, son las potencias motrices. En uno de los campos se quiere
trabajar lo menos posible con los brazos; en el otro lo menos posible con la
cabeza: en el último se odia, se envidia a los individuos eminentes que se
engrandecen en su seno, que no se dejan colocar en filas para una acción en
masa; en el primero se odió a la casta de la sociedad mejor establecida en
condiciones más favorables, cuya misión, la producción de los beneficios
superiores de la civilización, hace interior la vida más pesada y dolorosa. Si
se lograse, es verdad, hacer de ese espíritu la acción en masa el espíritu de
las clases elevadas de la sociedad, los batallones socialistas tendrían el
derecho de aplicar el nivel entre ellos y aquellas clases, puesto que,
moralmente, en la cabeza y el corazón se creen mutuamente en el mismo nivel.
¡Vivid como hombres superiores y haced sin cesar los negocios de la
civilización superior; ¡entonces todo lo que vive en ella reconocerá vuestros
derechos, y el orden de la sociedad de que sois la cumbre será garantido de
todo atentado!
127
Repitámoslo.–
Opiniones públicas, perezas privadas.
128
Las convicciones son más peligrosos enemigos
de la verdad que las mentiras.
129
Hombre
de carácter.– Un hombre parece tener más carácter cuando sigue su temperamento
que cuando sigue sus principios.
130
La
pasión por las cosas.– Quien pone su pasión en las cosas (ciencias, intereses
de la civilización, artes) quita mucho ardor a su pasión por las personas (aun
cuando sean representantes de las mismas cosas, como los filósofos, artistas
etcétera).
131
No tan profundamente.– Las personas que han
abrazado una causa en toda su profundidad, rara vez permanecen fieles. Han
apreciado la profundidad a la luz del día y en ella hay siempre mucho malo que
ver.
132
Privilegio
de la grandeza.– Es privilegio de la grandeza procurar mucha felicidad con
dones mínimos.
133
Noble
sin quererlo.– El hombre se conduce noblemente sin quererlo, cuando está
habituado a no querer nada de los demás.
134
Condición
del heroísmo.– Los héroes precisan una serpiente que se torne en dragón; de
otro modo le faltará su enemigo legítimo.
135
No hablar absolutamente del yo es una
nobilísima hipocresía.
136
El
que ve mal, ve siempre demasiado poco; el que oye mal, oye siempre demasiado.
137
Peligro
del médico.– Es necesario haber nacido para nuestro médico; de otro modo,
pereceremos por nuestro médico.
138
Mala
memoria.– La ventaja de tener mala memoria consiste en que se goza muchas veces
las mismas cosas.
139
El amor desea, el temor evita. En esto
consiste que nadie pueda ser amado y temido a la vez por la misma persona, a lo
menos a un tiempo.
140
Sembrar
y recoger sobre los defectos personales.– Hombres como Rousseau utilizan sus
debilidades, sus lagunas, sus faltas, como de un depósito de desperdicio para
su talento.
141
Tener
el espíritu filosófico.– De ordinario hace uno esfuerzos para procurar a todas
las situaciones y a todos los sucesos de la vida una sola dirección de
conciencia, una sola, especie de puntos de vista; esto es lo que se llama tener
espíritu filosófico.
142
El
hombre de convicciones no es el hombre de pensamiento científico.
143
De
las pasiones nacen las opiniones: la pereza de espíritu las hace cristalizar en
convicciones.
144
El
viajero.– El que quiere solamente, dentro de cierta medida, llegar a la
libertad de la razón, no tiene derecho durante mucho tiempo para creerse sino
un viajero, y no como el que hace el viaje hacia un fin último, porque no lo
tiene.
145
¡Nada
de excusas! Acoged este libro en vuestros brazos, vosotros los de corazón
libre, y creed que jamás mis sinrazones, por muchos odios que me atraigan,
sirvieron para execrar nada.
De
lo que encuentro y busco con empeño ¿habló algún libro jamás? ¡Ven en mí la
pasión de los locos! Honradme, que anhelé vuestra ventura; y sacad de este
libro amargo razones para todo.