EMILIO, EL BUQUINISTA DE SAN JUAN DE LOS MORROS
Edgardo Malaspina
1
En París o en Moscú un buquinista es un vendedor de
libros viejos. San Juan de los Morros tiene también su buquinista: Emilio, el
de la avenida Bolívar, siempre rodeado
de libros, siempre leyendo un libro.
2
“Cuando veo un libro, me alegro como un niño con un
juguete nuevo”, dice Emilio.
3
Emilio ha sido obrero, orfebre, músico, alpinista,
deportista y muchas otras cosas más; pero por sobre todo es lector, pasión que
le viene desde su infancia porque sus padres tenían una biblioteca en la casa.
“No puedo vivir sin leer. Los libros para mí son una locura.”, afirma.
4
Emilio una vez recorrió todo el país impulsado por las mismas
angustias existenciales que inspiraron a Jack Kerouac, aunque leyó “En el
camino” luego de realizar su aventura de andariego infatigable.
5
Emilio ha “heredado” muchos libros para que
continúen con el ciclo de pasar de mano en mano, y cuya otra opción era el
vertedero. Emilio, entonces, cumple a cabalidad con una especie de imperativo categórico kantiano formulado por
Augusto Monterroso: “No tires los libros a la basura porque eso no es digno de
la persona ni de los libros ni del basurero”.
6
A Emilio los gendarmes municipales le solicitaron
retirarse de su lugar habitual de trabajo a otro lado con sus libros, “porque
afean la ciudad”. Ya el pastor Daniel Scott, en su excelente artículo “Cultura
en apuros”, hizo una vehemente y acertada defensa de este pintoresco personaje con sólidos
argumentos filosóficos y estéticos. Scott habló con propiedad sobre la arquitectura espiritual o cultural de las
ciudades.
7
Interesante: los libros de Emilio afean la ciudad, pero la
basura que nadie recoge, no.
8
¿Quién dijo “cuando oigo la palabra cultura, echo
mano a la pistola”?